PRESCRIPCIÓN, FARMACIA Y UTILIZACIÓN
Farmacia
Argentina: El mundo feliz de Farmacity y sus socios
Nestor Caprov
Mirada Profesional, 30 septiembre 2011
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La cadenera fue denunciada por la COFA por violar la ley de Competencia. La acusan de “conductas anticompetitivas” y generar monopolios. Detrás, sus socios –como un funcionario del Alcalde porteño el Ing. Macri –fomentan la venta “boba” de medicamentos. El peligro de la “medicalización” como estrategia comercial. Farmacity como “violador serial de normas”.
“Competencia desleal” es una interesante película italiana estrenada en marzo del 2009, que cuenta la historia de dos sastres rivales en la Italia fascista previa a la Segunda Guerra Mundial. Allí, la persecución racial actúa como un condicionante para volcar la competencia entre dos tiendas de ropa, una de las cuales se vio favorecida por una política criminal. Si bien los contextos son diferentes, la actual situación de las farmacias en el país tiene puntos en común con esa historia. Es que nuestro país vive una fuerte concentración, incluso al margen de la ley, que distorsiona el mercado de medicamentos y lo vuelve peligrosamente parecido al chileno. Aquí se ponen en juego cuestiones económicas y sanitarias, por lo que la Confederación Farmacéutica Argentina (COFA) exige medidas de control.
El primer paso para frenar este avance arrasador de las cadeneras se dio en la Comisión de Defensa de la Competencia, donde la COFA denunció a Farmacity por violar una serie de leyes, entre ellas la 25.156 de defensa de la Competencia. En un extenso escrito, al que tuvo acceso exclusivo Mirada Profesional, la entidad farmacéutica acusa a la cadenera del grupo Pegasus de “conductas anticompetitivas”, y reclama medidas al respecto. “El accionar de Farmacity, reflejo de la política comercial de la compañía, perjudica el interés económico general”, denuncia la COFA, que alerta que “si no existe un cese de la posición actual” se acerca peligrosamente al modelo chileno, donde tres cadenas acaparan la venta del 80% de los medicamentos.
La presentación busca evitar “la formación de monopolios” y hace una diferenciación entre “paciente y consumidor”. “El farmacéutico entiende que quien ingresa en su local es un paciente, mientras que Farmacity entiende que quien ingresa a su local es un mero consumidor”, afirma el escrito. Además, se recuerda que la OMS sostiene que “no hay medicina eficiente sin una gestión eficaz de medicamentos”.
Pero la COFA no sólo apuntó a la competencia desleal que asfixia al sector independiente. También se denuncia la violación de la ley 26.567, otra importante norma democrática. La ley de medicamentos, aprobada en noviembre de 2009, prohíbe la venta en góndolas, algo que se puede constatar, Farmacity viola constantemente en sus locales. La preocupación no sólo es de los farmacéuticos. La ONG Proconsumer denunció ante la justicia porteña a la cadena por esta grave infracción.
Esta situación, que parece una disputa legal, tiene datos concretos que marcan los efectos de la concentración en el mercado argentino. Por ejemplo, en la actualidad el 40% de los medicamentos que atienden las prepagas son vendidos por Farmacity, que en los grandes centros urbanos ya ostenta el 25% del mercado total. O sea, de cada cuatro medicamentos que se venden en las grandes ciudades uno lo vende la cadenera. En otros países, tener un 5 o 10% del mercado se considera posición dominante, acá estamos ante una posición “hiper dominante” como mínimo. Además, desde que llegó el primer local de la firma en 1997, ya se cerraron solo en la Ciudad de Buenos Aires un total de 1.400 farmacias, mientras que la compañía ya alcanza los 150 puntos de ventas.
En esta realidad, Farmacity se volvió un “violador serial” de cuanta ley se nos ocurra. No sólo la ley de competencia o la de medicamentos. En suelo porteño, la ley federal de farmacias 17.565, y su reglamento respectivo, estipula taxativamente lo que pueden o no vender las farmacias en suelo capitalino: Estas norma cardinal es bastardeada constantemente por la cadenera. Ya en su artículo primero del reglamento de la propia Ley; esta normativa deja en claro las limitaciones en la oferta de productos dentro del sector, algo que la gama de cosas que se pueden encontrar en las góndolas de la cadena no respeta en lo más mínimo. Ya no el espíritu, sino la letra fría de la ley. Juguetes, candados, golosinas y gaseosas, chocolates, helados, algunas de las “pruebas” que en cualquier local de la firma se pueden recolectar.
Además, como ya se dijo, Farmacity no respeta el “fin del gondolero” que la ley 26.456 establece claramente. En definitiva, actitudes que transforman a la firma en una especie de “Estado de excepción”.
Esta situación tiene un agravante. Desde el 10 de septiembre de 2009, el gobierno porteño nombró a Miguel Ángel De Godoy como secretario de Medios. Asesor en comunicación de Mauricio Macri, Godoy es titular de MDG Comunicación e Imagen, una agencia mediática dedicada a las relaciones públicas, la prensa y la imagen de las empresas. Según la página web de esta agencia (www.mdgcomunicacion.com.ar), entre los clientes de esta agencia figuran Farmacity y todas las empresas del grupo Pegasus, además de la Cámara Argentina de Medicamentos de Venta Libre (CAPEMVeL). Con este funcionario dentro del propio gobierno, ¿Se puede ser optimista acerca del cumplimiento de la ley26.567, o cualquier acción que la ciudad deba tomar en contra de estas firmas, si el propio secretario de Medios es juez y parte? Una duda razonable que seguramente ampliaremos en breve.
“Medicalización” y modelo chileno
Pero más allá de las leyes, lo que se esconde detrás de esta situación es una amenaza que recorre el planeta: la “medicalización” de la vida cotidiana, basada en el uso abusivo de los fármacos. A diferencia de lo que nos quiere hacer creer CAPEMVeL (Cámara Industrial de Productores de Medicamentos de Venta Libre), la tendencia en el mundo busca frenar el consumo indiscriminado de medicamentos, la automedicación estúpida y la venta por Internet de estos productos, los llamados OTC donde la Argentina es el cuarto país a nivel mundial en consumo de medicamentos por habitante.
Esta cámara, como ya advertimos, busca en sus “comunicados-editoriales” instalar una idea errónea sobre la dirección que toma el mundo en la materia, donde nos quiere hacer creer que la excepción es en realidad la regla. En esta tendencia, la participación del Estado es fundamental, que debe reglamentar la dispensa y sobre todo hacer cumplir las leyes vigentes.
El consumo “bobo” de medicamentos tiene consecuencias concretas. Aumenta la resistencia a los antibióticos en el mundo, al punto que la OMS debió dedicar su Día Mundial de la Salud 2011 a esta problemática. Crea nuevas enfermedades, potencia los riesgos de intoxicaciones y enmascara los síntomas de ciertas patologías. Todas facetas de la “tendencia mundial” que CAPEMVeL quiere para el país. Para no hablar de la medicalización de la salud, una idea criticada por los sanitaristas de todo el mundo.
En el país las cosas no están bien, en parte por esta actitud de la cadenera principal. El 80% de la Buscapina se vende fuera de farmacias, el 50% de las aspirinas lo mismo. Para no hablar de los analgésicos. La tarea de los farmacéuticos es hacer cumplir las leyes locales y las recomendaciones internacionales, como agentes sanitarios que somos. Insistir con la idea de que los medicamentos no son inocuos -el lector de este espacio sabe de la repetición de este concepto, pero no dejaremos de decirlo hasta que sea un concepto fijo -que las leyes deben cumplirse, denunciando los intereses mezquinos de las firmas que forman CAPEMVeL que quieren romper una ley de la democracia aprobada por unanimidad.
Detrás de esta actitud está una idea clara: apoderarse de la seguridad social de nuestro país. Hubo intentos en Chaco, donde la obra social provincial intentó entregar medicamentos de cobertura total por la cadenera Farmacity, algo que la presión de los profesionales independientes impidió. Pero van por eso. Por el registro de todo lo que dispensamos, por los datos de la salud de los argentinos. En este sentido Farmacity es un puente, es una herramienta para los grandes laboratorios internacionales que están de alguna manera detrás, que vienen a buscar esa información de los hábitos de consumo de los argentinos.
Con el modelo chileno como triste ejemplo y amenaza latente, nos preguntamos cuánto falta para que en nuestro país Farmacity decida ponerle el precio a los medicamentos, los márgenes de ganancia o los plazos de cobro a todo el sistema. Cuánto falta para que nos topemos con un caso de colusión como ocurrió en Chile, donde las tres grandes cadenas estafaron a sus pacientes en millones de dólares. Los ejemplos concretos suelen ayudar a entender mejor estos conceptos. Hace 30 años, cuando el mercado chileno de medicamentos no era el más concentrado del planeta, en el centro de la ciudad de Valparaíso existía una de las farmacias independientes más grande del país. Vendía unos US$100.000 mensuales, un mostrador atendido por una quinta generación de farmacéuticos que era orgullo de su comunidad. Las tres grandes cadeneras locales le rodearon la manzana. Sin defensa, debió soportar la venta por debajo del costo -la famosa estrategia dumping de las empresas -hasta que fundió directamente. En quiebra, entregó su mostrador a manos de una de las cadeneras. Luego de ese primer paso, el avance fue indetenible. Hoy, de 4.000 farmacias trasandinas, 3.000 perteneces a cadeneras, 700 a pequeñas redes como la de genéricos, y el resto son independientes, de las cuales solo menos de la mitad están en manos de farmacéuticos. Alejadas de los centros urbanos, en zonas marginales, en zonas rurales, con problemas de provisión. Así quedaron las farmacias que hacen sanitarismo en Chile. Al borde de la desaparición.
El “3 x 1” es una idea comercial que puede servir o no para vender helado o café. Pero para promocionar medicamentos es un peligro latente. Estamos hablando de que están tomando al medicamento -y a la salud en general -como una mercancía más. Todos los días hay ingresos a los hospitales por mal consumo de medicamentos por esta tendencia. Gran número de estos ingresos son productos de los remedios falsificados, se sabe, pero la tendencia que quiere imponer CAPEMVeL favorece la proliferación de estas bandas, que pueden ingresar sus productos en cualquier lado, sin control adecuado y lejos de cualquier sistema efectivo de trazabilidad.
Cuando en la década del 30 Aldous Huxley escribió “Un mundo feliz –novela que no nos cansamos de recomendar –nunca pensó que 80 años después estaríamos tan cerca de su Soma, esa pasilla de la felicidad que hacía del futuro justamente un lugar feliz. Hoy el soma está en un kiosco, en un almacén, en una pastilla de cualquier color que el vecino nos recomienda. Hay fármacos para todos. Y en todos lados. Ese es “el mundo feliz” de Huxley. Volver a un mundo racional es deber de todos. Del estado, más que de ninguno. Para abandonar, parafraseando al maestro, al “mundo infinitamente benévolo del Soma”.