Jefes de ensayos clínicos suelen estar asociados a la industria
Megan Brooks
Reuters Health, 12 de enero de 2010
Los investigadores especializados en cáncer que más influyen en los ensayos clínicos oncológicos son también los científicos más cercanos a la industria farmacéutica y de biotecnología, según reveló un estudio.
Los autores de la investigación hallaron que esos expertos, que diseñan los ensayos clínicos, analizan o interpretan los datos, o tienen otro papel científico clave, son cuatro veces más propensos a tener lazos económicos con la industria que los científicos con papeles no tan relevantes, como reclutar pacientes o reunir datos.
Liderar el diseño, la interpretación o la redacción del estudio otorga gran peso en los resultados o cómo se presentan, resumió en Journal of Clinical Oncology el equipo de Steven Joffe, del Instituto del Cáncer Dana-Farber, en Boston. Esto surge de una revisión de 235 ensayos farmacológicos publicados en la revista, que es la publicación oficial de la Sociedad Estadounidense de Oncología Clínica, entre enero del 2006 y junio del 2007.
El 64 por ciento de los autores (1.881 de 2.927) dijo que había tenido por lo menos un papel clave en el estudio y 842 (el 29 por ciento) informaron por lo menos una relación económica. Los autores con papeles intelectuales clave en los ensayos eran 4,3 veces más propensos que otros investigadores a informar alguna relación económica con la industria. La relación pudo detectarse tanto en los estudios auspiciados por la industria como en el resto, aunque mayoritariamente en los primeros.
“El estudio demuestra que esa relación económica no está repartida por igual entre los investigadores. En cambio, está concentrada en aquellos que lideran el estudio y que, por lo tanto, tienen más posibilidad de influir en el diseño y los resultados del ensayo”, dijo Joffe a Reuters Health. Por lo tanto, “la posibilidad de que existan sesgos es más alta que lo pensado”, agregó.
El año pasado, el Instituto de Medicina, de la Academia Nacional de Ciencias, que asesora a las autoridades estadounidenses, difundió un comunicado que instó a los médicos a tomar distancia de la industria mediante el rechazo voluntario de almuerzos y muestras de fármacos, y a informar la recepción de fondos para la investigación.
A pesar de eso, las sociedades económicas entre los investigadores importantes y la industria siguen siendo comunes: hasta el 70 por ciento de los autores de ensayos revelan esos lazos. Pero la obligación impuesta de revelar esos lazos no sería suficiente, opinó el doctor Harlan Krumholz, de la Yale University, en Connecticut. “Desafortunadamente, eso no nos dice si la relación es apropiada o si influyó en las decisiones científicas para favorecer a la industria por sobre el bien general”, dijo Krumholz, que no participó el en estudio de Joffe.
“En algunos casos, serían interacciones con alta integridad entre las partes en busca de conocimiento sobre los efectos de un tratamiento en los pacientes. En otros, la interacción del marketing con la ciencia mediante beneficios económicos y no económicos indebidos que ofrece la industria”, añadió. “Por teléfono, el doctor Bernard Lo, director del Programa de Etica Médica de la University of California en San Francisco, señaló que no todas las relaciones entre los investigadores y la industria son igualmente preocupantes.”
“Un tipo de relación que está surgiendo es la participación en el grupo de portavoces de una empresa, que controla lo que se dice, proporciona las diapositivas y entrena al orador para transmitir el mensaje de la empresa, por lo que no se trata de un trabajo independiente del investigador. Saberlo permitiría revisar el estudio con más cuidado”, comentó. “Además, valdría la pena conocer cuántos dólares están en juego. Si son US$50.000 a 100.000 por año, creo que seríamos más escépticos. Pero ese tipo de información no se suele informar”, amplió.
Usar la literatura científica para imponer una agenda es siempre preocupante cuando el autor está relacionado económicamente con la industria, comentaron en un editorial sobre el estudio los doctores David H. Johnson y Leora Horn, del Centro del Cáncer Vanderbilt-Ingram, en Tennessee.
Fuente: Journal of Clinical Oncology, online 11 de enero de 2010