Los derechos de propiedad representan un riesgo para que los avances científicos se conviertan en bienes públicos.
La idea de propiedad está por todas partes. Los títulos de propiedad nos sirven para proteger el patrimonio de nuestras viviendas, mientras que la seguridad de la propiedad es tan importante para los propietarios de Tesco y Sainsbury como para sus clientes. Sin embargo la propiedad intelectual genera problemas muy profundos, que requieren un liderazgo muy fuerte por parte del gobierno y para los cuales nunca ha habido una necesitan tan urgente de recibir recomendaciones independientes. La problemática que se ha generado alrededor de David Nutt, un reconocido experto en drogadicciones que tuvo que renunciar por cuestionar las posturas del gobierno frente a las drogas, ilustra la importancia de analizar objetivamente asuntos sociales complejos.
El mito consiste en considerar que los derechos de propiedad intelectual son tan importantes como nuestros derechos a tener propiedad de castillos, coches o aceite de maíz. La propiedad intelectual debe estimular a los inventores a hacer la inversión necesaria para ofrecer sus productos a la clínica o al mercado. En realidad, con frecuencia las patentes en lugar de promover impiden la innovación: en el caso de los medicamentos se prolongan las patentes cuando están a punto de caducar, y las compañías compran las patentes de sus rivales para impedir que las trasformen en productos comerciales. Es más, los precios que se cobran, especialmente en el caso de los medicamentos, son con frecuencia muy superiores al costo de producción más un margen de ganancia razonable.
Los derechos de propiedad están empezando a permear cada una de las áreas de desarrollo científico. Incluso en las universidades la ciencia y la innovación financiadas con fondos públicos se privatiza y se le vuelve a vender al público a través de las patentes que adquieren las compañías con intereses comerciales. La tendencia a comercializar la ciencia se ha apoderado no solo de la investigación aplicada sino también de las investigaciones que están lejos de tener implicaciones prácticas, de forma que incluso la investigación más pura se ve afectada por la necesidad de obtener beneficios.
Por ejemplo, se estima que el 20% de los genes humanos han sido patentados o se ha solicitado su patente. El resultado es que la investigación sobre ciertos genes se limita a las compañías que son dueñas de las patentes, y las pruebas que los involucran se comercializan a precios exorbitantes. Pensamos que esto representa una amenaza importante para el desarrollo de la ciencia a favor del bien público.
Los frutos de la ciencia y de la innovación han alimentado durante años nuestra sociedad y economía, pero se excluye a las naciones y los más vulnerables que no saben como moverse dentro de nuestro marco regulatorio. Tenemos que encontrar formas de balancear las necesidades de la ciencia como industria con la demanda de quienes desesperadamente necesitan los productos de la ciencia.
Claramente es de vital importancia que continuemos protegiendo la ciencia y facilitemos que tenga éxito y alcance sus metas. La ciencia y los muchos beneficios que la ciencia nos ha proporcionado forman una parte muy importante de nuestra historia y produjeron grandes mejoras en el bienestar humano. Seríamos negligentes si no reconociéramos la importancia de la ciencia como industria y la inversión en la investigación como motor de desarrollo regional y nacional; pero contra estas preocupaciones económicas (individuales, nacionales o corporativas) se deben tener muy presentes los intereses públicos y de la humanidad, en el momento presente y también en el futuro. La ciencia como industria está en un periodo de bonanza, pero los beneficios de la ciencia tienen que ponerse a servicio del público de forma más eficaz y más barata.
Esto es especialmente importante en el mundo en desarrollo, donde no pueden pagar o no tienen acceso a los medicamentos que están disponibles en los países industrializados; y la ausencia de un mercado viable hace que no se desarrollen tratamientos para las enfermedades que afectan a los pobres. La desigualdad en el conocimiento convierte a los países en desarrollo en rehenes de los países tecnológicamente más avanzados para todas sus necesidades de salud y desarrollo, y limita su participación en la investigación que les permitiría corregir el desequilibrio.
Para que la ciencia siga avanzando, es necesario que el conocimiento que se genera sea distribuido amplia y generosamente. Los derechos de propiedad intelectual tienden a impedir el acceso al conocimiento y el intercambio de ideas que es esencial para la ciencia. Hasta ahora la propiedad intelectual lejos de estimular la innovación y la diseminación de los beneficios de la ciencia, con demasiada frecuencia impide el avance científico y limita el acceso a sus productos.
Un grupo de expertos internacionales que representan a diferentes disciplinas de conocimiento han publicado el Manifiesto de Manchester. Este documento explora estos problemas y señala posibles soluciones que podrían proteger más eficazmente a la ciencia, la innovación y el bien público. Solicita que todos los involucrados busquen nuevas formas de diseminar los resultados de la ciencia donde más se necesiten.
El manifiesto se encuentra disponible en: http://www.isei.manchester.ac.uk/TheManchesterManifesto.pdf