Entrevista con Gerald Posner, Autor de libros célebres sobre las finanzas del Vaticano o la muerte de John Kennedy, el principal periodista estadounidense de investigación publicó, pocos días antes de declararse la pandemia, Pharma. Allí, además de prever una epidemia global, describía cómo funciona un sector poderoso, no siempre regulado plenamente por las autoridades. En esta entrevista describe qué pasó con las vacunas en el último año y medio y qué puede pasar en el futuro. Aconseja a los Estados que estén preparados para nuevas disrupciones vinculadas a lo sanitario.
Dijiste que “el covid-19 es una lección en la vida real de lo que aprendieron los marcianos en ‘La guerra de los mundos’, de H.G. Wells. Podemos pensar que somos la especie más evolucionada y dominante del planeta. Presumimos de nuestra tecnología y conocimientos, viajando a la Luna y planeando ir a Marte. Pero el covid nos recuerda que no podemos controlar a los microbios, los organismos vivos más pequeños”. ¿Demuestra un fracaso del Antropoceno? ¿Es, como señaló más de un filósofo, el fin de una civilización?
Perdemos todo nuestro tiempo en esto. De vez en cuando nos centramos en el cambio climático o en lo que le hacemos al planeta y cuáles pueden ser los efectos a largo plazo. Pero en su mayor parte, a excepción de los expertos en enfermedades infecciosas a los que he entrevistado en los últimos años, la mayoría de la gente hasta el covid-19, hasta esta pandemia, no pensaba en que los microbios acabaran con todo, en la posibilidad de que pudieran hacerlo. Hay razones para que demos un paso atrás y pensemos en que somos vulnerables y en lo interconectados que estamos. Lo sorprendente de este coronavirus, de lo que escribo sobre una potencial pandemia bacteriana que también preocupa a muchos de los científicos, es que no le importa si sos argentino, estadounidense, británico o somalí.
Si tenés mil millones de dólares en el banco o no tenés dinero ni agua corriente. Nos infecta una suerte de igualdad de oportunidades. Lo hemos visto con virus mortales como el del VIH, que afectó a millones de personas en todo el mundo. Lo vemos ante el covid-19. Debemos mirar con mucho cuidado lo que hacemos, cuán preparados estamos para otra posible pandemia futura. Ni siquiera hemos salido de esta. Debemos reflexionar sobre qué oportunidades nos ofrecen la ciencia médica y los médicos para mejorar en el futuro.
No se puede comercializar. La penicilina es su propio producto. Cuando Jonas Salk inventó la vacuna contra la poliomielitis y el entrevistador Edward R. Murrow, un gran periodista de la CBS, le preguntó en una entrevista en los años 50: “¿Quién es el dueño del monopolio de la vacuna? ¿Quién tiene la patente sobre ella?”, contestó: “¿Quién podría ser el dueño del Sol? No tiene dueño, es para beneficio de todo el mundo”. Es algo que aparece en mi libro. Cuando salió y comenzamos la investigación sobre las vacunas, el gobierno de los Estados Unidos, los gobiernos europeos y otros dieron miles de millones de dólares del dinero de los contribuyentes a las compañías farmacéuticas para desarrollar una vacuna en una pista de carreras para ver quién podía llegar primero. Estábamos todos tan ansiosos por conseguir la vacuna que, como resultado, ningún gobierno quiso decir a estas compañías farmacéuticas, “queremos que compartan toda su información de investigación”.
Les permitimos desarrollar productos de los que obtuvieron beneficios individuales. Así es el capitalismo para la mayoría de los países. Está bien. Tienen derecho a obtener un beneficio justo. Pero hay otro aspecto de esto. Algunos países no pueden permitírselo. Incluso los países que no se manejan con el “América primero” de Donald Trump se preocupan por abastecer primero a su país. Cuando Sanofi, una empresa francesa, dijo que podría suministrar su vacuna a Estados Unidos primero porque le habían llegado miles de millones de dólares en dinero para investigación, el presidente francés, Emmanuel Macron, llamó al director ejecutivo y le exigió que abasteciera primero a Francia. Así que esto es un problema.
La pequeña empresa alemana que forma parte del empresariado de Pfizer tiene problemas en su país porque los alemanes no la consiguen tan rápido. Cada país quiere tener suficiente suministro para los suyos. La pregunta es: ¿cómo llega al Tercer Mundo y a las naciones en desarrollo? Y hay ideas para una distribución justa, pero no aplican. Fue una oportunidad perdida en muchos niveles, tanto geopolíticos como económicos.
Es muy importante que escuchemos a los funcionarios públicos de la salud aquí en los Estados Unidos con el doctor Fauci. Mi esposa es británica, escuchamos la BBC y vemos a los funcionarios de salud de allí, con Boris Johnson, hablando regularmente a la nación, y todos ellos hablan de la necesidad de lanzar la vacuna lo antes posible. Y felicitan a las empresas farmacéuticas por haberlo conseguido. Pero no están presionando a esas compañías farmacéuticas para que ofrezcan acuerdos o promesas a los países en desarrollo para enviar esas vacunas a un costo mucho menor.
El mayor tropiezo fue la vacuna Oxford que AstraZeneca había prometido dar a un costo cercano a cinco dólares por dosis o de tres a cinco dólares por dosis, dependiendo del país, frente a los veinte dólares por dosis de Pfizer, y menor complejidad de conservación. La de AstraZeneca pareció que iba a ser la vacuna elegida para su distribución en todo el mundo. Pero se topó con un bache tras otro de problemas, ya sea por errores en los ensayos o por la preocupación por los coágulos de sangre. Por lo tanto, no se logró lo esperado.
Esta vacuna es su salvación. Lo consiguieron con un solo golpe. Para Pfizer se trata de un flujo de ingresos multimillonario que puede continuar durante varios años si se necesitan vacunas de refuerzo u otras vacunas, pero es pequeño en comparación con sus ingresos totales. Lo mismo ocurre con Johnson & Johnson y algunas de las empresas más grandes, como Merck, que se involucrarán. Y aunque estén contentos de incluirlas como parte de su régimen, no cambia fundamentalmente la forma en que tienen que responder, una manera más abierta o filantrópica o más generosa con las naciones en desarrollo.
Hay una parte no contada de esta historia. Las compañías farmacéuticas hicieron muchas cosas buenas y desarrollaron muchos medicamentos buenos. Pero también se ganaron la reputación de cobrar precios a veces demasiado altos o de ocultar de los efectos secundarios los efectos adversos de sus medicamentos antes de que se hicieran públicos. Se han ganado una mala reputación en algunos ámbitos.
El covid-19 les brindó una rara oportunidad de cambiar esa dinámica, si fueran capaces de proporcionar no solo las vacunas que nos permitieran como planeta volver a una existencia precovid normal más rápido, y sin un afán de lucro, asegurándonos que se distribuye. No perder dinero, pero el “efecto halo”, el buen efecto, sería abrumador. Cambiaría de la noche a la mañana la imagen de muchos años en los que se las acusó de ser demasiado codiciosas o de no centrarse lo suficiente en salvar a los pobres. Perdieron esa oportunidad. Por la razón que sea, las personas que se encargan de sus relaciones públicas decidieron que no necesitan hacerlo, que pueden seguir obteniendo beneficios y salir casi indemnes. Tal vez lo consigan.
Partir del concepto básico de que si se produjera una pandemia, todos cooperaríamos como uno solo, sin derechos de propiedad intelectual. Nadie poseería el derecho sobre la vacuna, y compartiríamos los resultados y la distribuiríamos de forma equitativa, tan rápido como pudiéramos, a los países que la necesitaran. Pero cuando llegó el covid-19, todos olvidaron lo que habían firmado. Todo el mundo se olvidó de lo que había acordado en los últimos tres o cuatro años.
Los laboratorios siguieron buscando la vacuna y los líderes geopolíticos dijeron que se preocuparían de la cuestión cuando estuviese disponible. Como resultado, esta organización en Noruega fue dejada de lado. No tuvo ningún efecto real, para satisfacción de las compañías farmacéuticas, que preferirían tener sus propios derechos sobre las vacunas de marca y tomar el dinero de la investigación del gobierno.
En el primer borrador de ese proyecto de ley en el Congreso, había dos cláusulas incluidas. Una daba al gobierno federal poder real para decir que si el precio era demasiado alto, podía bajarlo para poder distribuirlas más ampliamente. La segunda propuesta decía: recibirán dinero, pero nadie tendrá los derechos de propiedad. Vamos a compartir la información. Una semana después, ese proyecto de ley de ocho mil millones de dólares fue aprobado por el Congreso y firmado por el presidente Trump. Pero esas dos cláusulas quedaron fuera. No es una cuestión de republicanos o demócratas. Ambos partidos estaban dispuestos a ceder ante las farmacéuticas.
La oportunidad de establecer las reglas básicas fue al principio, cuando se estaba dando el dinero. Se les podría haber puesto condiciones. Si se usa el dinero de los contribuyentes, hay que compartir la información. Ni siquiera lo hicieron por eso. Los líderes políticos de Estados Unidos y Europa podrían haber establecido las reglas. Pero nadie quiso hacerlo, desgraciadamente. No tuvieron la fuerza de voluntad para hacerlo.
Ahora hay una vacuna contra el herpes zóster. Pero en la mayoría de los casos, te ponés una de esas vacunas y durante décadas no se vuelve a pensar en ello. El virus de la gripe muta lo suficiente cada año como para que se desarrolle en tiempo muy rápido una vacuna que, si no evita que contraigas la gripe, la hará menos mortal. La enfermedad no será tan grave como sucede con el covid-19. La esperanza inicial era que con una o dos inyecciones bastaría. Pero ahora sabemos que habrá más variantes, como las de Sudáfrica o las que fueron descubiertas en el Reino Unido o en Brasil. Probablemente haya variantes ahora mismo de las que aún no somos conscientes. Un artículo médico en California habla de un virus con mutación doble. Sonaba como parte de una novela de ciencia ficción.
A medida que aparezcan, ajustarán las vacunas. Necesitaremos una vacuna de refuerzo, en algún momento, entre seis y nueve meses después de la vacuna, quizás un año. Como las variantes cambian, podemos tener un mal año de covid-19 en tres años. Puede que tengamos un par de años tranquilos, pero en ese lapso los países querrán almacenar un inventario de vacunas. Y en ese almacenamiento y la capacidad de mutar del virus, las vacunas serán una fuente de ingresos constante para las compañías farmacéuticas durante varios años.
Son los que están en contra de las vacunas o del gobierno central; tal vez son libertarios y no creen en el control gubernamental. Consideran, especialmente cuando los gobiernos empiezan a hablar de pasaportes de vacunas, que se podría necesitar un trozo de papel para poder entrar a un pub en Inglaterra o para viajar o para acceder a un estadio de fútbol. Lo ven como una forma de Gran Hermano, ese gran control gubernamental que imaginó George Orwell en 1984. Piensan que algunos gobiernos podrían utilizar la vacuna y el covid-19 para conseguir más de ese control. Cuando Bill Gates, que ha sido muy filántropo y ha gastado cientos de millones de dólares en la malaria en África, se convierte en un defensor de las vacunas, sospechan que debe tener algún interés financiero en ello, aunque no pueden encontrar nada más que gasta su dinero en eso. Y hay historias como que la vacuna te pone un chip con 5G o permite que te sigan en el futuro. O que la vacuna basada en el ADN consigue que el gobierno pueda seguirte donde vayas. Eso seguirá creciendo.
Al principio las encuestas de opinión pública mostraron en el verano de 2020 que más del 50% del público estadounidense tenía dudas sobre las vacunas. Pensaban que se habían precipitado, que fueron demasiado rápidas. No estaban seguros de ser los primeros en la fila. A eso se sumaban las teorías conspirativas. Hoy en día, esa cifra es de alrededor del 20%, porque la gente vio que se distribuyeron millones de vacunas. No hubo demasiados casos de efectos secundarios graves. Ese 20% tiende a bajar.
En China era no salir de la puerta de casa. Los negocios estaban cerrados. Los 30 millones del área extendida alrededor de Wuhan se cerraron como solo un gobierno militar puede realmente llevar a cabo un cierre. En Corea del Sur fueron capaces de obtener las empresas de telecomunicaciones en su país para proporcionar información sobre el uso del teléfono celular. Ahora es anónimo. Supuestamente no saben si sos vos o yo. Pero puede quedar registrado en un sitio de internet que alguien que fue a un supermercado determinado a una hora determinada dio positivo por covid-19. Y todos los demás cuyos teléfonos móviles estaban en esa zona son notificados de ello. Tuvieron un nivel de rastreo muy superior a lo hecho en los Estados Unidos o en la mayoría de los países donde no se quiere ceder ese nivel de libertades civiles al gobierno para que vigile los controles. Hay países que nos mostraron cómo lo hacen. Y es de una manera que no creo que Estados Unidos y democracias libres estén dispuestos a hacer.
En una pandemia, la salud pública se enfrenta a las libertades personales. No es una decisión fácil. Cada vez más hay manifestaciones en Europa, en Alemania y Dinamarca y otros lugares en Italia y en España contra las propuestas de nuevas encerronas [lockdowns] y máscaras. La gente está cansada y empieza a desobedecer. No es una decisión fácil qué hacer en estos casos.
Cuando se llega a un país como Argentina o Brasil o China, lo que fue la Unión Soviética y ahora Rusia, los Estados Unidos, se encuentra con geografías muy dispersas. Hay movimiento en el interior de esos mismos países. Se puede evitar que entre a la Unión Europea. No se permite el movimiento entre los países de América del Sur. Algo similar pasó en algún momento en Estados Unidos. Esos movimientos están prohibidos. Pero no se impide que alguien de Portland o de Detroit viaje a Florida y posiblemente a una zona caliente en Miami y luego la traiga de vuelta a su ubicación en Chicago o Atlanta. [Comentario de Salud y Fármacos: esta afirmación está equivocada, algunos estados han prohibido la entrada de ciudadanos de otros estados cuando en estos estados hubo un incremento muy alto de casos]
El virus se mueve en estos países más grandes de una manera que es mucho más difícil de controlar. Nadie merece una medalla de oro por hacer el manejo de la crisis. Pero algunos claramente lo hicieron peor. El país que más nos asustó fue Italia. [E Comentario de Salud y Fármacos: en Italia alguna provincia también prohibió la entrada de personas de otra provincia vecina que tenía un alto número de personas contagiadas] Vimos los estragos de infecciones de covid-19 por primera vez en un país. La tasa de mortalidad llegó al 10%. Vimos las noticias sobre el norte de Italia, con hospitales desbordados y la gente con dificultad para acceder a los respiradores y sin espacio suficiente. Pensamos que eso es lo que nos esperaría. No fue exactamente así, porque el sistema sanitario italiano tenía problemas particulares. Pero pensábamos que la situación de Italia nos llegaría a todos. Allí se generó un miedo mayor al covid-19.
Después, la administración mejoró mucho. Vos lo sabés muy bien por los años que llevás observando a los líderes políticos en el poder. Hablan desde un púlpito y pueden marcar el tono del país en un momento en el que la gente tenía miedo, querían escuchar más a los médicos y a los científicos necesariamente, que siempre tendrían la respuesta correcta. Necesitaban saber qué pasaba y Donald Trump aparecía en desacuerdo con los científicos. Esa pelea pública no está más. Con Biden, el mensaje y el esfuerzo parecen estar más cohesionados. Eso contribuye a la confianza.
A veces se convierten en parte de nuestro mundo y vuelven cada año y de forma nueva y mutante. O a veces cambian, y sí mutan y cambian para ser menos efectivos en su propagación y menos mortales. Es lo que sucedió en la primera década de este siglo. Algo análogo sucede ahora. A diferencia de 2009, lo que ocurrió en Italia en muchos aspectos fue que acabaron con una tasa de mortalidad del 10%, que fue lo preocupante. Pero ¿eso significa que los gobiernos no decidan que van a aprovechar este miedo y el covid-19 para ampliar leyes de control postergadas sobre sectores de la población? Absolutamente. Van de la mano. La gente suele pensar que es una conspiración. Piensan que el gobierno usa el miedo de la población para instituir un nuevo nivel de leyes del estilo “Gran hermano”.
El covid-19 no fue planificado para conseguir esto. Solo son oportunistas. No me cabe duda de que algunos gobiernos utilizarán esto más allá de lo razonable. En 2009, 2010, la tasa de mortalidad estaba en el 2% o menos. Fue mucho menos. Por ejemplo, el ébola no es muy contagioso. Esa es la buena noticia. La mala es que la muerte por ébola es espantosa. Parecería que se vive en una película de terror.
Si las muertes por covid-19 fueran tan espantosas, la gente tendría aún más miedo. Al ver qué significa esa horrible muerte por hemorragia, la gente se alarmaría aún más. El miedo les funciona a los gobernantes y a la industria. Se quiere preservar la propia vida y la de la familia y volver a la vida normal. Están dispuestos a renunciar a algunas libertades civiles e incluso a correr algún riesgo con las primeras vacunas. Debemos preguntarnos como sociedad cuándo nos sentimos lo suficientemente fuertes, independientes y seguros para decirles a nuestros líderes políticos “basta, no queremos más.
No queremos otra nueva capa de su capacidad para seguirnos cuando entremos en un restaurante, una cafetería, o cuando vayamos a ver a nuestra abuela, a nuestros nietos, una vez superada esa etapa de cobertura”. No sé cuándo llegará eso ni en qué país sucederá primero.
Hemos abdicado la responsabilidad en favor de la industria farmacéutica y del lucro. El covid-19 presentaba una oportunidad de negocio única en la vida para la industria farmacéutica. Pero no estaban esperando que apareciera. Tampoco lo hacen con la próxima pandemia. Pero una vez que ocurra, una vez que tenga lugar, una vez que seamos víctimas de la naturaleza, y esto ocurre cada setenta u ochenta años con un virus que salta de especie y luego se vuelve bastante infeccioso, se aprovecharán de ello, a menos que los gobiernos los limiten. Que apenas la OMS declare una pandemia, se juegue bajo otras reglas. Se trabajará en conjunto y no se obtendrán beneficios de esto. Se trata de aprender de la experiencia. No establecimos un modelo de lo que se debe hacer en el futuro.
Los accionistas de Pfizer, los de Merck, tienen responsabilidades. Pero en el otro extremo están los acuerdos de confidencialidad, la negativa a cooperar con los gobiernos en lo que consideran información que les pertenece. Es una forma en que el negocio de las vacunas fue diezmado. Escribo sobre esto en Pharma.
En el final de los años 70, parecía que estaba terminado en Estados Unidos. Habían lanzado 40 millones de inoculaciones de una vacuna para lo que temían que iba a ser un brote de gripe porcina, la misma gripe que fue epidemia de 1917. Gerald Ford era presidente. Dieron la vacuna a 40 millones de estadounidenses. Resultó que la gripe porcina no estalló y provocó una pequeña enfermedad cerebral neurológica en unas 5 mil personas. Pero las cuatro empresas implicadas, grandes compañías farmacéuticas, no quisieron dar los 40 millones de dosis al gobierno federal hasta que este accediera a eximirlas de cualquier responsabilidad ante cualquier acontecimiento o efecto adverso que resultara de la administración de la vacuna. Lo consiguieron.
Ahora consiguieron esa misma exención de responsabilidad para que la vacuna se administre rápidamente. Las pruebas se hicieron para aprobaciones de emergencia. Pero si alguien desarrolla una enfermedad neurológica rara o existen informes sobre media docena de coágulos de sangre, nunca se encontrará a una compañía farmacéutica que pague el costo. Los gobiernos son quienes pagan el costo. Los laboratorios tampoco tienen responsabilidad final por la posible responsabilidad en caso de que las vacunas causen problemas cuando se administren los cientos de millones de dosis pendientes.
La familia que hizo miles de millones de dólares, una de las familias más ricas de Estados Unidos, la familia Sackler, tiene 14 mil millones de dólares, según la revista Forbes, y los hizo a partir de la venta de esta droga opioide. También eran miembros del Partido Comunista en los años 50. Así que obviamente su altruismo del comunismo y su idea de que las cosas deben ser distribuidas para las masas a un precio muy bajo no les llegó a ellos. Al final se convirtieron en supercapitalistas. No siempre funciona así. Pero creo que lo que se hizo en términos de AstraZeneca tenía perfecto sentido para mí.
Soy abogado de profesión, escribo como periodista para ganarme la vida. Pero me formé como abogado y a menudo miro la letra pequeña. La letra pequeña de los comunicados de prensa de AstraZeneca afirmaba que no ganarían dinero durante la pandemia. Eso significa que van a ponerle precio al costo durante el tiempo en que el covid-19 se considere pandemia. Una vez que la Organización Mundial de la Salud diga que ya no es una pandemia mundial, y que entonces se convierte en una infección recurrente como la gripe y que la gente debería darse estas vacunas o variaciones de las vacunas durante años, entonces AstraZeneca podrá obtener beneficios con ello. Tienen derecho a hacerlo. No hay que esperar siempre que lo regalen. Pero la idea inicial de hacerlo fue fantástica.
Los viajes en avión son baratos, la gente va y viene de diferentes países. No se puede cerrar el país lo suficientemente rápido para evitar que salga el virus. Retuvieron la información, lo que nos retrasó a todos a la hora de manejar la situación. La otra cosa es que el penúltimo capítulo de mi libro se llama “La pandemia que viene”. Y aunque no habla obviamente del covid-19, se trata de que los infectólogos afirman que una pandemia vendrá cada dos o tres generaciones de bacterias o virus.
Lo comprendí desde el punto de vista de la ciencia y como periodista, lo que no aprecié fue el efecto secundario de lo que produciría en nuestro planeta, cómo nos puso a todos de cabeza. El efecto de freno del cierre sobre el sistema económico. Que dejaría a la gente sin trabajo en tantas industrias vinculadas al turismo, las altas cifras de desempleo, freno de las economías, los niños que no pueden ir a la escuela, el no contacto social, el aumento de la depresión, son efectos secundarios naturales esperables que subestimé.
El efecto de la pandemia no es simplemente el costo sanitario de lo que ocurre para los desafortunados que enferman, los que mueren, los que se infectan, los que tienen secuelas de covid-19. Está también lo que llamo la onda expansiva: tirar esta gran piedra en un estanque y ver cómo se extienden las ondas. A todos nos afectó de alguna manera. A nuestras familias e hijos, o por no poder ir al funeral de un ser querido o visitarlo en el hospital. Tuvo efectos que veremos durante mucho tiempo.
Me refiero a medicamentos para el estilo de vida, que son algunos de los medicamentos más vendidos de todos los tiempos. Uno de ellos es el Viagra. Ahora clasificamos como una condición médica la disfunción eréctil, que era algo vinculado al envejecimiento. Bajo esa clasificación, disfunción eréctil, los médicos cuentan con una categoría que pueden anotar para la empresa de seguro médico y pueden recetar un medicamento y así puede tener una vida sexual más vigorosa a los 70 u 80 años, lo que en otra época de la humanidad hubiera sido imposible.
Lo mismo con Allergan, que descubre originalmente un fármaco llamado Botox, que es el veneno botulínico. Suponían que funcionaría en el tratamiento de espasmos involuntarios oculares. Pero se descubrió que como efecto secundario tendía a disminuir las arrugas. El Botox es uno de los fármacos de ventas multimillonaria con fines cosméticos para hacer que la gente parezca un poco más joven.
Lo mismo sucede con los reemplazos hormonales para las mujeres que transcurrieron la menopausia. Se les dice que pueden seguir siendo más femeninas, que su cabello puede ser más grueso, sus uñas mejores, su piel mejor. Para los reemplazos hormonales, basta con llenar una receta. Hay una serie, de antidepresivos y ansiolíticos para las dificultades que plantea una vida difícil. Se quita el estrés con un sedante muy suave. Las compañías farmacéuticas lo vienen estudiando desde hace mucho tiempo. A medida que la población envejece, buscan las formas de decirles a los ancianos que no se preocupen si tienen una enfermedad o dolencia. Que existen fármacos vinculados al estilo de vida. Fármacos que los harán más vigorosos y jóvenes.
En eso son buenos. En la monetización de la enfermedad una vez planteado el escenario. Y es un poco lo que llamo triage. Un triage es una situación que aparece en un hospital de guerra o una sala de emergencias. Los médicos siempre tienen que tomar una decisión. Traen a alguien de un accidente de coche y a otro que ha recibido un disparo en un tiroteo y a otro que ha tenido un ataque al corazón. Todos llegan a la unidad de urgencias del hospital con cinco o diez minutos de diferencia. Hay que decidir cuál de ellos está peor y necesita un tratamiento más rápido. Las compañías farmacéuticas pueden estar desarrollando o produciendo un medicamento como el Viagra, y de repente aparece el covid-19. En ese momento todos los recursos se centran en la vacuna para eso, se convierte en la mayor prioridad y el mayor potencial de hacer dinero. Eso es lo que persiguen.
Con el sida todavía no tenemos una vacuna, pese a que salió a la luz desde finales de los años 70, principios de los 80. En el caso del ébola, solo se aprobó una vacuna en el año 2019. Ambos son virus. La única razón por la que fue tan rápido con el covid-19 es que habían comenzado esa investigación hace diez años, cuando tuvieron el primer H1N1. Y que el virus del covid-19 en sí mismo no es tan difícil ni complejo ni muta tan rápido como el VIH o el ébola. Dicho esto, una infección bacteriana es lo que pasó con la peste negra. Salta de las pulgas a los humanos. Te pican y esa infección bacteriana puede ser devastadora. Es como la meningitis, que se trata con antibióticos. Esa es la primera línea de defensa. No necesitamos una vacuna. El problema es que se distribuyeron los antibióticos de forma tan libre y barata a tanta gente que no los necesita para un resfrío o un dolor de garganta, que desarrollamos una resistencia a ellos.
Ante una nueva bacteria tendremos mucha resistencia a ellos y no nos servirán. Las compañías farmacéuticas añadieron y exacerbaron el problema al abandonar la mayor parte de su investigación y desarrollo de vacunas. Las vacunas se aplican pocas veces. ¿Por qué iban a gastar miles de millones de dólares en la búsqueda de un nuevo antibiótico cuando podían desarrollar un medicamento para el colesterol alto o para los ataques al corazón o para la diabetes, que se toma una pastilla cada día? Por eso abandonaron la investigación sobre antibióticos. Nos dejaron un agujero. Tenemos resistencia a los antibióticos. Si se desarrollara un patógeno bacteriano nuevo en el mundo, estaríamos en graves problemas.
En las pruebas de esos fármacos se darán cuenta de que tienen efectos secundarios. Como en el ejemplo de Franzen de la mujer en el crucero que toma una droga para el mareo y luego se vuelve adicta y comienza a usarla como una droga. Los laboratorios lo ven como una droga de entrada. Dicen que introducen un medicamento para controlar el azúcar o para el dolor de espalda. Pero saben los efectos secundarios que tendrá en la gente que lo usa regularmente. No hay mejor ejemplo de ello que los fabricantes de opioides en Estados Unidos, entre los que se encuentran algunos de los más grandes, como Johnson y Johnson. Se dieron cuenta de que uno de los problemas del uso regular de opioides para aliviar el dolor crónico era el estreñimiento. Y esas empresas desarrollaron entonces medicamentos recetados para aliviar el estreñimiento.
Las empresas se dieron cuenta de que podían ganar dinero incluso con los efectos secundarios de sus medicamentos. Buscar un beneficio no está mal. Pero las compañías farmacéuticas no nos venden neumáticos o muebles o un nuevo y maravilloso diseño para una cocina. Están en la intersección de la salud pública y nuestra seguridad. Y como resultado, porque tienen que hacerlo, se vinculan con los médicos, que lo hacen con un mayor nivel de transparencia y honestidad. No es siempre el caso, por desgracia.
Con Pharma descubrí esto haciendo este trabajo durante cinco años. Es muy complejo, y hay tantos aspectos diferentes que dependen incluso de cada fuerza política. Cada país tiene su propia cuestión geopolítica. Son empresas multinacionales, y esa complejidad funciona en su beneficio. Comprendés esto por ser no solo editor, sino un autor. Escribiste muchos artículos y libros. Cuanto más compleja es la cuestión, más difícil es explicarla no solo al ciudadano medio, sino también a los dirigentes políticos. Muchos se encuentran ante contextos que piensan que son inarreglables. ¿Cómo arreglamos los altos precios? ¿Qué hacemos con las drogas que se volvieron demasiado adictivas? No hay una solución sistémica fácil, pero la complejidad beneficia a la industria, que la utiliza en gran parte para poder contar con menos regulación de la que debería.
¿Por qué nos encontramos de repente cuando estalla el virus con una escasez de recursos? ¿Por qué salimos a buscar a toda velocidad respiradores que deberían estar disponibles para hospitales? ¿Por qué los médicos en las salas de emergencia que están tratando a los pacientes con covid-19 no contaron con suficiente protección para que no se infectaran ellos mismos? Por lo tanto, como periodista, digo que en el futuro debemos asegurarnos de tener esas reservas. Contemos con un equipo de protección adicional, el EPP, con respiradores y todo lo demás, para que si tenemos otro brote viral estemos preparados al menos para tratarlo en los hospitales y clínicas desde el principio.
El problema es que en todos los países estamos apretados en cuanto al gasto de los gobiernos en causas médicas. El gasto médico es uno de los mayores de los gobiernos. Se le hacen recortes continuos. Se busca ahorrar dinero. No conozco ningún gobierno que diga que gastará dinero extra en construir una reserva de bienes y material que puede que no utilicemos hasta dentro de veinte o treinta años. Pospondrán la decisión hasta la próxima pandemia. Entonces se encontrarán en la misma situación de ahora. Se preguntarán cómo llegaron hasta aquí. ¿Por qué no estábamos preparados mejor? Pero no gastarán dinero en algo que no van a usar en el futuro. Y es una pena. La ONU no puede convencerlos de lo contrario.
Todos observamos con atención lo que ocurría en Suecia. Tuvieron un sistema mixto, que yo llamo de bloqueo, muy ligero. Estaban dispuestos a sacrificar mucho, un mayor número de los que están en casas de reposo y residencias de ancianos y los mayores de 65 y 70 años. Tienen una tasa de mortalidad más alta que cualquiera de sus vecinos nórdicos. Pero no tuvieron una propagación desenfrenada de la enfermedad. Anduvieron en algún punto intermedio. Hay que asumir como país que no se buscará la vacuna tan fuertemente, pero se permitirá que el virus se extienda un poco más y más gente muera. No creo que muchos líderes políticos tengan el valor para tomar esa decisión, aun si fuera la opción correcta.
Sanjay Gupta, respetado médico que lo ha entrevistado en la CNN, tiende a pensar lo mismo. No sé si eso es lo que finalmente se demostrará. No importa qué, no importa cuál sea su origen, si fue de especies saltantes y vino de un mercado en Wuhan, si vino de un laboratorio o de donde sea, incluso si vino de otro país y alguien que era chino volvió a visitar a sus parientes en China desde Italia, si descubrimos dentro de dos años que empezó en Italia, el primer brote fue en Wuhan. No importa lo que hayan hecho: seguro fue desafortunado porque no fueron lo suficientemente abiertos en permitir a la comunidad médica y científica internacional entrar y monitorear ese brote desde el principio. De eso no hay dudas en cuanto a lo que ocurrió con el brote chino.
Producción: Pablo Helman, Debora Waizbrot y Adriana Lobalzo.