Según un estudio reciente [1] las infecciones multirresistentes son especialmente graves y costosas entre la población de adultos mayores. En 2017, los estadounidenses de 65 años o más representaban el 15% de la población [2], y el 40% de las muertes por infecciones que no responden a tratamientos [1,2]. El 80% de estas infecciones se contrajeron fuera de los hospitales y de los asilos de ancianos.
En EE UU, en 2017, hubo casi 12.000 muertes por infecciones con patógenos multirresistentes, que costaron casi US$1.900 millones al sistema de salud. Para poder controlar la aparición de resistencia antimicrobiana hay que reducir el uso innecesario e inapropiado de antibióticos en todos los establecimientos de salud; y a la vez hay que fortalecer la I+D en antibióticos nuevos.
Un informe del CDC publicado en 2019 con datos de 2017 [3] identificó las bacterias que representaban una mayor amenaza para el desarrollo de resistencias. Dos de las bacterias más graves fueron el acinetobacter, un grupo de gérmenes que causan infecciones en la sangre y el tracto urinario, así como neumonía, y las enterobacteriaceae, una familia de bacterias gramnegativas que incluye varios patógenos como la salmonela. Ambos tipos de bacterias son resistentes a los antibióticos carbapenémicos.
Sin embargo, la mayoría de las infecciones documentadas en el estudio [1] involucraron otras amenazas graves, como Staphylococcus aureus resistente a la meticilina, (SAMR), que se propaga tanto dentro como fuera de las instalaciones de atención médica y puede causar varias enfermedades, como neumonía e infecciones de la piel y del torrente sanguíneo. Muchos medicamentos de primera línea recomendados basados en pautas de práctica establecidas ya no funcionan.
La preocupación por la resistencia antimicrobiana se ha ido agudizando. Un informe del Reino Unido estimó que para el 2050, las infecciones resistentes al tratamiento habrán matado a 10 millones de personas [4]. Esto también tiene consecuencias para la economía.
Desde 2017 se han aprobado 11 antibióticos nuevos, pero nueve de ellos ofrecen beneficios limitados sobre los tratamientos existentes, ya que los microorganismos han desarrollado resistencia a esas clases de medicamentos [5].
Durante la última década, varias grandes empresas farmacéuticas han abandonado la I+D en antimicrobianos porque son productos que no generan grandes ventas. Recientemente, casi dos docenas de grandes fabricantes de medicamentos prometieron US$1.000 millones para crear el Fondo de Acción para Combatir la Resistencia Antimicrobiana. Su plan es adquirir o invertir en pequeñas empresas que puedan desarrollar de dos a cuatro nuevos antibióticos para 2030. El esfuerzo cuenta con el respaldo de la Organización Mundial de la Salud y el Banco Europeo de Inversión. Algunos expertos consideran que este esfuerzo no será suficiente.
Otros actores están explorando estrategias para subsidiar la I+D de antibióticos para que no resulten tan caros a las empresas, o para asegurarles un mercado que les permita recuperar su inversión. Mientras todo esto sucede hay que establecer sistemas para prevenir y monitorear el uso de antibióticos y el desarrollo de resistencias. Además, se deberían implementar medidas para mejorar la prescripción de antibióticos especialmente en los hogares de ancianos.
Referencias