En el mundo hay mucha gente que tiene dolor crónico, sobre todo entre las personas mayores; sin embargo, los mecanismos moleculares que facilitan que el dolor agudo se cronifique son poco conocidos, lo que impide desarrollar tratamientos apropiados. Un gran número de investigaciones sugiere que la inflamación crónica contribuye al dolor crónico, por lo que muchos especialistas en dolor se han centrado en combatir la inflamación desde el primer signo de lesión, apagando la respuesta inmunológica antes de que se descontrole.
Ahora, Statnews [1] informa sobre los resultados de un estudio publicado en Science Translational Medicine [2], que refutan esta teoría y sugieren que la inflamación inicial es necesaria para que el cuerpo se recupere y evite la cronificación del dolor. De ser cierto, podría significar que los protocolos de hace décadas para tratar el dolor con esteroides intravenosos en el hospital o con aspirina e ibuprofeno en casa son contraproducentes, aumentando el riesgo de que los pacientes desarrollen dolor crónico.
A continuación, resumimos la nota de Statnews [1], que advierte que, por tratarse de una teoría radical, es probable que no sea aceptada rápidamente. Uno de los revisores del articulo recomendó que no se publicara hasta que un ensayo clínico aleatorio y controlado comprobara que los pacientes agudos que reciben antiinflamatorios tienen más probabilidades de desarrollar dolor crónico que los que recibieron placebo.
También es posible que la teoría solo funcione para cierto tipo de dolor. Pero, si se confirmase la teoría, la solución es fácil, lo único que habría que hacer es tratar el dolor con analgésicos que no son antiinflamatorios, como el paracetamol o acetaminofén.
Los autores del estudio recogieron sangre de 98 pacientes con dolor lumbar y los siguieron durante tres meses. Con la ayuda de Marc Parisien, biólogo computacional de McGill, utilizaron una tecnología llamada RNAseq, con la que los investigadores secuenciaron todo el ARN del interior de una célula inmunitaria (análisis transcriptómico), tanto de los pacientes en los que se resolvió el dolor en la última visita como en los que no.
La RNAseq revela qué genes de una célula están activos, lo que constituye la mejor representación de lo que ocurre en el interior de la célula en un momento dado. Los investigadores esperaban que las células de los pacientes que desarrollaron dolor crónico estuvieran llenas de actividad, señal de que hay un proceso de enfermedad en marcha. En cambio, las células de los pacientes crónicos estaban en silencio, “como muertas”. Por otra parte, las células inmunitarias de los pacientes que habían dejado de tener dolor estaban en plena ebullición. Más de la mitad de su genoma cambió de expresión. “Tienen un proceso inmunológico masivo en marcha”, dijo la autora principal.
Ésa fue la primera sorpresa: en lugar de que algo estuviera yendo mal en los pacientes que desarrollan dolor crónico, algo iba bien en los que no tenían dolor. ¿Pero qué pasaba?
Otros análisis mostraron que los genes que estaban activados en los pacientes que no desarrollaron dolor crónico estaban implicados en la inflamación. Las células primero regulaban la inflamación y luego la reducían rápidamente. Eso sugería que la inflamación era protectora.
Uno de los investigadores procedió a realizar estudios en los que lesionaba a los ratones y a un grupo les daba un antiinflamatorio de venta libre, a otro grupo dexametasona por vía intravenosa y a otro grupo solución salina.
Los ratones que recibieron un antiinflamatorio sin receta o dexametasona mostraron inicialmente menos síntomas de dolor que los ratones que recibieron la solución salina. Pero al cabo de unas semanas, la mayoría de los ratones tratados con solución salina experimentaron una remisión completa del dolor. En cambio, los ratones que recibieron antiinflamatorios seguían estremeciéndose cuando se les tocaba la pata.
“Tardaron 150 días en resolver su dolor en lugar de dos semanas”, dijo Daitchenko, la autora principal.
Para confirmar que los antiinflamatorios pueden tener realmente este efecto debilitador, los investigadores acudieron al Biobanco del Reino Unido, una enorme base de datos de pacientes diversos, y analizaron a los pacientes que declaraban tener dolor agudo. De hecho, descubrieron que aquellos que habían tomado un antiinflamatorio tenían alrededor de un 75% más de probabilidades de desarrollar dolor crónico. Ningún otro tipo de analgésico, incluido el acetaminofén (paracetamol), mostró una correlación similar.
Estos resultados no son definitivos, pero todo parece indicar que la inflamación es un arma de doble filo. Los autores están ahora tratando de poner en marcha el ensayo clínico aleatorio que sugirió el revisor de su artículo.
Referencias