Innovación

Los precios de los medicamentos nuevos, especialmente los que se utilizan para tratar enfermedades raras o el cáncer, se han disparado. No es raro que un tratamiento oncológico cueste más de US$100.000 por persona y por año. Al mismo tiempo, la eficacia y el valor terapéutico de muchos de ellos es incierta, porque con frecuencia se aprueban en base a criterios de valoración indirectos o subrogados. Como estrategia para compatibilizar el deseo de que los pacientes accedan a los medicamentos que les ofrecen alguna esperanza, el elevado precio de estos medicamentos y la incertidumbre de su impacto en la salud del paciente, en muchos países se han empezado a usar los acuerdos de entrada gestionada o Managed Entry Agreements, incluyendo el Reino Unido, Italia, Suiza, Francia y Australia.

Un artículo recién publicado discute, en base a la literatura, si estos contratos reducen el gasto farmacéutico. A continuación, resumimos los puntos más importantes [1].

Según Organización Mundial de la Salud, los acuerdos de entrada gestionada son acuerdos entre un fabricante y un pagador que permiten acceder a tecnologías de salud bajo ciertas condiciones específicas. Los principales acuerdos de entrada gestionada son los financieros y los basados en los resultados clínicos, o una combinación de ambos.

Los acuerdos de entrada gestionada de tipo financiero tienen como objetivo contener los costos y facilitar la asequibilidad de un producto, independientemente de su resultado de salud del paciente (por ejemplo, limitan el precio/volumen total a adquirir u ofrecen un descuento a menudo confidencial). Los basados en resultados tienden a vincular los esquemas de reembolso/pagos al efecto del medicamento en los pacientes.

La evidencia existente hasta el momento no parece apoyar la idea de que estos acuerdos de entrada gestionada resulten en ahorros importantes para el sector público. Hasta ahora solo se ha documentado que ahorren una proporción muy baja de los gastos incurridos.

Este aparente fracaso podría deberse a las dificultades para establecer los umbrales clínicos, las medidas de resultados en salud y el tiempo que debe transcurrir antes de hacer la evaluación; además todos estos elementos se determinan cuando se empiezan a comercializar los productos y todavía hay mucha incertidumbre sobre la eficacia clínica del tratamiento.

Otra razón es que muchos países incluyen como un elemento importante en su negociación los precios de referencia externos (los precios de los medicamentos en otros países económicamente similares). El problema es que en general, los precios de referencia son precios de lista oficiales en lugar de los precios netos reales que se pagan y se utilizan en los acuerdos de entrada gestionada. Además, si bien las empresas deben presentar informes sobre la evidencia que vaya surgiendo en unos periodos establecidos, los pagadores suelen aceptar prórrogas y renovar los acuerdos sin que las empresas enfrenten ninguna consecuencia.

Entre las soluciones se sugiere que los acuerdos de entrada gestionada se apliquen con cautela y con un conjunto de reglas claramente definidas, en términos de resultados de salud relevantes; ser más estrictos con la adherencia de las empresas a proporcionar nueva evidencia de acuerdo a un calendario determinado, y hacer un seguimiento más cercano.

Los autores animan a los países que han introducido este tipo de contratos a analizar su impacto financiero, para entender mejor las ventajas que ofrecen. También recomiendan que, en ausencia de transparencia, los países consideren excluir los precios de referencia externos como un determinante de la negociación de precios.