La industria farmacéutica británica tiene mucho de lo que enorgullecerse, pero los intereses de la industria, de los pacientes y de un NHS (Servicio Nacional de Salud) sostenible no siempre coinciden y pueden ser totalmente opuestos. Hace casi 20 años, el informe del comité especial parlamentario de salud en el Reino Unido, sobre la influencia de la industria farmacéutica fue condenatorio. “El sistema regulador, la profesión médica y el gobierno”, concluía el comité, “han fracasado en su intento de garantizar que las actividades de la industria estén más en sintonía con los intereses de los pacientes y el NHS”.
En lugar de desencadenar una mejora, las dos últimas décadas han propiciado deliberadamente menos cautela y más participación de la industria. Cada vez se priorizan más los intereses de la industria sobre la toma de decisiones basadas en la evidencia, poniendo en riesgo la atención sostenible y segura del paciente y dificultando el control de los precios de los servicios de salud. En medio de la propaganda sobre la innovación farmacéutica, la aceleración del acceso a nuevos medicamentos y la “recuperación del control” tras el Brexit, el histórico veredicto del comité especial de salud se ha borrado de la memoria.
Se espera que organismos como el Instituto Nacional para la Salud y la Excelencia de los Servicios de Salud (NICE o National Institute for Health and Care Excellence) y el Comité Nacional de Cribado del Reino Unido (UK National Screening Committee) tomen decisiones basadas en la rentabilidad, independientemente de las prioridades políticas y las presiones por parte de la industria. Junto con la Agencia Reguladora de Medicamentos y Productos Sanitarios (MHRA o Medicines and Healthcare Products Regulatory Agency), estos organismos deben anteponer los intereses de los pacientes y los ciudadanos. Sin embargo, actualmente muchos programas e iniciativas de atención médica se diseñan en colaboración con la industria y eluden o acortan el debido proceso y escrutinio. Las reuniones entre la industria y los ministros de salud en relación con el Brexit promovieron “las nuevas libertades regulatorias del Reino Unido” para apoyar a los medicamentos innovadores. La aprobación apresurada por parte del gobierno de productos de la industria, sin suficiente información para que se puedan someter al escrutinio público, también se convirtió en un fenómeno global durante la pandemia de covid-19.
Un sistema regulador que en su día fue aclamado internacionalmente y que inspiraba gran confianza se ha convertido en una vía interna rediseñada para que las empresas farmacéuticas se enriquezcan. El Reino Unido no es el único que ha cometido estos errores.
Solicitamos una revisión urgente, sólida e independiente de los vínculos que existen entre la industria farmacéutica y el NHS. Pedimos un sistema que haga lo que el comité de salud exigió hace dos décadas: “garantizar que las actividades de la industria estén más en sintonía con los intereses de los pacientes y el NHS”. Pedimos que se ponga fin a la captura del gobierno y de los servicios de salud por parte de la industria. Un sistema que apoye intervenciones rentables y basadas en la evidencia beneficiará a los contribuyentes frente a los intereses particulares. En vísperas de las elecciones generales, ¿hay algún partido político lo bastante valiente como para comprometerse a llevar a cabo una revisión de este tipo y actuar en función de sus hallazgos en pro del interés público?