Núria Homedes
Se estima que en el mundo se utilizan unas 12.000 millones de jeringas al año. El riesgo asociado a la mala utilización de inyectables se conoce desde las primeras décadas del siglo veinte, cuando en Inglaterra se asoció la aparición de un brote de malaria entre soldados al haber recibido inyecciones para el tratamiento de la sífilis. Posteriormente se fueron documentando otros casos y se determinó que para evitar la transmisión de enfermedades no era suficiente cambiar la aguja sino que también había que cambiar la jeringa. Finalmente, la OMS recomendó que para cada inyección, incluyendo la administración de vacunas, se utilizase una jeringa y una aguja estériles.
En los países industrializados, la aparición en el mercado de las jeringas y agujas desechables solucionó gran parte de la iatrogenia asociada a la administración de inyectables; aunque eventualmente ocurren accidentes por manipulación inadecuada de jeringas estériles, o por el trato que se les da a las ya utilizadas. La situación es muy diferente en los países en desarrollo, donde la OMS estima que entre 50 y 66 por ciento de las inyecciones ponen en riego de infección al paciente. Además de que un porcentaje muy alto, que en algunos casos llega hasta el 80 por ciento, de las inyecciones que se administran se consideran innecesarias. Desafortunadamente son pocos los estudios que sobre este tema se han hecho en América Latina, pero la información existente y las observaciones en las visitas de campo parecen indicar que la situación es muy parecida.
El problema del uso de las inyecciones en América Latina es complejo. Hay quien piensa que la tecnología puede solucionarlo y confían que las jeringas autodestruibles serán la solución, ya que no podrán ser reutilizadas. Sin embargo, nosotros no somos tan optimistas, el problema de las inyecciones en el mundo en desarrollo va mas allá de lo mecánico (y hay pocas cosas mecánicas que resistan el ingenio latinoamericano), tiene que ver, entre otras cosas, con la preferencia por las inyecciones, con los sistemas de compra y distribución de suministros a establecimientos de salud, con la organización de los servicios, con la existencia de inyectores que no tienen ningún entrenamiento, y con el desabastecimiento de sistemas de disposición de equipos usados. La historia tampoco esta del lado de los optimistas. La introducción de las jeringas desechables sí le sirvió a los países industrializados pero, esas mismas, en América Latina sin ir acompañadas de la capacitación necesaria, con un sistema deficiente de suministros para el sector público, con un costo elevado para el bolsillo de los usuarios no hicieron mas que perpetuar el problema dando una falsa imagen de mayor seguridad.
Parecería que en un contexto en que se abusa de las inyecciones, cualquier estrategia encaminada a mejorar la utilización de inyectables debería empezar por intentar reducir el número de inyecciones que se administran. Esto debería ir precedido de documentar más claramente las causas de sobre utilización, tanto por parte tanto de los pacientes como por parte de los proveedores de servicios de salud. Hay anécdotas que sugieren que los pacientes prefieren los inyectables porque les atribuyen aspectos mágicos. Otros han sugerido que la percepción de la calidad del profesional está, hasta cierto punto determinada, por su capacidad de inyectar. Lo cierto es que es difícil organizar un programa de educación y concienciación efectivo si no se conocen este tipo de datos.
Simultánea o subsecuentemente habría que ver como se utilizan los inyectables tanto en el sector médico formal como por los inyectores- o practicantes sin entrenamiento, y las razones que les llevan a adoptar prácticas poco seguras. Las razones pueden ser múltiples, puede ser desde ignorancia hasta por problemas de abastecimiento, o de tecnología; pero sólo identificando los problemas concretos se pueden visualizar las soluciones efectivas.
La buena noticia es que los problemas asociados al uso de inyectables son solucionables, es solo cuestión de identificarlos mejor y adoptar la medidas correctivas adecuadas. Es por eso también que la implementación de soluciones es impostergable.