La falsa pandemia
Joan Ramón Laporte
El Periódico, 14 de abril, 2010
http://ow.ly/1ydf6
La gripe estacional provoca 250.000 muertes anuales en el mundo, pero la del 2009 solo ha causado 17.700
A pesar de su repercusión en los medios de comunicación, a pesar de su dimensión sociológica, política, institucional y comercial, y a pesar de su alcance global, la gripe del 2009 no ha sido un fenómeno sanitario significativo. De abril a noviembre se difundieron mensajes alarmistas, deformados y falsos, se manipularon instituciones y se convirtió el debate en un concurso de ataques personales sin contenido científico.
Se ha exagerado la enfermedad
Poco antes de la aparición del nuevo virus, la Organización Mundial de la Salud (OMS) había modificado la definición de pandemia, de manera que ya no era necesario que hubiera víctimas mortales. Ahora sabemos que esta modificación pudo haber sido influida por las compañías fabricantes de vacunas.
Habitualmente la gripe estacional causa unas 250.000 muertes anuales en todo el mundo. La del 2009 ha causado solo 17.700.
Los alarmistas dicen que esto es muy fácil decirlo a toro pasado. Lo que no dicen es que esto ya se intuía en mayo, se sospechaba en agosto, y se sabía a finales de septiembre, dos meses antes de que se iniciara una campaña de vacunación surrealista.
A pesar de que los casos graves de gripe del 2009 se han concentrado en gente relativamente joven (40-60 años), el número total de personas con enfermedad grave ha sido más bajo que nunca, también entre los jóvenes. Además, la gripe del 2009 ha desplazado a la gripe estacional, de manera que ha
habido menos casos que nunca de enfermedad gripal. Un estudio reciente indica que la gripe del 2009 ha sido una enfermedad tan leve, que solo una de cada 10 personas afectadas se sintió enferma y fue al médico.
Se han exagerado las bondades de fármacos y vacunas
En mayo el Butlletí Groc advertía que el oseltamivir (Tamiflu) y el zanamivir (Relenza) son medicamentos sustancialmente ineficaces. No obstante, se anunciaron compras masivas y se estableció una «reserva estratégica», que se puso en manos del Ejército.
El 12 de diciembre, cuando la ola epidémica estaba terminando, el British Medical Journal informó de que la eficacia de Tamiflu es incierta: la compañía fabricante solo había hecho públicos los resultados positivos de los estudios con el fármaco. Un parlamentario británico comentó que el Tamiflu sobrante se podría usar para asfaltar carreteras.
Como dice el profesor Tognoni, hoy se puede afirmar que el fracaso de la vacuna es total. En Europa se vacunó a un 10% de las personas que se pretendía vacunar. Ha sido tan sonado, que los estados europeos ahora quieren recuperar el dinero malgastado, y no han tenido mejor idea que enviar la vacuna a países en vías de desarrollo, con el fin de intentar, como mínimo, pasar por solidarios, y no como meros ingenuos.
Declarar una emergencia comporta una especie de militarización de algunos procedimientos que son fundamentales para defender la salud de los ciudadanos. Se abandonan los criterios y mecanismos de evaluación y control (en este caso de los medicamentos), que tantos años ha costado consensuar y construir. La declaración de pandemia por la OMS determinó que la Agencia Europea de Medicamentos aplicara un mecanismo de «circunstancias excepcionales» para aprobar las nuevas vacunas y nuevas indicaciones y condiciones de uso de los antivíricos. Según este procedimiento, el fabricante se responsabiliza de demostrar la eficacia y la seguridad de la vacuna después de que haya sido comercializada. En otras palabras: el regulador declara que desconoce la eficacia y la seguridad de los productos que aprueba por este procedimiento.
Emergencia injustificada de salud pública, compra y almacenamiento de reservas estratégicas de antivíricos y vacunas, despilfarro de recursos en un periodo de graves problemas de financiación para el sistema de salud, recomendaciones injustificadas: esta ha sido la pandemia del 2009. Lo peor es que los responsables, satisfechos de lo que han hecho, dicen frívolamente que más vale equivocarse por demasiado que por demasiado poco, y se preparan para una nueva campaña el año que viene. Veremos si alguien les escucha el día que llegue una enfermedad verdaderamente grave.