PRESCRIPCIÓN, FARMACIA Y UTILIZACIÓN
Investigaciones
Falta de pruebas sobre la efectividad de medicamentos para la demencia
Salud y Fármacos
Peter J. Gordon, autor de una carta dirigida al BMJ, es un psiquiatra que participó en la cumbre sobre demencia del G8 que tuvo lugar en Londres (Reino Unido) en diciembre de 2013 y donde se reflejó la preocupación de occidente por el avance global del Alzheimer [1]. El principal propósito de la cumbre fue “crear tratamientos modificadores de la enfermedad que traten de parar, enlentecer o revertir la condición” [2]. Peter J Gordon había dado una charla interactiva unos meses antes abordando la cuestión “¿Qué entendemos por enfermedad de Alzheimer?” [3]. Así que aprovechó su intervención en la cumbre para hacer una reflexión crítica en torno a los tratamientos farmacológicos actualmente disponibles.
En su presentación en la cumbre Peter J Gordon hizo una revisión actualizada de las pruebas científicas disponibles en torno a los fármacos “anti-demencia” y concluyó que “no existen pruebas concluyentes de que estos fármacos consigan modificar el curso de la enfermedad o mejoren algún resultado” [3].
A la audiencia de la cumbre le sorprendió los resultados y conclusiones expuestos y así se lo hicieron saber al conferenciante al finalizar su intervención. Le comentaron que la “idea imperante” era que estos fármacos sí conseguían modificar el curso de la enfermedad y que esto era lo que les comunicaban a sus pacientes.
Los expertos mundiales que asistieron a la cumbre sobre demencia del G8 ratificaron que no hay evidencia alguna de que los fármacos puedan modificar el curso de la enfermedad, y la directora general de la OMS, Margaret Chan, resumió esta idea para el G8 con la siguiente expresión: “En términos de curación, o incluso de tratamientos que puedan modificar el curso de la enfermedad, se puede decir que estamos con las manos vacías” [5].
Peter J Gordon, en su carta al BMJ se pregunta si su profesión (psiquiatría) quizás no se haya guiado por la evidencia sino por “deseos y mitología”. No entiende el fenómeno y no entiende por qué motivo la información que se termina dando al paciente está tan alejada de la verdad. Según refiere en la carta “Además se me ocurre que ni la industria, ni los políticos ni los líderes nacionales parece que hayan hecho nada para corregir esta “idea imperante”, al menos mientras estos fármacos estuvieran protegidos por sus patentes” [6]. Y termina la carta diciendo “Nuestros pacientes merecen algo mejor. Se merecen la verdad. Todos nosotros necesitamos tomarnos más en serio esa idea elevada y querida que es el consentimiento informado”.
Referencias