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PRESCRIPCIÓN, FARMACIA Y UTILIZACIÓN

Prescripción

Antibióticos. El medicamento de la obesidad (The fat drug)
Pagan Kennedy
The New York Times, 8 de marzo de 2014
http://www.nytimes.com/2014/03/09/opinion/sunday/the-fat-drug.html?_r=0
Traducido por Salud y Fármacos

Si entra en un almacén para abastecer granjas, es muy probable que encuentre una bolsa de antibióticos en polvo que dicen que sirve para impulsar el crecimiento de las aves de corral y el ganado. Esto se debe a que las décadas de investigación agrícola han demostrado que los antibióticos parecen accionar un interruptor en el cuerpo de los animales jóvenes, lo que facilita que suban de peso. Los fabricantes se jactan del efecto milagroso que tiene la alimentación con antibióticos sobre el crecimiento de los pollitos y los terneros lactantes. Viejas revistas agrícolas explican cómo estos medicamentos pueden actuar como una especie de súper alimento para producir carne barata.

Pero ¿y si esa carne somos nosotros? Recientemente, un grupo de investigadores médicos han comenzado a preguntarse si los antibióticos pueden causar la misma promoción del crecimiento en los seres humanos. Nueva evidencia muestra que la epidemia de obesidad en EE UU podría estar relacionada con nuestro elevado consumo de estos medicamentos. Pero antes de llegar a esas conclusiones, es útil remontarse a los inicios, a 1948, cuando los medicamentos milagrosos eran nuevos – y lo grande era hermoso.

Ese año, un bioquímico llamado Thomas H. Jukes se maravilló al ver una pizca de polvo dorado en un vial. Era un nuevo antibiótico llamado aureomicina, y el señor Jukes y sus colegas de los laboratorios Lederle sospechaban que se convertiría en un éxito en ventas, un medicamento que salvaría vidas. Pero también tenían la esperanza de encontrar otras maneras de beneficiarse de ese polvo. En ese momento, los científicos del laboratorio Lederle habían estado buscando un aditivo alimentario para animales de granja, y el señor Jukes creía que la aureomicina podría ser lo que andaban buscando. Después de criar polluelos con comida mezclada con aureomicina y con el puré ordinario, se dio cuenta de que los antibióticos impulsaron el crecimiento de los pollitos; algunos de ellos llegaban a pesar dos veces más que los que estaban en el grupo de control.

El Sr. Jukes quería más aureomicina, pero sus jefes le obligaron a interrumpir los experimentos porque había una gran demanda de ese medicamento para tratar enfermedades humanas. Entonces se le ocurrió una solución novedosa. Buscó entre las basuras que desechaba el laboratorio y recuperó algo de la suspensión que queda después de la fabricación de la droga. Él y sus colegas utilizaron estos remanentes para llevar a cabo sus experimentos, ahora en cerdos, ovejas y vacas. Todos los animales aumentaron de peso. El resultado es que la basura podía transformarse en carne.

Usted se estará preguntando si en ese entonces alguien pensó que esos polvos tendrían el mismo efecto en el cuerpo humano. De hecho, varios científicos pensaban que los antibióticos podían estimular el crecimiento en los niños. Desde nuestra perspectiva contemporánea, aquí es donde la historia da un giro raro: todo este crecimiento fue considerado como algo bueno. Fue una época en que se valoraba que los animales fueran de un tamaño muy grande, casi monstruoso, los bebés gordos y los hombres grandes. En 1955, una multitud se reunió en el salón de baile de un hotel para ver como los vendedores de alimentos se subían a una báscula; los hombres competían para ver quién podía ganar la mayor cantidad de peso en cuatro meses, imitando a los bovinos y a los cerdos que se alimentaron con piensos que contenían antibióticos. Pfizer patrocinó el concurso.

En 1954, Alexander Fleming – el biólogo escocés que descubrió la penicilina – visitó la Universidad de Minnesota. Sus anfitriones norteamericanos orgullosamente le informaron de que al alimentar a los cerdos con antibióticos, los agricultores ya habían ahorrado millones de dólares en alimentos. Pero Fleming parecía perturbado por la idea de aplicar esta lógica a los seres humanos. “No puedo predecir que alimentar a los bebés con penicilina aporte algo positivo a la sociedad”, dijo. “Hacer que la gente aumente de tamaño podría hacer más daño que bien.”

No obstante, los experimentos luego se llevaron a cabo en los seres humanos. En la década de 1950, un equipo de científicos alimentó durante más de un año a escolares en Guatemala con una dieta que contenía antibióticos, mientras que Charles H. Carter, un médico en la Florida, aplicó un régimen similar a los niños con discapacidad mental. ¿Podrían los niños, al igual que los animales de granja, crecer más? Sí, podrían.

El Sr. Jukes resumió la investigación del Dr. Carter en una monografía sobre la nutrición y los antibióticos: “Carter llevó a cabo una prolongada investigación de un estudio sobre los efectos de administrar 75 mg de clortetraciclina” – el nombre químico de la aureomicina – “dos veces al día a los niños con problemas mentales que residían en la Colonia Rural de Florida (Florida Farm Colony) durante períodos de hasta tres años. Los niños eran deficientes mentales con espasticidad y eran casi totalmente indefensos”, escribió. “El promedio de incremento anual de peso para el grupo que recibió el antibiótico fue de 6,5 libras, mientras que el aumento en el grupo control fue en promedio de 1,9 libras anuales”.

Los investigadores también hicieron lo mismo en un estudio con reclutas de la Marina. “Los efectos nutricionales de los antibióticos se han observado desde hace algún tiempo” en animales de granja, escribieron los autores del estudio de 1954. Sin embargo, “hasta la fecha ha habido pocos estudios sobre sus efectos nutricionales en los seres humanos, y la poca evidencia disponible se refiere principalmente a los niños pequeños. Este informe parece de interés, por lo tanto, porque los resultados se obtuvieron de la observación controlada de varios cientos de hombres estadounidenses jóvenes”. Los hombres de la Marina que tomaron una dosis de antibiótico cada mañana durante siete semanas aumentaron más de peso, en promedio, que los del grupo control.

Mientras tanto, en los círculos agrícolas, la palabra del milagro se difundió rápidamente. Jay C. Hormel describió experimentos creativos en la producción de ganado a los accionistas de su compañía en el año 1951; al poco tiempo la compañía inició su propia investigación. Científicos del equipo de Hormel sacaban a los lechones cuando todavía estaban en los vientres de sus madres y los criaban en aislamiento, bombeándolos con alimentos y antibióticos. Y sí, esto hizo que los cerdos fueran más gordos.

Las granjas pedían con insistencia que las compañías farmacéuticas les dieran deshechos de antibióticos, que les entregaban directamente en tanques. En 1954, Eli Lilly & Company había creado un aditivo alimenticio a base de antibióticos para los animales de granja, como “una ayuda a la digestión”. Era mucho más que eso. Los alimentos combinados con el medicamento permitieron que los agricultores mantuvieran a sus animales en el interior – ya que además de tener más carne, ahora los animales podían subsistir en condiciones insalubres. Todo estaba listo para la cría intensiva.

Y, sin embargo, los científicos aún no podían explicar el misterio de los antibióticos y el aumento de peso. Tampoco trataron de hacerlo, de verdad. Según Luis Caetano M. Antunes, un investigador de la salud pública en la Fundación Oswaldo Cruz de Brasil, la actitud era, “¿A quién le importa cómo está funcionando?” En las siguientes décadas, mientras las granjas siguieron comprando antibióticos, el mundo de la medicina perdió interés por el efecto de los antibióticos en el engorde, y siguió adelante.

En la última década, sin embargo, el escrutinio de los antibióticos se ha incrementado. El uso excesivo de estos medicamentos ha dado lugar a la aparición bacterias resistentes a los antibióticos- cepas de salmonela en las granjas e infecciones por estafilococos en los hospitales. Los investigadores también han comenzado a sospechar que pueden aportar información sobre la epidemia de obesidad.

En 2002, los estadounidenses eran alrededor de una pulgada más altos y 24 libras más pesados que eran en la década de 1960, y ahora más de un tercio están clasificados como obesos. Por supuesto, la dieta y el estilo de vida son los principales responsables. Sin embargo, algunos científicos se preguntan si podría haber otras razones para esta transformación tan asombrosa del cuerpo americano. Los antibióticos pueden ser el factor X – o uno de ellos.

Martin J. Blaser, director del Programa del microbioma humano y profesor de medicina y microbiología en la Universidad de Nueva York, está explorando ese misterio. En 1980, era el responsable del monitoreo de la salmonela en los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, e iba a las granjas para investigar los brotes. Él recuerda maravillarse por la cantidad de antibiótico en polvo que los agricultores agregaban a los piensos. Y me dijo: “Empecé a pensar, ¿qué significa esto?”.

Por supuesto, si bien los animales de granja suelen ingerir una importante dosis de antibióticos en los alimentos, la situación es diferente para los seres humanos. Para cuando la mayor parte de la carne llega a nuestra mesa, ya contiene pocos o ningún antibiótico. Por ello, la mayor exposición a los antibióticos proviene de las píldoras que comemos y no tanto de la comida que ingerimos. A los niños estadounidenses les prescriben, en promedio, alrededor de un tratamiento con antibióticos al año, a menudo por infecciones del oído y del pecho. Estas dosis altas intermitentes ¿Podrían afectar nuestro metabolismo?

Para averiguarlo, el Dr. Blaser y sus colegas han pasado años estudiando los efectos de los antibióticos sobre el crecimiento de las crías de ratón. En un experimento, su laboratorio aumentó tanto la cantidad de calorías como de antibióticos que consumían los ratones. “Como todos sabemos, las dietas de nuestros hijos se han vuelto mucho más ricas en las últimas décadas”, escribió en un libro, “Missing microbes”, que se publicó en abril 2014. Al mismo tiempo, a los niños estadounidenses a menudo se les prescriben antibióticos. ¿Qué sucede cuando donuts de chocolate se mezclan con la penicilina?

Los resultados del estudio fueron dramáticos, sobre todo en los ratones hembra: Ganaron casi el doble de grasa corporal que los ratones del grupo de control que comieron el mismo alimento. “A los ratones hembra, la exposición a los antibióticos fue el interruptor que convirtió más de esas calorías extras de la dieta en grasa, mientras que los machos crecieron más en términos de tanto de músculo como de grasa”, escribe el Dr. Blaser. “Las observaciones son consistentes con la idea de que la dieta moderna rica en calorías, por sí sola es insuficiente para explicar la epidemia de obesidad y que los antibióticos podrían estar contribuyendo”.

El laboratorio del Dr. Blaser también investiga si los antibióticos pueden estar cambiando el microbioma de los animales – los millones de millones de bacterias que viven dentro de sus entrañas. Estas bacterias parecen jugar un papel en todo tipo de respuestas inmunes, y, fundamentalmente, en la digestión de los alimentos, produciendo los nutrientes y manteniendo un peso saludable. Y los antibióticos pueden matarlas: un estudio reciente encontró que el consumo del antibiótico ciprofloxacina diezmó poblaciones enteras de ciertos microbios del tracto digestivo de algunos pacientes – y algunas de esas cepas quizás las tenían desde que nacieron.

Hasta hace poco, los científicos simplemente no tenían ninguna manera de identificar y clasificar estos millones de millones de bacterias. Pero gracias a una nueva técnica llamada secuenciación de alto rendimiento, ahora pueden examinar las poblaciones de bacterias que hay en el cuerpo de la gente. Según Ilseung Cho, un gastroenterólogo que trabaja con el laboratorio Blaser, los investigadores están aprendiendo tanto acerca de las bacterias del aparato digestivo que a veces es difícil interpretar la avalancha de revelaciones. “Interpretar el volumen de datos que se genera es un reto tan importante como las preguntas científicas que estamos interesados en hacer”, dijo.

Los investigadores están comenzando a entender cómo las bacterias del intestino afectan a cada individuo, desde el nacimiento, cuando los bebés son ungidos con el microbioma de sus madres. Los bebés que nacen por cesárea y nunca hacen que el viaje a través del canal de parto, al parecer nunca recibe algunos de los microbios importantes de sus madres – posiblemente incluso los que ayudan a mantener un peso corporal saludable. Los niños nacidos por cesárea tienen más probabilidades de ser obesos en la edad adulta.

Para cuando alcanzamos la edad adulta, hemos desarrollado nuestra propia colección de bacterias. De hecho, no siempre tiene sentido hablar de nosotros y ellos. Usted es el edificio que sus bacterias contribuyeron a diseñar y construir. Cada día las bacterias decoran de nuevo el edificio. Y mueven el termostato hacia arriba y abajo, y golpean sus tuberías.

En el laboratorio de Blaser y en otros lugares, los científicos se apresuran a hacer un censo de los microbios que hay en el intestino humano y – aún más difícil – averiguan cuáles son los efectos que tienen sobre nosotros. ¿Y si pudiéramos identificar qué especies minimizan el riesgo de diabetes, o confieren protección contra la obesidad? ¿Y si pudiéramos encontrar la manera de proteger estas bacterias cruciales de los antibióticos, o reemplazarlas después de ser exterminados?

Los resultados podrían representar una farmacopea enteramente diferente, con medicamentos que ni siquiera nos podemos llegar a imaginar: piense en ellos como “anti-antibióticos”. En lugar de destruir los microbios, estos nuevos medicamentos podrían implantar esas criaturas dentro de nosotros, como probióticos más sofisticados.

Dr. Cho tiene esperanza en esta nueva era de la medicina. “Yo podría decir: ‘Está bien, sé que usted está en riesgo de desarrollar cáncer de colon, y puedo disminuir ese riesgo al darle esta bacteria y alterar su microbioma’. Eso sería increíble. Podríamos prevenir ciertas enfermedades antes de que sucedieran”.

Hasta entonces, es difícil para él saber qué decirle a sus pacientes. Sabemos que los antibióticos nos cambian, pero todavía no sabemos qué hacer con esa información. “Aún es demasiado pronto para sacar conclusiones definitivas”, dijo el doctor Cho. “Y los antibióticos siguen siendo un recurso valioso que los médicos usan para combatir las infecciones”.

Cuando hablé con el señor Antunes, el investigador de la salud pública en Brasil, me dijo que su hija acababa de sufrir varios episodios de infecciones del oído. “Es obvio. Tienes que darle antibióticos”. Y, sin embargo, le preocupaba cómo estos medicamentos pueden afectarla en los próximos años.

Con frecuencia se reprende a los médicos y pacientes por el uso excesivo de antibióticos, pero cuando el bebé se está lamentando o estás ardiendo de fiebre, es difícil saber qué hacer. Mientras que los investigadores trabajan para desentrañar las conexiones entre los antibióticos y el aumento de peso, ellos también deben concentrarse en reducir el uso innecesario de antibióticos. Una manera de hacerlo sería proporcionar a las pacientes pruebas asequibles que les permitieran saber de forma inmediata qué tipo de infección se ha apoderado de su cuerpo. Este tipo de herramientas, como un nuevo tipo de análisis de sangre, están ahora en desarrollo y podrían ayudar a eliminar la prescripción de antibióticos “por si acaso”.

Mientras tanto, nos encontramos ante el legado de estos medicamentos – la posibilidad de que han afectado a nuestro tamaño y forma, y nos han convertido en personas diferentes.

creado el 12 de Septiembre de 2017