Ensayos Clínicos
Investigaciones
Ensayos clínicos con la vacuna contra la malaria en África: Continúa la oscura saga de ensayos clínicos globalizados (Malaria vaccine trials in Africa: Dark saga of outsourced clinical trials continues)
Pavan Kulkarni
Newsclick, 17 de marzo de 2018
https://newsclick.in/malaria-vaccine-trials-africa-dark-saga-outsourced-clinical-trials-continues
Traducido por William Louth
Además de problemas de eficacia, los críticos señalan conflictos de intereses e incluso cuestionan la necesidad de una vacuna.
En abril de 2017, los medios de comunicación utilizaron encabezados celebratorios—tales como “La primera vacuna contra la malaria en el mundo estará disponible a partir de 2018 y podría salvar decenas de miles de vidas”, “La primera vacuna contra malaria llegará a África en 2018”— para informar con entusiasmo los ensayos clínicos de gran tamaño que se iniciarán este año en África, que involucran a más de 750.000 bebés de 5 a 17 meses de edad que residen en Ghana, Malawi y Kenya, y en quienes se testará la vacuna RTS,S.
Permitir que se hagan ensayos clínicos, en una muestra tan grande, con una vacuna que ha demostrado baja efectividad, mientras hay intervenciones de salud pública que se ha demostrado que son eficaces para combatir la malaria, pero que no han sido suficientemente promovidas por las agencias internacionales, ha generado muchos cuestionamientos. Existen también informes de conflictos de intereses por las utilidades que varias de las agencias involucradas tienen en común. Además, existe el temor de que en estos ensayos se cometan violaciones y engaños—como ya ha sucedido en ensayos previos realizados por dichas agencias.
Esta vacuna lleva el nombre comercial Mosquirix, y ha sido desarrollada por GlaxoSmithKline (GSK), en asociación con la Fundación Bill y Melinda Gates (BMGF por sus siglas en inglés) y una ONG americana llamada Programa para Tecnología Apropiada en Salud (PATH por sus siglas en inglés – Programme for Appropriate Technology in Health). Esta ONG, habiendo recibido US$1.000 millones en becas de la fundación, ha sido caracterizada como su “agente” virtual. La OMS utilizará los resultados que genere este ensayo clínico, que incluirán información sobre los problemas de seguridad asociados a la vacuna, para decidir si se añade o no al paquete básico de las medidas que se recomiendan contra la malaria.
En octubre de 2015, el Comité Asesor Estratégico de Expertos en Inmunización y el Comité Asesor de la OMS sobre Políticas contra la Malaria recomendaron que se realizaran “demostraciones piloto limitadas” de esta vacuna “con hasta un millón de niños” como sujetos de prueba en África. Tenga en cuenta que BMGF es la segunda fuente de financiación más grande de la OMS.
GSK y sus patrocinadores, incluyendo la BMGF, han gastado un total de US$565 millones en este fármaco [1], cuyos resultados interinos fueron “decepcionantes” y no alcanzaron los “criterios esperados para una vacuna contra la malaria que había establecido un consorcio liderado por la OMS”, que requieren una “eficacia protectora de más del 50% contra una enfermedad grave y la muerte y que dure más de un año”, señaló un artículo de la revista científica Nature.
“La eficacia resultó más baja de lo que esperábamos, pero desarrollar una vacuna en contra de un parásito es muy difícil de lograr”, reconoció el mismo Bill Gates en noviembre de 2012. “El ensayo clínico continúa y esperamos obtener más datos para ayudar a determinar si vamos a lanzar esta vacuna o no y cómo”.
Tres años después, la revista Nature reportó, en otro artículo [3], que los datos de la fase inicial de los ensayos clínicos realizados en 15.000 niños de siete países diferentes de África sub-sahariana mostraron “que una serie de cuatro inyecciones de RTS,S redujo el número de casos de malaria en solo 36% entre los niños jóvenes (Nota editores: Young children suelen ser los de 6-8 años) y en 26% en los niños (Nota: infants suelen ser menores de un año o máximo dos)”.
La vacuna, que contiene una proteína que se encuentra en la superficie del parásito de la malaria, actúa detonando una respuesta inmunitaria sistémica contra esta proteína y por ende equipando al receptor “para defenderse contra los parásitos si le pica un mosquito infectado”. Sin embargo, diferentes parásitos tienen proteínas ligeramente distintas y los investigadores que desarrollaron esta vacuna hace cerca de tres décadas, “no tenían las herramientas para dimensionar la gama de variabilidad”. Así pues, se encontró que la proteína que se usa en esta vacuna coincide con menos del 10% de los parásitos en la región donde fue testada [4]. Esto ha reducido su eficacia potencial a la mitad [4].
Según un biólogo molecular que trabajó con GSK durante los primeros años del desarrollo de esta vacuna, la reingeniería necesaria para que la vacuna coincida con la proteína que se encuentra en varios parásitos de malaria tomaría entre 10 a 15 años. Sin embargo, East African informó en el 2015 que “(ya) se esperaba que en 2017se recomendara el uso de la vacuna”.
¿Se necesita una vacuna para la malaria?
Tal vez estos nuevos ensayos clínicos que se están haciendo en África producirán datos valiosos que se podrán utilizar para mejorar la eficacia de la vacuna durante los años siguientes. Esto llevaría a su inclusión en los programas de inmunización en estos países, garantizando enormes ganancias para GSK a largo plazo, y, de hecho, la inmunización de muchos millones de niños en África.
Pero ¿Dar cientos de millones de dólares en subvenciones filantrópicas para ayudar a una corporación a desarrollar una vacuna es la manera más efectiva que tiene BMFG, la fundación filantrópica más rica del mundo, para contribuir a la guerra contra la malaria?
El sur de Europa, donde la malaria fue endémica hasta el final de la segunda guerra mundial, quedó libre de malaria hacia 1975. Pero entre finales de los años ochenta y los inicios de los noventa, el alboroto político por el colapso de la Unión Soviética y la guerra del Golfo desencadenó una ola de migración hacia Europa, trayendo de nuevo la malaria al continente desde otras partes del mundo.
Después de alcanzar un pico de casi 100.000 casos de malaria en 1995, Europa logró reducir la ocurrencia de esta enfermedad a cero en 2015. Esto se logró no a través de vacunación, sino asumiendo “medidas anti-mosquito, principalmente drenaje de agua y larvicidas”, rociando DDT, cambiando el uso del suelo, drenando las aguas estancadas para el cultivo e incrementando el acceso general de la población a servicios de atención médica, de acuerdo con un artículo publicado en 2016 en el Malaria Journal [5].
Cualquier suposición de que África, al no ser Europa, es incapaz de tomar estas medidas se disipa rápidamente con el ejemplo de Eritrea, un país en el lado equivocado de EE UU, victimizado con sanciones y denominado repetidamente como la “Corea del Norte de África”. Habiendo cerrado sus puertas a la ayuda extranjera y a la mayoría de las ONG internacionales, este país pobre en el cuerno de África, devastado por décadas de guerra, es uno de los pocos que ha logrado alcanzar el objetivo de desarrollo del milenio en relación con la reducción de casos de malaria. En reconocimiento de este logro, Eritrea recibió en enero de 2016 el Premio a la Excelencia que otorga la Alianza de Líderes Africanos en Malaria (African Leaders Malaria Alliance – ALMA por sus siglas en inglés), cuyo Secretario Ejecutivo declaró que “Eritrea ha sido un modelo para otras naciones en la lucha contra la malaria”.
Entre 2001 y 2014, el número de casos de malaria en el país disminuyó de 125.746 por año a 35.725 por año. En 2014 solo se reportaron 15 muertes por malaria. Esto se logró mediante programas tales como la distribución pública de redes tratadas con insecticida para dormir, el rociado residencial dentro de los hogares, larvicidas, controlando los criaderos de mosquitos e incrementando el acceso de la población a centros de salud, explicó el Malaria Journal en un artículo del 2015 [6].
Sin embargo, las grandes subvenciones a estados nacionales soberanos para implementar estas medidas, que se ha documentado que funcionan, no ofrecen las mismas oportunidades que las subvenciones a las corporaciones farmacéuticas como GSK, que están estrechamente asociadas con BMGF, y que tendrán aseguradas ganancias monopólicas a largo plazo.
La Fundación Bill y Melinda Gates, aún después de haber vendido la mayor parte de sus acciones en compañías farmacéuticas, por un valor de US$205 millones, en agosto de 2009 [7] continuó manteniendo acciones en varias de ellas, incluyendo de GSK, a través de Berkshire Hathaway de Warren Buffett – una empresa en la que la fundación era dueña de caso el 50% de su cartera en junio de 2010, antes de recibir el mes siguiente US$24,7 millones de acciones adicionales como “regalo” de Buffett. Bill Gates también es miembro de la junta directiva de Berkshire Hathaway, que hasta el 2014 tenía 1,5 millones de acciones en GSK.
Si bien el valor de las acciones puede oscilar a medida que se presentan nuevas oportunidades para generar beneficios en el mercado bursátil, la puerta giratoria entre la fundación y las mismas compañías farmacéuticas que se benefician de las subvenciones de la fundación, traicionan una alianza basada en más que la mera tenencia de acciones. Por ejemplo, Tachi Yamada, quien presidió el departamento de I&D (Investigación y Desarrollo) de GSK, fue nombrado director ejecutivo del programa de Salud Global de BMGF, cargo en el que prestó servicios durante cinco años hasta 2011. Kate James, que había trabajado en GSK durante nueve años, fue nombrado Director de Comunicaciones de la fundación, donde se desempeñó hasta octubre de 2013.
¿Por qué subcontratar ensayos clínicos a países en desarrollo?
Además del evidente conflicto de intereses por el hecho de que la fundación “financia programas que aceleran la I&D de compañías farmacéutica privadas en las que la Fundación Gates tiene invertido su patrimonio y donde invierten sus donantes”, y el alcance de las violaciones durante ensayos clínicos previos que incluyeron a esta tercia—BMFG, GSK y PATH—provoca más preocupaciones.
Desde engañar a los habitantes para hacerles creer que los ensayos clínicos eran de hecho un programa de inmunización llevado a cabo por el gobierno, hasta eludir el procedimiento para obtener consentimiento informado – las “flagrantes violaciones” por parte de PATH mientras probaba la vacuna del HPV (virus del papiloma humano) de GSK en Gujarat (India) en 2009, utilizando fondos de la fundación, han sido documentados en detalle en un reporte del comité parlamentario de 2013 [8].
Aquí no estamos discutiendo la necesidad, desde el punto de vista médico, de llevar a cabo ensayos con africanos para desarrollar una vacuna contra la malaria. De hecho, el desarrollo de cualquier medicamento nuevo requiere pruebas en una amplia gama de etnias para determinar su eficacia y seguridad. Sin embargo, el aumento desproporcionado en el número de ensayos clínicos realizados en los países en desarrollo no puede explicarse únicamente por los imperativos de la ciencia médica. Hay otras motivaciones detrás de esta creciente globalización de los ensayos clínicos por parte de las corporaciones farmacéuticas occidentales.
El régimen regulatorio en el mundo desarrollado, que previamente había sido lo suficientemente indulgente como para permitir la “expansión y rentabilidad” de las grandes farmacéuticas, ahora está imponiendo reglas cada vez más estrictas. El director de consultor corporativo de la oficina londinense McKinsey, se quejó: “… los reguladores están introduciendo nuevas medidas que elevan los estándares de entrada, particularmente en partes del mundo desarrollado. Muestran poca predisposición para permitir el acceso al mercado, el aumento de precios y los productos derivados que no demuestran aportar un incremento sustancial de beneficios clínicos”.
Es así que, con nostalgia y tristeza, los autores de este reporte McKinsey empezaron el artículo con la frase: “Aquellos buenos días de la industria farmacéutica se han ido para siempre”.
La BMGF, que había comprado acciones en grandes empresas farmacéuticas por un valor de $205 millones en 2002, naturalmente simpatizó con su difícil situación, compartiendo la preocupación de que el desarrollo de un mercado para sus vacunas estaba “plagado” por una serie de impedimentos, incluyendo la “entrada lenta… en ensayos de fases tempranas para pruebas-de-concepto con humanos, y el alto costo de los ensayos clínicos. Por lo general, toma de 15 a 20 años pasar del descubrimiento del objetivo al lanzamiento de una nueva vacuna”.
Ofreciendo ayuda a las grandes farmacéuticas, la fundación prometió “invertir en tecnologías que pudieran identificar candidatos prometedores a vacunas y refinarlos antes de entrar en los costosos y largos ensayos clínicos de etapa tardía. “Además”, la fundación clarificó con franqueza en una página en su sitio web, “buscamos modelos de colaboración más efectivos con los principales fabricantes de vacunas para identificar y buscar mejores oportunidades mutuamente benéficas”.
Instando a estos “grandes fabricantes de vacunas” a ingresar en nuevos mercados fuera del alcance de los estrictos regímenes regulatorios en los países occidentales, un Director Asociado de la oficina de McKinsey en Londres enumeró una serie de incentivos en la globalización de los ensayos clínicos hacia los países en desarrollo:
“Los ciclos para el desarrollo se pueden reducir gracias al más rápido reclutamiento de sujetos a partir de un grupo más grande de pacientes. Los costos de reclutamiento de pacientes y el pago a los investigadores también son más bajos. Esto puede beneficiar el desarrollo de medicamentos que tienen como objetivo los mercados emergentes o desarrollados, ya que los pacientes reclutados en los países emergentes pueden contar para el número total de pacientes que los reguladores europeos y estadounidenses requieren”.
Las poblaciones de África y Asia estarán bien servidas si sus respectivos gobiernos interpretan la declaración anterior como un consejo para que las grandes industrias farmacéuticas de occidente exploten las debilidades de los regímenes reguladores en el mundo en desarrollo para maximizar sus beneficios – un consejo que evidentemente han seguido.
Referencias: