La presión pública, el rechazo de las aseguradoras y mejor información hacen que las compañías farmacéuticas cambien la forma de cobrar por los medicamentos.
Los fabricantes de medicamentos están experimentando con distintas formas de cobrar los medicamentos más caros, a la vez que aumenta la resistencia a la escalada de precios y mejora la recopilación y el análisis de la información sobre los pacientes.
Como cada vez hay más precios de seis cifras, las empresas farmacéuticas buscan formas creativas para cobrarlos, desde planes de pagos a plazos y suscripciones, hasta contratos más complejos basados en el valor del medicamento, en cuyo caso el precio depende de la ayuda que el medicamento aporta al paciente. Durante años, las compañías farmacéuticas han fijado los precios y se les ha pagado por cada píldora a ese precio, después de cualquier reembolso que se haya podido negociar.
Alnylam Pharmaceuticals solo cobrará el valor total de su nuevo medicamento para una enfermedad rara que cuesta casi US$600.000 si el paciente obtiene un beneficio similar al observado durante los ensayos clínicos. También, rebajará el precio si la aseguradora tiene más pacientes de los anticipados. Sanofi ofrece suscripciones de insulina por US$99 al mes. Novartis, que vende una terapia génica a US$2,1 millones, el medicamento más caro del mundo, ofrece a las aseguradoras la oportunidad de pagar durante cinco años.
Estas innovaciones en la forma de pago surgen a medida que se acumulan las solicitudes de ayuda. El Congreso de EE UU está considerando planes para reducir los costos de los medicamentos, y la administración Trump ha propuesto importar medicamentos de Canadá. The Wall Street Journal informó que, a principios de este mes, las farmacéuticas aumentaron los precios de cientos de medicamentos de venta con receta.
Mientras tanto, los planes de salud controlan los costos restringiendo las recetas de ciertos medicamentos caros a un grupo reducido de pacientes.
Los fabricantes de medicamentos “entienden que, si comercializan medicamentos de alto costo y no están dispuestos a compartir el riesgo, enfrentarán resistencia y barreras de acceso”, dijo Michael Sherman, director médico de la aseguradora Harvard Pilgrim Health Care.
Sin embargo, no se sabe cuántos aceptarán estos programas de reembolso. Por ejemplo, se ha experimentado con pagos a plazos para pagar los tratamientos para enfermedades raras, no para los tratamientos más utilizados.
El Dr. Sherman y otros empleados de compañías de seguros de salud temen que estas nuevas iniciativas permitan que los fabricantes de medicamentos sigan aumentando los precios, limitando su impacto general en los costos.
La versión más popular de contratos basados en valor de la aseguradora Cigna Corp. reembolsa a los empresarios dos tercios del precio si el paciente acaba tomando una terapia antiinflamatoria distinta durante de los primeros 90 días, lo que ocurre en el 25% de los pacientes, dijo Steve Miller, director clínico de Cigna.
Los contratos basados en el valor son “es una estrategia potente, pero son solo una herramienta más”, dijo. “Definitivamente no van a revolucionar el sistema para que sea más asequible”.
Según funcionarios de la industria, uno de los factores que más ha contribuido a que las empresas farmacéuticas exploren nuevos mecanismos de pago ha sido la creciente presión de los empresarios, los pacientes y de los políticos para controlar el gasto en salud, ya que algunos medicamentos de venta con receta cuestan cientos de miles de dólares al año.
Los planes de salud están atrapados, tratan de controlar el gasto en medicamentos de los empresarios, sin enojar a los pacientes negándoles la cobertura.
“Para los que pagan, pretender costear estas cosas es un desafío”, dijo Walid Gellad, investigador en políticas de medicamentos en la Facultad de Medicina de la Universidad de Pittsburgh. “Por lo tanto, si se puede simplificar, es mejor para el que paga y para los fabricantes”.
En noviembre, Alnylam dijo que ajustaría el precio anual de US$575.000 del recién aprobado Givlaari, a la respuesta de los pacientes al medicamento y a cuántos lo consuman. Givlaari trata la porfiria hepática aguda, un problema hepático hereditario que se estima que afecta a 3.000 pacientes en EE UU y Europa, y que a menudo requiere hospitalización.
Las aseguradoras públicas y privadas que acepten participar en el programa pagarán el precio total solo si los pacientes muestran un beneficio similar al documentado en los ensayos clínicos, dijo el presidente ejecutivo de Alnylam, John Maraganore. La compañía también cobrará menos si el número de pacientes en tratamiento es superior al anticipado.
Estas concesiones ayudarían a Alnylam a lograr que las aseguradoras cubran su producto, que de otro modo se podrían inhibir por su alto precio, permitiéndoles maximizar el número de recetas, dijo el Dr. Maraganore. “Podemos trabajar juntos sin generar incentivos que no guarden relación con el costo del nuevo medicamento”, dijo.
En junio, Sanofi amplió su programa de suscripción por US$99 al mes para las insulinas Admelog, Apidra, Lantus y Toujeo. Sin el programa, los pacientes sin seguro que utilizan Lantus podrían enfrentar facturas anuales superiores a US$4.000.
Sanofi dijo que en 2019 se utilizó el programa más de 52.000 veces.
Novartis lanzó su terapia génica Zolgensma ofreció la opción de que las aseguradoras vayan pagando cuotas anuales iguales durante cinco años. Zolgensma trata la enfermedad hereditaria conocida como atrofia muscular espinal.
Según un informe de investigación que CVS Health publicará próximamente y que ha compartido con el WSJ, se proyecta que, en los próximos cinco años, las terapias genéticas para tratar solo 11 enfermedades costarán US$45.000 millones, y son “candidatas perfectas” para los contratos basados en el valor.
Dichos contratos, que se han utilizado con moderación, en parte por los problemas para evaluar cómo evoluciona un paciente, se están popularizando, dicen funcionarios de la industria.
Las historias clínicas electrónicas, y las tecnologías para analizar datos y evaluar cómo responden los pacientes a un medicamento, facilitan que los planes de salud y los fabricantes de medicamentos puedan pactar los indicadores para establecer los pagos.
El año pasado, Eli Lilly & Co. firmó 15 acuerdos de este tipo con ocho pagadores, según Frank Cunningham, director de servicios administrados de atención médica de la compañía. Dijo que algunos acuerdos incluyen si el medicamento permite que el paciente vuelva a trabajar.
Amgen negoció contratos basados en el valor para el tratamiento de la migraña Aimovig, que recompensan al fabricante por cosas como la reducción de las visitas a la sala de emergencias, dijo Kave Niksefat, vicepresidente de Amgen y jefe de valor y acceso.
“Esperamos que la próxima ola de contratos basados en el valor den seguimiento a múltiples indicadores a través de múltiples sistemas de atención médica diferentes”, dijo.