Catalogado como todo un éxito, el acuerdo de la Organización Mundial de Comercio (OMC) para la exención parcial de la patente de las vacunas contra la covid-19 está suscitando críticas tanto de la industria, que argumenta que va demasiado lejos, como de las ONG, para las que resulta insuficiente.
La falacia del acuerdo queda implícita en las obligaciones que se contraen para poder producir las vacunas por parte de un tercero. Como explica Akiko Uehara para Swissinfo: “El acuerdo [1] permitirá conceder durante los próximos cinco años a los países en desarrollo licencias obligatorias de la vacuna contra la covid-19. Esto significa que dichos países podrán producir vacunas genéricas a menor costo, pero deberán compensar económicamente a las empresas fabricantes”.
Para Bloomberg, el acuerdo “es un duro golpe para las fabricantes de vacunas que lucharon para evitar que las naciones socavaran el marco de propiedad intelectual”. Para otros, ni se golpeó mínimamente a las fabricantes, ni se afectó la propiedad intelectual, toda vez que esa “lucha” de las farmacéuticas funcionó para retrasar durante dos años los acuerdos y para que en la balanza salieran igualmente fortalecidas.
Como explica Melissa Scharwey, para la Agencia Sinc “la solicitud que Sudáfrica e India presentaron a la OMC en octubre de 2020, combinada con la rápida transferencia de tecnología y la ampliación de la capacidad de producción, podría haber salvado muchas vidas”.
En cambio, lo que se logró se desvía del objetivo real de la solicitud de exención de los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC) hasta tal punto que ya no se puede hablar de una medida eficaz para el control de la pandemia.
Scharwey enumera a continuación las principales críticas al acuerdo logrado por la OMC:
Así, esta decisión no ayuda a contener la pandemia. Además, con la producción actual en el sur global, ata las manos de quienes ahora podrían ayudar a más personas a acceder a los productos de covid-19 de forma más rápida y barata.
Esta decisión no contribuirá significativamente, si es que lo hace, a una distribución y acceso más equitativos a las vacunas. Pero es que además solo se podrían producir vacunas –si las respectivas negociaciones de licencias obligatorias resultan positivas–, pero en la actualidad se necesitan urgentemente medicamentos.
En última instancia, la negociación tomó tanto tiempo y el esfuerzo mundial de fabricación de vacunas funcionó tan rápido que el acuerdo final de la OMC no tendrá un impacto significativo en la producción de inyecciones, ya que hay un exceso global de ellas.
En declaraciones que recupera Bloomberg, un defensor clave de la exención de propiedad intelectual, el ministro de Comercio de la India, Piyush Goyal, reconoció que “ni una sola planta para fabricar vacunas vendrá con este” acuerdo, y acusó a los países poderosos de dilatar las negociaciones.
El acuerdo llega después de que las empresas farmacéuticas incrementaran estratosféricamente sus ganancias, explotando dichas patentes y controlando la distribución de vacunas contra la covid-19. La mentalidad detrás de quienes bloquearon desde el principio las iniciativas para democratizar vacunas y medicamentos contra la enfermedad, se ve reflejada por las declaraciones de Thomas Cueni, director general de la Federación Internacional de Fabricantes y Asociaciones Farmacéuticas, quien aseguró que “Hasta el día de hoy, no hay evidencia de que la propiedad intelectual haya sido una barrera para la producción o el acceso a la vacuna contra el covid-19”.
Cooperación y otras lecciones para la próxima pandemia
Un planteamiento que resulta indignante y poco científico, ya que dichas conclusiones solo se podrían hacer si se pudiera comparar lo que ha sucedido con un hipotético escenario donde las instituciones gubernamentales y las empresas farmacéuticas privadas trabajaran en conjunto para afrontar la crisis de salud ocasionada por la covid-19.
Quienes defendemos la apertura, no solo de las patentes, sino de la investigación y la infraestructura para atacar problemas de carácter global, confiamos en que la cooperación es una estrategia mucho más eficiente que la competencia. Aunque los avances tecnológicos que se consiguen desde esta perspectiva que domina la mentalidad de nuestros tiempos puedan parecer extraordinarios, lo cierto es que existen miles de ejemplos en donde el trabajo en conjunto, sin que imperen los fines de enriquecimiento de unos pocos millonarios y se antepongan las necesidades de una comunidad, son por lo menos igualmente eficientes a la hora de encontrar soluciones.
No es la competencia ni el genio de las personas, sino el acaparamiento de la infraestructura tecnológica lo que determina que la balanza caiga en los países dominantes y sus empresas multinacionales. De hecho, el fracaso global para controlar la crisis por covid-19, con la continuidad de sus olas en todo el mundo, es favorable para las mismas empresas que seguirán explotando comercialmente los resultados de sus investigaciones, incluso después de este acuerdo tardío e insuficiente.
Es seguro que otra pandemia llegará y si no aprendemos de las lecciones que nos deja la más reciente, nos espera un futuro difícil, incluso más difícil que esté presente que insistimos en sostener desde el egoísmo y la competencia.
Referencias