Cuando la pandemia de covid-19 llegó a un momento crítico de rápida expansión, y los residentes de los países de altos ingresos recibían dosis de refuerzo, las enfermeras de África seguían esperando su primera dosis. Moderna, Pfizer[a] y BioNTech eran las que mandaban: ganaban US$1.000 por segundo con las vacunas desarrolladas con dinero público, gracias a años de trabajo de científicos de instituciones públicas. Este enorme desequilibrio de poder sumó nueve milmillonarios gracias a los productos farmacéuticos en cuestión de meses, mientras que muchos de los más pobres del mundo morían sin vacunas.
Para los millones de personas del sur global, el mensaje fue claro: cuando las cosas se ponen difíciles, sus vidas no son tan valiosas como las de los países de altos ingresos.
Lo vimos venir. Los dos autores han vivido los días más oscuros de la pandemia del sida. Habíamos visto cómo se arrebataban las vidas de familiares, amigos y colegas porque los monopolios farmacéuticos hacían posible que los medicamentos vitales contra el VIH/sida costaran miles de dólares al mes. Luchamos entonces y ganamos: los medicamentos genéricos contra el VIH/sida ahora están disponibles para millones de las personas más pobres del planeta.
Pero pudimos ver que el mismo flagelo de la codicia, el nacionalismo y el afán de lucro frenaría la respuesta global a la covid-19.
De la Alianza Popular para las Vacunas a la Alianza Popular para los Medicamentos
La Alianza Popular para las Vacunas surgió de una idea simple: que un puñado de compañías farmacéuticas no debería dictar quién tenía acceso a las vacunas covid que salvan vidas, que se habían conseguido gracias a miles de millones de dólares en fondos públicos.
Una coalición de trabajadores de la salud, líderes mundiales, sociedad civil, académicos, expertos y activistas construyeron un movimiento global en torno a ese principio; solicitando que las vacunas covid-19 estuvieran disponibles gratuitamente para todos, independientemente de dónde vivan. Desde entonces, activistas de todo el mundo han luchado tenazmente por un acceso equitativo a los medicamentos covid-19 y por una respuesta más justa a la covid-19 y a futuras pandemias.
“Dado que la vida es sagrada y cada persona tiene derecho a acceder a los medicamentos que necesita cuando los necesita, creemos que los medicamentos son un bien público”.
Pero esto nunca se refirió solo a vacunas. Se aplica a todos los medicamentos, incluyendo vacunas, pruebas diagnósticas y tratamientos. Un nuevo análisis ha descubierto que la eliminación de las patentes ha logrado una reducción de dos tercios del coste de ciertos medicamentos, lo que significa que son accesibles para más millones de personas, asequibles para muchos más gobiernos y salvan más vidas. Sin embargo, las patentes y otros derechos de propiedad intelectual sobre otros medicamentos siguen imponiendo monopolios que priorizan sistemáticamente las ganancias por encima de la salud de las personas.
Este no es sólo un problema del sur global. Es un problema en todo el mundo, desde EE UU hasta Sudáfrica: desde la insulina hasta los tratamientos contra el cáncer y la prevención del VIH, los precios de los medicamentos que salvan vidas se mantienen demasiado altos.
Los precios elevados están agotando los presupuestos gubernamentales y llevando a la ruina a las personas en el norte y el sur globales. Por otra parte, no se invierte en investigación y desarrollo para combatir enfermedades que afectan principalmente a los países de bajos ingresos. Por lo tanto, los medicamentos o bien no existen o sólo están disponibles a un precio inasequible.
Como la vida es sagrada y cada persona tiene derecho a acceder a los medicamentos que necesita cuando los necesita, consideramos que los medicamentos son un bien público. Muchos medicamentos, al igual que las vacunas, se desarrollan con financiación pública e investigación pública. Son los medicamentos del pueblo.
Por eso estamos cambiando el nombre de nuestra coalición a Alianza de Medicamentos para el Pueblo, para reflejar mejor la amplitud de nuestra lucha. Y es una lucha que se puede ganar si un amplio colectivo de personas comprometidas con la equidad en la salud se mantiene firme.
El daño de los monopolios farmacéuticos
Nuestra coalición ha advertido repetidamente que, independientemente de las promesas hechas por las empresas farmacéuticas, confiar en su buena voluntad no funciona. Cuando estaban bajo extrema presión por la grotesca desigualdad en el acceso a sus vacunas covid-19, Moderna y BioNTech se comprometieron a abrir plantas de fabricación en África. Pero ahora han archivado o reducido sus planes.
En todo el mundo, los pacientes y activistas se están pronunciando contra el impacto devastador que los monopolios farmacéuticos tienen en la vida de las personas y exigen que sus gobiernos tomen medidas.
En Colombia, el gobierno se ha enfrentado a las empresas farmacéuticas para emitir una licencia obligatoria para dolutegravir, una medida que hará que ese medicamento esencial contra el VIH sea más asequible y esté ampliamente disponible. En EE UU, la presión de los legisladores y activistas ha obligado a los fabricantes a reducir el precio de la insulina hasta en un 70%.
Y, en la campaña mundial por el acceso a los medicamentos contra la tuberculosis, una coalición de activistas contra la tuberculosis junto con el autor estadounidense John Green se opusieron a los intentos de Johnson & Johnson de eternizar o perennizar sus patentes sobre un medicamento que salva vidas.
Sin una coalición de la sociedad civil fuerte, diversa y dinámica que haga campaña por un acceso equitativo, los medicamentos que salvan vidas seguirán siendo patrimonio de los ricos. Por eso, nuestra alianza ha movilizado a más de 300 líderes comunitarios, figuras públicas, científicos, activistas de la salud y profesionales médicos para pedir a Gilead que garantice que su nuevo medicamento de acción prolongada contra el VIH esté disponible y sea asequible donde más se necesita: en comunidades estigmatizadas de países de ingresos bajos y medianos.
Por eso también seguimos presionando para lograr un acuerdo sobre la pandemia que incorpore la equidad y los derechos humanos en la prevención, preparación y respuesta a futuras crisis sanitarias. Todos los gobiernos, incluidos los que albergan a las empresas farmacéuticas, deben reconocer que deben tomar medidas concretas para garantizar un acceso equitativo a los productos relacionados con la pandemia para proteger a todas las personas en todas partes.
Mantener el statu quo, donde el lugar donde uno vive determina si va a vivir o morir no se puede considerar una opción. Es profundamente inmoral, irracional y económicamente suicida. Mientras que unas pocas compañías farmacéuticas obtuvieron enormes ganancias durante la pandemia de covid-19, la economía mundial en su conjunto perdió al menos US$2,3 billones.
No tiene por qué ser así. Como Alianza de Medicamentos para el Pueblo (People’s Medicines Alliance), elegimos trabajar por un sistema mejor; uno en el que se desarrollen medicamentos para abordar problemas de salud como la malaria, la demencia y la diabetes en lugar de idear nuevas formas de extender las patentes. En el que los actores del sector privado que desarrollan y producen medicamentos sean recompensados de manera justa, pero no se les otorguen monopolios absolutos y el poder de lucrarse a toda costa.
La Alianza de Medicamentos para el Pueblo está comprometida con esa lucha. Presionaremos a los gobiernos para que tomen medidas más audaces. Lucharemos por un acuerdo contra la pandemia que valore las vidas de todos, en todas partes, por encima de las ganancias de unos pocos ricos. Y seguiremos luchando por los medicamentos para la gente hasta que tengamos una nueva forma de desarrollar medicamentos para la humanidad basada en las necesidades humanas, no en la codicia de las grandes farmacéuticas.
[a] Pfizer no recibió dinero público pero BioNTech si recibió fondos del gobierno alemán.