Argentina: Creció un 50% la facturación de psicofármacos para niños
Mariana Carvajal, Página 12 (Argentina), 17 de octubre de 2006
La venta de los estimulantes y otras drogas que se recetan a chicos inquietos y desatentos en el aula aumenta sin pausa en la Argentina: la industria farmacéutica facturó en 2005 alrededor de 150 millones de pesos en ese rubro, un 50% más que en 2004. El principal psicofármaco que se usa para tratar los cuadros diagnosticados con el llamado Síndrome de Déficit de Atención con y sin Hiperactividad (ADD/ADHD, por su sigla en inglés) es el metilfenidato, una droga de acción similar a las anfetaminas, que por su potencialidad adictiva está incluido en el listado de drogas de alta vigilancia controladas por la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) de la ONU. Cada país tiene un cupo máximo de importación de metilfenidato por año fijado por la JIFE. Por el crecimiento del mercado, para el 2007, los laboratorios locales pidieron al Gobierno ampliar esa cuota en casi un 40%.
“El Estado debería explicar cómo una droga que está controlada se vende masivamente”, cuestionó el prestigioso neuropediatra León Benasayag. Mientras crece la polémica en torno de si se trata de una patología inventada por la industria y se alerta cada vez más sobre los efectos adversos en niños del metilfenidato y otros estimulantes, especialistas advierten que la medicación del ADD y ADHD es sólo la punta de un iceberg de una tendencia en aumento de “patologización” de la infancia, impulsada por laboratorios que buscan ampliar un mercado adulto saturado. “Ahora la nueva moda mundial es utilizar antidepresivos en chicos”, apuntó Benasayag.
“En los últimos tiempos observamos asombrados un incremento increíble de ‘diagnósticos’ rápidos, cada uno de los cuales viene acompañado con su respectiva etiqueta y su sigla en inglés: tenemos así las aulas pobladas con chicos con ADD/ADHD, TEA, TOC, ODD y por qué no algunos TGD”, reveló la psicopedagoga Gabriela Dueñas, que se desempeña en varios colegios privados de la zona norte del conurbano.
TEA es Trastorno Específico de Aprendizaje; TOC, Trastorno Obsesivo Compulsivo; ODD es Trastorno Oposicionista Desafiante, “el chico problema, el cuestionador y desafiante”, aclara Dueñas; y TGD se refiere a Trastornos Generalizados del Desarrollo. La tendencia a rotular y medicalizar a los chicos –agrega Dueñas– se observa en colegios a los que concurren alumnos de sectores medios y altos del Gran Buenos Aires y la Capital Federal. “Al diagnosticar con ligereza estos cuadros les dicen a los padres que sus hijos tienen un problema de base constitucional genético y por lo tanto crónico.
El etiquetamiento de un niño tiene consecuencias. La imagen que los otros, particularmente sus padres y maestros, le devuelven de sí mismo durante su infancia y adolescencia sin dudas lo afectará de manera muy importante en el desarrollo de su personalidad y la construcción de su autoestima. Hace unos días la psicóloga de un colegio en el que trabajo me dice sobre un alumno: ‘Tal vez este chico necesite medicación’. El chico pega a sus compañeros. Pero resulta que la hermana mayor, una adolescente malhumorada, tiene autorización de sus padres para fajarlo si se porta mal. La madre, observé, se refiere a él con palabrotas. A mí, el nene me contó que la abuela le recomendó que si un compañero le pega, que él le pegue también y si lo sigue ‘jodiendo’, que ‘le apriete los huevos’. El chico repite lo que vive en la familia pero no necesita medicación”, cuenta la psicopedagoga.
“Nos encontramos con niños que son rotulados y medicados por presentar dificultades en la escuela o en el ámbito familiar de un modo inmediato, sin que nadie los haya escuchado; sin referencias a su contexto y a su historia, sin que se haya realizado ningún intento de comprender sus conflictos ni de ayudarlo de otros modos. Estamos en un momento crítico, porque los laboratorios avanzan en su intento de que todo sea medicado. Lo que está pasando con este tema es atroz. Se medica a chicos chiquitos como si se les diera agua, con una medicación que trae problemas de crecimiento, trastornos cardíacos, aparición de síntomas psicóticos”, señala Beatriz Janin, reconocida psicoanalista de niños, profesora de posgrado de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y directora de la Carrera de Especialización en Psicoanálisis con Niños de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES) en convenio con la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires.
“Hay un problema muy serio porque se reduce la diferencia en los chicos a categorías psicopatológicas. No se hace un diagnóstico sutil y diferencial como se requiere en estos casos. Y se recurre a la medicación rápidamente”, opinó Marisa Rodulfo, otra prestigiosa especialista, profesora de Clínica de Niños y Adolescentes y docente de posgrado de la Facultad de Psicología de la UBA.
Benasayag, Janin, Rodulfo y Dueñas junto con la doctora en psicoanálisis Silvia Bleichmar y el neuropediatra Jaime Tallis, coordinador del Equipo Interdisciplinario en Aprendizaje y Desarrollo del Hospital Durand, elaboraron un documento que alerta sobre “el auge que ha tomado en los últimos años la patologización y medicalización de la infancia”. El texto, que fue entregado en el Ministerio de Salud de la Nación, se ha convertido en un “Consenso de Expertos sobre el llamado ADD/ADHD” al que han adherido ya casi un millar de especialistas de todo el país, entre ellos de la Sociedad Argentina de Pediatría, de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires, del Colegio de Psicopedagogía de Santa Fe, de los hospitales de niños Garrahan y Ricardo Gutiérrez, de la UBA, entre otras instituciones abocadas al tema [se lo puede consultar en: www.forumadd.com.ar/consenso.htm].
Puntualmente, objetan el extendido diagnóstico del ADD/ADHD y la prescripción indiscriminada de metilfenidato y otras drogas para su tratamiento: debe ser “el recurso último y no el primero”, señalan. Además, advierten sobre los efectos adversos de estos psicofármacos en la salud infantil, con cuadros que ya se están observando en las aulas y en los consultorios, luego de más de una década de diagnóstico de este cuestionado síndrome. “Los chicos que vienen medicados desde hace años con metilfenidato empiezan a tener tics, cuadros depresivos, trastornos de la alimentación. Algunos pierden el apetito. He visto a un chico de primer grado bajar siete kilos. Otros tienen dolores de cabeza o molestias urinarias: a veces te das cuenta de que está medicado por la cantidad de veces que va al baño en el día”, señaló Dueñas.
A pesar de cada vez se conoce más sobre los riesgos en los chicos de las drogas usadas en el tratamiento del llamado Trastorno de Déficit de Atención y crece el número de especialistas en el país que se opone a su prescripción indiscriminada, las ventas de los laboratorios siguen en alza. Los informes del Indec sobre la industria farmacéutica muestran que la facturación anual de los psicoanalépticos (en su mayor parte corresponden al metilfenidato, pero también incluye a la atomoxetina) llegó en 2005 a 153.581.000 pesos (a precios corrientes de salida de fábrica, sin IVA), cuando en 2004 fue de 100.678.000 pesos. Cuatro años atrás, en 2001, había sido de 89.585.000 de pesos.