Minutos después de ingresar a una conocida cadena de farmacias ubicada en Jesús María: – Buenos días, ¿tiene amoxicilina?
– No, pero tengo amoxidal. ¿Cuánto cuesta cada tableta?
– S$0,88. (US$1,00=S$2.9)
– ¿Tiene otras alternativas?
– (Lo piensa). Básicamente, esa.
– Pero usted me está ofreciendo un medicamento de marca. Yo busco el genérico —insisto.
– (Vuelve a revisar su pantalla) Bueno, tengo amoxicilina del laboratorio “Y” (me da el nombre de uno de origen local). La tira de 10 tabletas vale S$2.
– Ok, llevo esa.
La diferencia de precio entre el medicamento que inicialmente me sugirió la química farmacéutica respecto del que finalmente compré fue de S$0,62 por tableta. Sin duda, se trata de una cifra significativa, que no hubiera podido ahorrar si no fuera porque tengo acceso a una información que me permitió insistir, comparar precios y elegir la alternativa más barata que me ofrece el mercado. Pero lo que para mí significó un ahorro, para un 36,2% de la población que vive en pobreza, puede convertirse en la diferencia entre pagar o no un tratamiento para un miembro de su familia, que sufre de alguna enfermedad.
Es quizá esta última razón por la que en su mensaje a la nación del pasado 28 de julio el presidente Alan García hizo una invocación clara y directa a su ministro de Salud, Óscar Ugarte, y a los diferentes actores de la industria farmacéutica: “Requiero al ministro Ugarte iniciar un diálogo con los laboratorios nacionales y extranjeros para concertar una política de reducción de precios. No puede ser que los peruanos todavía sigan pagando medicamentos más caros que en otros países”, afirmó García. Y no se equivocaba. Según datos al 2008 de IMS Latin America (entidad que provee de información estadística sobre la industria) Perú se ubica en el puesto nueve de un ránking que compara a más de 16 países de Latinoamérica, al tener un precio promedio de US$7,13 por medicamento. Así, las medicinas peruanas están más caras que las de sus vecinos de Chile, Ecuador y Colombia, y que las de Uruguay, Argentina, Nicaragua y Panamá.
¿Pero qué hace al mercado peruano más caro? Las respuestas son diversas y complejas. Y es que estas no solamente obedecen a un serio problema de información (que impide que el consumidor haga funcionar el mecanismo de la competencia al comparar y elegir el medicamento que más le conviene) sino también a una larga lista de imperfecciones que la mayoría de consultados para este informe coincide en señalar se presentan en cada uno de los eslabones de la cadena. Veamos por qué.
La punta del iceberg
Según Víctor Dongo, director de la Dirección General de Medicamentos, Insumos y Drogas (Digemid), el problema se inicia cuando un paciente acude al médico para tratarse de alguna enfermedad. “En vez de recetarle, como lo indica la ley, un medicamento por el nombre de denominación común internacional, el doctor termina recetándole, en la mayoría de los casos, el innovador (o un genérico de marca), por la cercanía que tiene con un determinado laboratorio farmacéutico”, afirma.
La versión de Dongo fue confirmada por el decano del colegio de Médicos del Perú, Julio Contreras, quien reconoce que a cambio de ciertos “beneficios” (pago de cursos, viajes, entre otros) ciertos profesionales terminan prescribiendo un medicamento que no siempre es el más conveniente para el bolsillo del consumidor. ¿El resultado? El médico es quien direcciona al paciente y lo lleva a comprar el medicamento genérico de marca, a pesar de que su precio puede ser hasta 7 veces superior al del genérico más barato, según Acción Internacional para la Salud (AIS), una ONG dedicada a investigar el tema de los medicamentos.
Ese mismo problema, (el del direccionamiento) se repite cuando el paciente acude a una farmacia. “Cuando el consumidor llega a una botica, sin receta, lo primero que el vendedor le ofrece, es el medicamento que le otorga mayor margen. No digo que ello sea ilegal pero evidentemente esta situación no abona en favor de la competencia”, afirma Roberto López, representante de AIS. Con ello, queda claro que la demanda de la población en todos los casos, se direcciona al consumo de los medicamentos genéricos de marca, que son más caros que los otros genéricos sin marca.
Pero además de los “incentivos” que ofrecen ciertos laboratorios, otro factor que fomenta esa direccionalidad es la relación estrecha que existe entre el laboratorio y la cadena, o entre la cadena y el distribuidor, generalmente por pertenecer a un mismo accionista o grupo económico. Esto puede llevar al vendedor a priorizar el medicamento que sus propietarios fabrican o distribuyen. Quisimos recoger la versión de las diferentes cadenas que existen en el mercado, pero solo Edmundo Yáñez, gerente general de Mifarma, se animó a hablar con franqueza de lo que sucede en la industria. “Es cierto que muchos priorizan sus marcas propias y que pagan comisiones por los medicamentos que les dan mayores márgenes. Nosotros pagamos a nuestros vendedores por cualquier tipo de venta que realicen, independientemente del margen”, comenta.
¿Diferencias?
López afirma que las cosas se complican más porque la competencia que existe en la industria farmacéutica es imperfecta. “El usuario tiene la noción de que lo que le recetan es insustituible. Si el doctor te dice “compra amoxil” o cualquier otra marca de su preferencia (alentado por una estrategia de márketing) será difícil que consideres un producto similar, a pesar de que este tenga un precio inferior”, dijo. Pero eso no es todo.
El ejecutivo asegura que la falta de información que existe en el mercado hace que el consumidor desconozca que un medicamento innovador y el genérico comparten la misma sustancia activa y que, por lo tanto, su efecto en el organismo Boletín Fármacos 2010, 13(1) 67 es el mismo. Esa falta de información también se refleja en la composición del mercado, pues en el Perú el 50% de las ventas corresponde a medicamentos genéricos de marca. “La gente cree que en el mercado existen tres tipos de medicamentos: el innovador, el genérico de marca y el genérico (a secas). Y no repara en que el genérico de marca y el genérico sin marca, son lo mismo: una copia del original. Eso es aprovechado por los laboratorios en un medicamento como la amoxicilina. Algunos deciden llamarla Amoxil o Velamox, a pesar de que ambas son copias, pero por solo ponerle una marca lo venden a un precio ligeramente menor que el innovador, aunque bastante por encima del genérico sin marca”, explica Dongo, de Digemid.
Posibles salidas
La lista de imperfecciones que se presentan en este mercado es extensa y se necesitaría un segundo informe para continuar enumerándolas. Sin embargo, también es importante analizar qué aspectos deberían considerarse para lograr una reducción en el precio de las medicinas.
Para Luis Caballero, presidente de la Asociación de Industrias Farmacéuticas de Origen y Capital Nacionales (Adifan), lo que está faltando en el Perú es ampliar el consumo de los medicamentos genéricos para que la población tenga la opción de acceder, a través de ellos, a un menor precio final. “Si existiera una decisión política para impulsar el consumo de genéricos, el consumidor podría saber que tiene la posibilidad de elegir entre un medicamento de marca, como Tamiflu, que cuesta US$60 en una clínica, y un genérico, que combate con la misma efectividad la gripe A/H1NI, pero que vale US$4”, precisó [1].
Sin embargo, Janice Sein-feld, profesora de la Universidad del Pacífico, dice que antes de impulsar una agresiva política de genéricos, el Estado debe controlar adecuadamente la calidad de las medicinas (entre ellas, varias importadas y comercializadas sin mayor control).
López opina que el Estado debería tomar una actitud mucho más decidida y entrar a regular el mercado, tal como se hace en Ecuador, Canadá, Brasil y España. “Todos los demás países tienen una actitud mucho más proactiva. Se instalan observatorios para evitar que los precios se disparen y se establecen márgenes máximos de venta para evitar los abusos de algunos fabricantes. Y es que no están hablando de cualquier mercado, sino de uno que involucra la salud de miles de peruanos”, comenta. Y, claro, también recomienda trabajar un tema fundamental: el acceso a la información. Un aspecto que, al parecer, entiende bastante la Digemid. “La mejor manera de promover la competencia es informando. Es por eso que, en breve, lanzaremos un software que será alimentado por productores y boticas, y que permitirá al usuario hacer una comparación a través de Internet. Así, por ejemplo, si vives en Jesús María, podrás ingresar el nombre del medicamento que deseas comprar y saldrá una lista con las mejores opciones (incluyendo la de los genéricos) y las boticas que te ofrecen una alternativa más económica”, asegura.
Eso no sería lo único. También emprenderán una política de promoción al consumo de genéricos. Ambas iniciativas forman parte de un paquete de medidas que el Gobierno espera hacer públicas en menos de un mes y que contribuirán a reducir el precio de las medicinas. Estaremos atentos.
Cadena de silencio
Para elaborar este informe contactamos en forma insistente a la Asociación de Laboratorios Farmacéuticos (gremio que agrupa a los laboratorios de capital extranjero), la cual, al enterarse de que parte del artículo iba orientado a discutir la competencia y los precios de las medicinas, optó por no participar. Lo mismo sucedió cuando contactamos a cada uno de los laboratorios en forma independiente y a las diferentes cadenas de farmacias que existen en el mercado: BTL, Fasa, Inkafarma, Boticas Arcángel y Boticas & Salud.
Notas de los editores
[1] De acuerdo a un estudio que publicamos en este número del Boletín Fármacos se desconoce la eficacia del Tamiflu para el tratamiento de la gripe A/H1N1. Véase Actualización en seguridad de medicamentos. Vacunas y antivirales frente a la nueva gripe pandémica A/H1N1, Notas Farmacoterapéuticas. 2009; 16 (6) en la sección de Prescripción, Farmacia y Utilización.