El refrán “por un perro que maté, me llamaron mataperros” le vendría de perlas a la Agencia Europea de Medicamentos, EMEA, y a su homóloga estadounidense, FDA, por el caso Yondelis, de Zeltia. El medicamento buscaba el respaldo de ambas organizaciones para poder ser indicado en el tratamiento del cáncer de ovario. La EMEA le dio luz verde. Pero la FDA, tras varias negativas, todavía está discutiendo su aprobación.
¿Es tan dispar la forma de actuar de las agencias? Según los expertos consultados por CF, no. Llevan años trabajando en común y el caso de Yondelis sería sólo una excepción. "Además, lo que hacen las agencias es evaluar las evidencias científicas que presentan los laboratorios", explica Emili Esteve, director del Departamento Técnico de Farmaindustria, la patronal española de los laboratorios innovadores. "Y cuando no autorizan un medicamento no significa que no haya evidencias, sino que no hay evidencias suficientes", matiza.
Para el experto de Farmaindustria, las discrepancias como en el caso de Yondelis también son algo natural. "Hay casos que son difíciles de evaluar. La clave es pensar en que, dependiendo de la evidencia necesaria para cada molécula, el listón es distinto. Las dos agencias tienen su personalidad, lo que no significa que haya voluntad de separación".
Antonio López de Silanes, presidente ejecutivo de la farmacéutica mexicana Laboratorios Silanes, también opina que no hay tanta diferencia entre ambas agencias. Y lo hace por experiencia: la compañía, con fármacos en Estados Unidos, ha elegido a España como base de operaciones para abordar el mercado europeo. "Queremos desarrollar un par de moléculas nuevas y buscaremos la aprobación de la EMEA. No creo que operar en estos dos mercados [el europeo y el estadounidense] sea tan difícil, ni que los criterios sean tan dispares", afirma López de Silanes. "Es muy importante tener la autorización de ambas para poder actuar en un mercado local. Algo que es casi imprescindible si quieres hacer innovación".
Sin embargo, en el caso de las aprobaciones, retiradas y opiniones positivas y negativas de ambas agencias no es fácil encontrar datos comparables que aporten diferencias o similitudes. Fundamentalmente porque la FDA no sólo es una agencia reguladora de medicamentos, sino que también se encarga de autorizar productos alimenticios y otros productos sanitarios de los que la EMEA no se ocupa.
Estatus jurídico mundial
El argumento clásico con el que se solían justificar las discrepancias entre la EMEA y la FDA, que fundamentalmente se producen porque las dos agencias operan en realidades con prácticas médicas totalmente distintas, ha caído en desuso. Eso es lo que opina el experto José Luis Valverde, catedrático de Derecho de la Unión Europea. "Cada mercado sigue teniendo sus particularidades, pero hoy en día esa afirmación no se hace en ningún sitio".
Valverde también se suma a la opinión de que el caso de Yondelis es algo excepcional: "La realidad es distinta. Los Boletín Fármacos 2010, 13(1) 84 trabajos de armonización han sido muy buenos y se han hecho grandes avances que se comenzaron a notar en el año 1992", afirma Valverde, que vaticina que los esfuerzos de las dos agencias por colaborar acabarán generando "un estatus jurídico mundial".
Para el experto, hay un hito en la construcción de este camino paralelo que data, precisamente, de 1992: el Documento Técnico Común (CDT, por sus siglas en inglés). Se compone de una serie de especificaciones acerca del registro de fármacos al que suscribieron la EMEA, la FDA y el regulador japonés. El documento, que ya cuenta con versión electrónica, fue el primer hijo de la International Conference on Harmonisation of Technical Requierements for Registration of Pharmaceuticals for Human Use (ICH), fundada por los tres reguladores. Con posterioridad, se unieron al CDT agencias como la canadiense y la suiza.
El Trasatlantic Administrative Simplification Action Plan, un documento suscrito por la EMEA y la FDA en junio de 2008, también es de vital importancia para entender cómo colaboran ambos organismos. "El objetivo principal es identificar oportunidades de simplificación administrativa a través de la cooperación transatlántica, a nivel de las prácticas y las pautas administrativas", reza el documento, que insta a que todo esto se lleve a cabo sin necesidad de reformas legales y de forma que se mantenga o se incremente el nivel de protección pública de la salud.
Consejo científico paralelo
Esta iniciativa no es la única por la que la EMEA y la FDA han mostrado su interés por caminar de la mano en los últimos años. Los reguladores firmaron en 2003 un acuerdo de confidencialidad y también han firmado tratados relacionados con los medicamentos huérfanos y pediátricos.
El ejemplo más reciente de colaboración entre ambos organismos nació a finales del pasado julio. Se trata de un programa conjunto para proporcionar consejo científico paralelo, por ejemplo, en la fase de desarrollo de nuevos fármacos. El nuevo programa se estructura en diez principios generales. Algunos de ellos pasan por la afirmación de que las reuniones para obtener el consejo científico paralelo serán limitadas y que los procedimientos para obtener estas recomendaciones serán voluntarios y por petición propia del promotor del proyecto. También hace un guiño a la agilidad en las reuniones necesarias para obtener este consejo: serán por videoconferencia.
"En ocasiones excepcionales, el personal de una de las agencias viajará a [las oficinas de] la otra para estas reuniones", reza el documento donde se recogen los principios en los que se estructura este programa, que pretende que "las ventajas que se esperan obtener aumenten el diálogo entre las dos agencias y los promotores desde el inicio del ciclo de vida de un nuevo producto". El nuevo programa también se ha marcado como objetivo que "se llegue a un mayor entendimiento de las bases de las decisiones regulatorias y de la oportunidad de optimizar el desarrollo de un producto y de replicar metodologías de prueba de forma innecesaria".
El regulador japonés, la última pieza
Para Esteve, las diferencias entre la EMEA y la FDA responden a que cada organismo tiene su propia personalidad. Pero "también hay que tener en cuenta al regulador japonés", matiza. Este organismo, que también cuenta con sus propias particularidades, es el que, según José Luis Valverde, cerrará el círculo del estatus jurídico común y global al que hace referencia.
Además, tampoco hay una forma fiable de cuantificar esas diferencias, ya que la terminología que emplea cada regulador es distinta. Mientras que la FDA se refiere a NDA (siglas en inglés de New Drugs Approvals, aprobaciones de nuevos fármacos), la agencia europea refleja en sus memorias anuales las opiniones que emite sobre las solicitudes de evaluación que le llegan.
La EMEA no sólo trabaja en común con la FDA. También colabora con otros reguladores nacionales ajenos al mercado europeo y al estadounidense, entre los que se encuentra el de Canadá.
Entre otros documentos, ambas agencias reguladoras suscribieron un acuerdo de confidencialidad en 2007, bajo el auspicio de la ICH. Y con la agencia china del medicamento, la EMEA tiene puesto en marcha un programa de consulta y cooperación. "Se dirige a promover el intercambio de información y el mutuo entendimiento entre fármacos, dispositivos médicos y cosméticos", se explica desde la Comisión Europea.
A pesar de que, a juicio de los expertos, sean pocas y sanas, las diferencias entre ambos reguladores siguen existiendo a día de hoy. "Es cierto que la armonización global nació con muy buenas intenciones y con una gran claridad", admite el director técnico de Farmaindustria. "Pero, a medida que ha ido avanzando a lo largo de los años, se ha vuelto más complicada. Más aún si se tiene en cuenta que cuanto más complejo es un proyecto, más complicada se vuelve esa armonización". Para el experto, "todavía no hay conceptos globales en este sentido. Estamos apuntando en la misma dirección, pero queda mucho por hacer", reconoce.
Un ejemplo que no confirma la regla
Aunque en avisos ambas agencias tienden a trabajar de forma conjunta e incluso simultánea, también hay excepciones. Sin ir más lejos, la FDA emitía en agosto una alerta en la que advertía del riesgo de usar glucómetros basados en la tecnología GDH-PQQ en pacientes con tratamientos que contienen maltosa, xilosa o galactosa (fundamentalmente, personas en diálisis peritoneal y a las que se administran inmunoglobulinas) porque podría dar lugar a valores falsamente elevados de glucosa e inducir dosificaciones erróneas de la insulina.
La EMEA no se ha pronunciado al respecto, lo que no ha impedido que haya llegado a oídos de profesionales implicados. "Esta información es conocida desde hace varios años y está descrita en los folletos informativos y otras informaciones dirigidas a profesionales", señala a este respecto Michele Pedrocchi, directora de Roche Diabetes Care para España, Portugal y Latinoamérica, compañía que cuenta con glucómetros con esta tecnología. A Pedrocchi no le extraña que la agencia europea no haya dicho nada al respecto. "Los prospectos de los productos Accu-Chek han mencionado la maltosa como sustancia causante de interferencia desde 1998. Roche ha aprovechado la alerta para reiterar la información incluida en éstos".
Otros de los medidores señalados pertenecen a Abbott, que advierte de que "la EMEA no tiene ninguna competencia sobre los productos sanitarios". Señalan que están "en contacto con la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios" que sería a la que le correspondería emitir un aviso, y es un asunto que tienen en cuentan en la formación de médicos y pacientes.
Los expertos consultados por F&I coinciden en que lo más probable es que la EMEA continúe la estela de la FDA y emita alguna comunicación sobre este potencial riesgo que ha causado la muerte de trece personas en doce años en todo el mundo. "No hay mucha preocupación porque, al ser medicamentos de uso hospitalario, es fácil concentrar a los pacientes, dar la información y cambiar los aparatos", señala el endocrino Alfonso López Alba, de la Fundación Hospital de Jove, de Gijón.
El presidente de la Federación Española de Diabetes, Ricardo García Mayor, y el coordinador de Diabetes del Hospital Clínico Universitario de Valencia, Javier Ampudia, entienden que la alerta de la FDA, aunque adecuada, ha podido pecar de "alarmista". Ampudia cree que "si la EMEA dice algo, seguramente será más conciliadora".