Cuando arrecia la preocupación por la disparada de contagios en el viejo continente, el Gobierno aceleró las conversaciones para lanzar cuanto antes el ensayo clínico de una vacuna contra el coronavirus de origen y producción nacional.
El pasado jueves, el presidente Alberto Fernández se interiorizó de los avances de los proyectos nacionales de producción de vacunas con la ministra de Salud, Carla Vizzotti; el titular de Ciencia y Tecnología, Daniel Filmus, y la titular del Conicet, Ana Franchi, entre otros funcionarios y científicos.
Entre todas las carpetas, la reunión transitó mayormente por los pasos a seguir con la vacuna “Arvac-Cecilia Grierson”, que en enero de 2022 comenzará con la fase clínica para poder ser producida a principios de 2023.
Según pudo saber El Cronista, en base a cálculos provisorios, el Estado podría ahorrarse con una vacuna de tecnología y fabricación nacionales hasta un 70% del costo volcado a la compra de las más de 90 millones de dosis adquiridas hasta ahora, en un contexto signado por la emergencia sanitaria, con costos elevados y gastos logísticos significativos.
La inversión en vacunas rozó los US$1.000 millones, teniendo en cuenta los importes de cada dosis, los seguros, los gastos de logística y transporte y otras gestiones conexas. Tal monto da una medida de la capacidad de sustitución que el Gobierno pretende encarar para reducir la salida de divisas en momentos de restricción externa, y de ganancia de eventuales mercados que necesitarán en los próximos años continuar reforzando la inmunización de sus poblaciones.
Fuentes del ministerio de Ciencia y Tecnología y de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación evitaron arrojar cifras sobre el futuro costo de la vacuna argentina, algo que recién se esbozará al momento de otorgar los créditos para la fase de estudios clínicos.
Pese a ello, el abaratamiento de las vacunas una vez que la industria farmacéutica alcance el nivel de oferta agregada que responda a la demanda de los países hará bajar los precios. Restando el costo logístico -un componente muy grande en el costo de cada vacuna- se estima que se podrían ahorrar US$2 promedio por inyección. O incluso más.
“Con estos parámetros podemos inferir que la vacuna argentina va a costar un 25% o un tercio de lo que costaron las vacunas compradas hasta ahora”, precisó una fuente empapada en la negociación.
A la par con el ahorro en moneda extranjera, igual o mayor entusiasmo genera la gestación de un negocio exportador. “En esta ‘máquina’ metés pesos y podés sacar dólares, porque sustituís importaciones o porque podés exportar vacunas diseñadas y producidas en la Argentina”, precisó la misma fuente, que prefirió la reserva.
La vacuna “Arvac”, el desarrollo más maduro, podrá utilizarse tanto como refuerzo de las vacunas actuales como para la inmunización primaria de personas no vacunadas. Sus responsables trabajan en los laboratorios de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam).