La pandemia de covid-19 ha propiciado la realización de un gran número de ensayos clínicos que buscan evaluar un amplio abanico de opciones terapéuticas. Sin embargo, no todos son útiles.
Caos y malgasto. Desde la primavera del 2020, la cantidad de ensayos clínicos que están estudiando los posibles tratamientos para la covid-19 ha sorprendido a los expertos en política sanitaria y uso de medicamentos; también les ha preocupado la baja calidad de muchos de estos estudios [1]. Para finales de marzo del 2020, los registros de ensayos clínicos contaban con 201, que evaluaban 92 productos, entre ellos medicamentos y plasma de convalecientes. Un tercio de estos no especificaba los criterios de valoración clínica, casi la mitad planeaba incluir a menos de 100 pacientes y dos tercios se realizaron sin enmascaramiento. En otras palabras, existía un riesgo alto de que muchos de estos ensayos clínicos no aportaran datos útiles para la práctica clínica [1]. A finales de junio del 2020, los estudios registrados ya eran más de 1.000 y el 40% incluía a menos de 100 pacientes [2,3]. Los analistas usan palabras como “desorganización”, “caos”, y “un enorme malgasto de recursos financieros” para referirse a esta situación(a) [2,4].
Los resultados concluyentes provienen en su mayoría de dos estudios que compararon un rango de tratamientos en miles de pacientes: estos son el estudio “Recovery”, del Reino Unido, y el estudio “Solidarity”, patrocinado por la OMS (b) [2]. Esta observación señala la necesidad de que exista una mejor coordinación en la investigación que facilite el inicio de estudios comparativos que tengan el tamaño adecuado para producir resultados rápidos y decisivos, en lugar de realizar muchos estudios más pequeños y deficientes [1-4].
Hidroxicloroquina: entusiasmo mal orientado. A finales de junio de 2020, ya se estaban realizando más de 100 ensayos clínicos con hidroxicloroquina, que planeaban incluir en total a más de 100.000 pacientes [2,3]. Sin embargo, para ese momento los estudios “Recovery” y “Solidarity” habían demostrado que este medicamento no es efectivo para tratar los casos graves de covid-19 [2]. Esta situación es todavía más lamentable porque el estudio francés que generó entusiasmo por este medicamento reúne varios sesgos metodológicos que lo descalifican [5,6].
Estos recursos (tiempo, dinero, disponibilidad de pacientes dispuestos a participar en un ensayo clínico) podrían haberse aprovechado mejor si se hubieran empleado para evaluar algunas estrategias que recibieron muchísima menos atención, tales como las medidas de protección personal o el “confinamiento”, que siguen siendo objeto de gran controversia [7].
Referencias seleccionadas por Prescrire