A continuación, resumimos un artículo sobre las estrategias que acordaron las agencias reguladoras para acelerar los ensayos clínicos de las vacunas covid, y los proyectos de colaboración que se han establecido [1].
Normalmente, los ensayos clínicos constan de tres fases (aunque a veces se agrega una fase cero). La Fase I inscribe a un número reducido de participantes para estudiar la seguridad de la vacuna, la segunda fase involucra a un mayor número de participantes y busca establecer la dosis óptima para generar respuesta inmune y seguir identificando efectos secundarios, y los estudios de fase tres involucran a un número mucho más grande de participantes y pretende establecer la eficacia de la vacuna.
Con la premura de la pandemia, todos estos procesos de desarrollo se aceleraron, pero sin afectar la rigurosidad científica de los estudios, es decir comprimiendo los tiempos sin obviar etapas. Por ejemplo, Pfizer y BioNTech comenzaron paralelamente la Fase 1 y 2 de los ensayos de su vacuna COVID-19 a fines de abril de 2020 y tres meses después hicieron, también en paralelo, los ensayos de Fase 2 y 3. En algunos casos, los ensayos preclínicos (en animales) y los ensayos clínicos de Fase 1 también se realizaron en paralelo, por ejemplo, en el desarrollo de las vacunas de Moderna y Pfizer. Estas compresiones desataron un debate sobre dónde y cómo trazar la línea riesgo-beneficio, tema que también se discutió en la reunión de la Coalición Internacional de Autoridades Reguladoras de Medicamentos que tuvo lugar en marzo de 2020, donde la mayoría de los participantes estuvieron de acuerdo en que los datos generados en los ensayos preclínicos deben estar disponibles antes de inscribir a un gran número de sujetos humanos en los ensayos clínicos de Fase 2 y 3. Los participantes también estuvieron de acuerdo en que el riesgo-beneficio depende de la candidata a vacuna y del perfil de seguridad de la plataforma de vacunas en la que se basa.
Las plataformas de ARNm para el desarrollo de vacunas covid han pasado a primer plano porque se pueden adaptar fácilmente para prevenir las infecciones por nuevas variantes covid o por otras enfermedades víricas. Basta con cambiar las instrucciones genéticas (el ARN) que forman parte de la vacuna. También se prevé que aumentarán los ensayos clínicos adaptativos, los diseños de estos ensayos permiten que se prueben diferentes productos contra el mismo grupo control, y que se puedan ir incluyendo otros productos sin tener que someter el protocolo a la revisión previa de un comité. También se habla de estudios puente, que obvian el requisito de hacer ensayos clínicos aleatorizados a gran escala, pues se centran en los datos de inmunogenicidad (la capacidad de la vacuna para provocar una respuesta inmune), que se suele medir por la cantidad de anticuerpos neutralizantes que producen. Cuando la inmunogenicidad que genera la candidata a vacuna es de la misma magnitud que la respuesta inmune que provoca la vacuna original, se pueden extrapolar los resultados de eficacia. Sin embargo, se sigue debatiendo la fiabilidad de los anticuerpos neutralizantes como “correlato de protección”, pues además de estos podría haber algún otro factor que influyera en la capacidad inmunogénica de las vacunas.
Desde el principio de la pandemia, la OMS ha hecho hincapié en la necesidad de promover la colaboración entre quienes desarrollan las vacunas, y alentó la participación en el Ensayo Solidarity, un gran ensayo aleatorizado y controlado que reclutó a nivel internacional, cuyos principales objetivos eran evitar la duplicación de esfuerzos y facilitar la evaluación simultánea de los beneficios y riesgos de diferentes vacunas en múltiples sitios. Pero el ensayo no logró atraer participantes, quizás porque los gobiernos pusieron presión sobre sus industrias para que fueran las primeras en sacar una vacuna.
Ahora se está entrando en otra etapa, en la que habrá que encontrar respuestas a preguntas complicadas. La Unión Europea lanzó en febrero 2021 una red de ensayos clínicos, Vaccelerate Covid 19, a la que se han unido 16 países de la Unión Europea y cinco países asociados. La red pretende facilitar la cooperación y el intercambio de datos, y hasta ahora se han inscrito 400 centros de investigación, y hay una lista de 29.500 personas dispuestas a participar en los ensayos que lidere la red.
Vaccelerate ya ha concluido un pequeño ensayo (633 personas) que analizó el impacto inmunogénico de administrar una dosis de la vacuna de Pfizer a los que habían recibido una dosis de Oxford-AstraZeneca. Este estudio documentó un aumento significativo de la producción de anticuerpos en estos participantes. El Oxford Vaccine Group está haciendo un ensayo parecido en el Reino Unido.
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