Cinco países africanos, Marruecos, Ruanda, Sudáfrica, Senegal y Kenia, están inmersos desde el año pasado en una frenética carrera por ser los primeros en producir vacunas a gran escala en África. La dependencia del continente en esta materia es enorme, tan solo produce el 1% de las dosis que utiliza. Sin embargo, fue la pandemia de la covid-19 y la poca solidaridad de los países ricos, quienes en un primer momento las acapararon todas, lo que ha espoleado a la Unión Africana (UA) a priorizar proyectos para la construcción de fábricas con el objetivo de cubrir el 60% de la demanda en 2040. Más de 30 iniciativas han surgido en el último año, pero las cinco mencionadas son las más sólidas y se prevé que estén operativas en 2023. Es importante llegar primero.
El 2021 supuso un duro baño de realidad para África. Mientras las inmunizaciones contra la covid-19 se desplegaban por todo el mundo, al continente apenas llegaban las migajas. John Nkengasong, director de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de África (Africa CDC), lanzaba la alerta: “No puedes garantizar la seguridad sanitaria de tu gente importando el 99% de tus vacunas”. No era un problema solo de la pandemia. Acto seguido, Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), indicaba el camino a seguir: “La mejor manera de luchar contra las desigualdades es poner las herramientas en las manos de quienes más las necesitan”. La UA, con el apoyo de la Alianza para las Vacunas (Gavi), aceptaba el envite y anunciaba su visión de 2040, proponiendo a los países miembros que pusieran en marcha iniciativas para construir fábricas que permitieran alcanzar la soberanía vacunal.
En los dos próximos años al menos estos cinco proyectos estarán operativos, pero el reto es el mercado. “La demanda en África es enorme y va en aumento por el crecimiento poblacional, pero desde hace 25 años está cubierta por Gavi, Unicef y otros organismos, que compran para África. La pregunta es si, una vez se retire este apoyo, los propios países africanos podrán pagar por sus propias dosis”, asegura un experto del Instituto Pasteur, “con la irrupción de nuevos productores, Gavi va a redistribuir las cuotas de mercado. Habrá resistencias por parte de las grandes multinacionales, que amortizan sus estructuras de coste vendiendo a África a precios bajos, pero al final habrá mercado para todos”, añade.
En un primer momento, la idea es fabricar vacunas contra la covid-19, pero es mucho más que eso. El campo de la inmunización pediátrica de rutina es prioritario, así como para enfermedades endémicas que provocan un enorme impacto en África, como la malaria, que fue la primera vacuna de su tipo recomendada por la OMS en 2021, después de haber superado la fase piloto en tres países del continente. También las de la fiebre amarilla o el ébola, con una variante aprobada para la cepa Zaire y en fase de investigación para la cepa sudanesa. Se pretende que las plantas africanas cuenten con la tecnología necesaria para fabricar productos de nueva generación ampliamente distribuida en la reciente pandemia, como el ARN mensajero.
El pasado 27 de enero, el rey de Marruecos, Mohamed VI, ponía la primera piedra de Sensyo Pharmatech, la primera fábrica de producción industrial del país magrebí. Situada en Benslimane, en la región de Casablanca, la idea es que en una primera fase pueda encargarse del embotellado de las dosis a partir de viales importados, lo que se conoce como fill and finish, pero esto ya se hace en varios países africanos y no contribuye a reducir la dependencia, pues la materia prima sigue viniendo del exterior. Con un coste total de 200 millones de euros, la segunda etapa pretende producir íntegramente unos 600 millones de dosis anuales, convirtiendo a Marruecos en un hub regional en la materia.
El pasado mes de junio fue Ruanda quien lanzó su proyecto con el inicio de las obras de una fábrica de la empresa alemana BioNTech en Kigali, capital del país. Con el decidido apoyo de la Unión Europea y de la propia Alemania, la iniciativa pretende producir vacunas contra la covid-19 mediante la tecnología de ARN mensajero, pero también inmunizaciones pioneras que están en este momento en fase de desarrollo contra la malaria, el SIDA y la tuberculosis, enfermedades epidémicas en el continente. Una de las características más importantes de los proyectos que van en cabeza de esta particular carrera, salvo el caso de Kenia, es que todos son iniciativas público-privadas con el respaldo de organismos internacionales.
En Senegal, el Gobierno ha desempeñado un rol crucial de impulso de la iniciativa: aportó las tres hectáreas necesarias en Diamnadio, a unos 40 kilómetros de Dakar, puso más de 15 millones de euros y dio un fuerte respaldo político. Con las obras también bastante avanzadas y un coste de unos 220 millones de euros, el proyecto denominado MADIBA (Fabricación en África para la Inmunización contra Enfermedades y la Construcción de Autonomía, por sus siglas en inglés) estará bajo la responsabilidad del Instituto Pasteur de Dakar. El 75% de su financiación se ha dado gracias a la implicación, entre otros, de la Banca Europea de Inversiones, Estados Unidos, el Banco Mundial o las agencias de cooperación alemana y francesa. El objetivo: nada menos que 300 millones de dosis al año.
También con un firme apoyo de la Unión Europea, Sudáfrica aspira a contar con una fábrica autónoma de producción en los próximos meses desarrollada por la empresa Biovac. Con una capacidad y solvencia demostradas durante la pandemia de la covid-19, cuando puso sus máquinas a funcionar para el embotellado de viales, el país austral es uno de los mejor posicionados en términos de calidad científica y posibilidades reales de inversión. Situado en Ciudad del Cabo, el proyecto sudafricano tiene un coste superior a los 175 millones de euros y pretende alcanzar los 500 millones de dosis anuales.
Un quinto país, Kenia, también ha logrado enormes avances con su proyecto, pero a diferencia de las cuatro iniciativas anteriores, en este caso se trata de una inversión exclusivamente privada desarrollada por Moderna, que pretende alcanzar los 500 millones de dosis con una inversión de unos 400 millones de euros. Paradójicamente, las grandes multinacionales farmacéuticas fabricantes de la mayor parte de las vacunas hasta ahora se están quedando fuera del pastel africano porque no fueron lo suficiente flexibles para responder ante la crisis de la covid-19 y son las empresas de biotecnología las que han ocupado su lugar con herramientas mucho más innovadoras.
Cuando estén las cinco plantas operativas, al menos el 30% de la demanda de vacunas en África estará cubierta en un plazo de cinco años, según las estimaciones. Luego será más sencillo replicar el modelo en otros países. Otro desafío será la especialización, que cada proyecto pueda fabricar un tipo diferente de inmunizaciones y exista colaboración entre ellos. Decenas de científicos africanos y personal especializado de la diáspora ha mostrado interés en regresar porque habrá necesidad de talento, lo que también es un reto para todos los proyectos. De momento, la carrera continúa porque los primeros en tener sus fábricas terminadas cogerán las mejores posiciones en el nuevo escenario.