Los investigadores incurren a veces en diversas formas de deshonestidad y comportamientos poco éticos, por lo que los reguladores han tenido que esforzarse en garantizar que se adhieren a estándares aceptables. Esta regulación es una tarea difícil, ya que la investigación es muy diversa y dinámica. Los investigadores pueden discrepar acerca de lo que se considera una norma necesaria y aceptable, y estas normas están en constante evolución.
Este artículo presenta y analiza los cambios que se han hecho recientemente a la regulación de la integridad y la ética de la investigación en Noruega, Dinamarca y Suecia. Los países escandinavos reconocen que las normas de investigación se desarrollan a partir de la práctica y, por lo tanto, no es adecuado abordarlas a través de una regulación nacional exhaustiva, por lo que se centran en capacitar a la comunidad investigadora para que se autorregule, excepto en los casos más graves de mala conducta. Este empoderamiento otorga a las instituciones de investigación las herramientas y la autoridad para investigar, al tiempo que las responsabiliza de garantizar que tanto la institución como los investigadores individuales estén al día de las normas pertinentes.
De este modo, los gobiernos escandinavos intentan evitar algunos de los problemas de los acercamientos más legalistas, que corren el riesgo de quedarse rezagados con respecto al desarrollo continuo de las normas de investigación y pueden ser insensibles a que las distintas disciplinas tengan normas diferentes. Aunque la estrategia escandinava tiene posibles ventajas, también conlleva posibles contrapartidas y limitaciones. Las nuevas leyes pueden generar confusión sobre lo que los investigadores pueden hacer. Otro problema es que sólo abordan de forma limitada las causas fundamentales de la mala conducta.