Un equipo portugués publicó un caso clínico detallado de un paciente de 46 años sin antecedentes de trastornos psiquiátricos que recibió isoniazida en una dosis de 300 mg por día, antes de empezar el tratamiento inmunosupresor con etanercept (Enbrel u otras marcas) para la espondilitis anquilosante, ya que tenía antecedentes de tuberculosis [1].
Tres semanas después, desarrolló un trastorno de tipo maníaco del que el paciente no era consciente. Los síntomas incluyeron irritabilidad, excitación psicomotora, actividad sin propósito, euforia, estado de ánimo inestable, verborrea, delirios de grandeza y delirios mesiánicos, desinhibición, agresividad verbal, insomnio, gasto excesivo de dinero y planes extravagantes para el futuro. Después de una semana, requirió hospitalización por este problema [1].
Los síntomas se resolvieron gradualmente tras suspender la isoniazida y proporcionar un tratamiento adecuado. Se dio de alta al paciente el día 34, y no sufrió ninguna recaída durante los seis meses posteriores.
Desde la década de 1950 —cuando se la empezó a usar para tratar la tuberculosis—, se han observado casos de manía con la isoniazida. Los síntomas pueden aparecer meses después de empezar a tomarla y, cuando se la descontinúa, tardan un promedio de dos meses en resolverse.
La isoniazida y la iproniazida, su derivado (que aún están autorizados en Francia para tratar la depresión), son inhibidores de la monoaminooxidasa. Esta inhibición provoca un aumento de la concentración de neurotransmisores monoamina en el cerebro debido a la reducción del catabolismo de noradrenalina, serotonina y, en menor grado, dopamina [2].
En la práctica, se debería advertir a los pacientes que inician un tratamiento con isoniazida que conlleva un riesgo de trastornos de tipo maníaco. Se les deberían explicar los síntomas y también animarlos a informar a las personas que los rodean. Los pacientes que padecen un trastorno bipolar son especialmente susceptibles a este riesgo.
Referencias