Rafael Escandon y Arthur Caplan son bioeticitas y miembros del Grupo de Trabajo de Terapia Génica Pediátrica y Ética Médica (Pediatric Gene Therapy & Medical Ethics Working Group) en el departamento de ética médica de la Facultad de Medicina Grossman de la Universidad de Nueva York, y publicaron un artículo de opinión en Statnews que resumimos a continuación [1].
El 18 de noviembre de 2024, una paciente pediátrica que participaba en un ensayo clínico sufrió un síndrome hiperinflamatorio sistémico y murió unas dos semanas después de haber recibido una terapia génica (https://medcitynews.com/2024/11/neurogene-gene-therapy-patient-death-rett-syndrome-rare-disease-ngne/). La muerte de la joven se produjo apenas dos años después de que un síndrome comparable provocara la muerte de un hombre de 27 años con distrofia muscular de Duchenne, que había recibido un vector viral similar que transportaba una carga genética diferente a través de una vía de administración diferente (https://www.statnews.com/2022/11/04/muscular-dystrophy-patient-in-line-for-crispr-therapy-dies/). En 2022 se produjeron otras dos muertes por reacciones agudas y toxicidad orgánica con el uso comercial temprano del mismo vector viral (https://www.statnews.com/pharmalot/2022/08/11/novartis-zolgensma-liver-failure-gene-therapy-death/). En 2020 y 2021, un ensayo clínico con una terapia génica que utilizaba un vector viral diferente y que transportaba una carga genética diferente resultó en la muerte de cuatro niños, poco después de la administración (https://www.statnews.com/2023/11/15/astellas-gene-therapy-deaths-study/).
Estas muertes ponen de relieve algo importante: la industria debe analizar si se puede mejorar la seguridad y la prevención de eventos adversos catastróficos y, de ser así, cómo. Sin embargo, eso será prácticamente imposible sin cambios importantes.
Actualmente, el seguimiento de la seguridad en los ensayos iniciales incluye a patrocinadores, investigadores, reguladores, comités de ética y comités de seguridad de datos. Todos tienen la tarea de garantizar que los eventos adversos graves que surgen en cada ensayo se identifican y reportan rápidamente. Sin embargo, si hay un problema de seguridad en un ensayo específico, la decisión de involucrar a otros interesados en terapias génicas depende del informe del patrocinador y de la evaluación del regulador.
El secretismo que rodea a todo el proceso de investigación y las protecciones de propiedad intelectual impiden que las partes interesadas en terapias génicas aprendan de lo que sucede en otros ensayos. Estos requisitos imponen una carga insostenible a la FDA y a otros reguladores. Una búsqueda en clinicaltrials.gov identifica aproximadamente 1.400 ensayos con terapia génica actualmente activos.
Si las empresas estuvieran más dispuestas y los reguladores mejor capacitados para compartir información, sería más fácil identificar los problemas que se generan con el uso de diferentes serotipos de vectores, transgenes, dosis, vías de administración, métodos de inmunosupresión, títulos de anticuerpos preexistentes y similares.
Para que las terapias genéticas prosperen, la industria debe aceptar y autorizar a los reguladores a compartir información más completa sobre los eventos adversos emergentes de manera rápida y amplia.
En este momento, lo único que puede hacer la FDA es imponer una suspensión clínica a todos los ensayos similares.
Si los patrocinadores y los reguladores de terapias genéticas pudieran cooperar abiertamente, se podrían tomar las medidas necesarias para reducir el riesgo con mayor rapidez.
Los autores proponen [1] que los patrocinadores autoricen voluntariamente que la FDA revele los detalles relevantes de los eventos de seguridad, que actualmente están detrás de cientos de cortinas para mantener la confidencialidad, de manera más abierta a las partes interesadas clave. Estos cambios podrían proteger mejor a los voluntarios que se involucran en los primeros ensayos de terapias génicas.
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