Una organización internacional sin ánimo de lucro para fomentar el acceso y el uso adecuado de medicamentos entre la población hispano-parlante

Conflictos de Intereses

¿Por qué nos debemos preocupar por los conflictos de interés?
Janice Boughton
MedPage Today, 19 de febrero de 2017
http://www.kevinmd.com/blog/2017/02/worry-conflict-interest.html
Traducido por Salud y Fármacos

Un número reciente de JAMA se asemeja a una de esas revistas que se dedica a presentar los últimos escándalos. Por lo menos tres de los artículos en la sección de Investigaciones parece que lo fueran. ¡Qué cosa tan atractiva! Yo no quiero que la medicina, que es mi profesión, tenga un sabor ético amargo, pero a veces lo tiene. Me siento orgulloso al ver que la medicina se automonitorea y que este tipo de información escandalosa aparece publicada en una de las revistas de mayor prestigio.

El primer artículo “Organizaciones de apoyo a los pacientes, financiación de la industria y conflictos de interés” [1], está escrito por Susana Rose de la Clínical Cleveland con colegas de la Universidad de Chicago. Resulta que 67% de las organizaciones de ayuda a pacientes, tales como la American Diabetic Association, la Multiple Sclerosis Foundation, March of Dimes y otras organizaciones que se especializan en otras enfermedades, reciben ayuda financiera de la industria. Específicamente, “industria” quiere decir organizaciones que ganan dinero vendiendo productos relacionados con la salud.

Más de un 10% de estas organizaciones reciben más del 50% de su presupuesto de la industria. Casi 8% de los dirigentes de los grupos de apoyo encuestados admiten que se sienten presionados por las demandas de sus donantes corporativos. Puesto que admitir esto no es fácil, el número probablemente subestima el verdadero impacto.

El Instituto de Medicina [de EE UU] ha escrito extensamente sobre los conflictos de interés y cómo manejarlos. Los conflictos de interés de tipo financiero ocurren cuando el fin primario de la organización, en este caso apoyar el bienestar de los pacientes, compite con un fin secundario, como puede ser promover un producto de la empresa que ayuda a pagar sus gastos. Es difícil cuantificar a quien favorecen estos conflictos de interés. Las grandes farmacéuticas y las productoras de aparatos médicos tienen una enorme cantidad de dinero, conocimiento y recursos para ayudar a una organización, pero también tienen mucho interés en ganar dinero.

Si quieren vender un producto que aporta cuestionables beneficios a los pacientes, una organización de ayuda a pacientes sería un aliado poderoso en promover el producto. Los pacientes piensan que la organización de apoyo está para ayudarles, a veces en contraposición a las organizaciones médicas. En la información que presenta la organización no se puede leer nada que lleve a pensar que tiene posibles conflictos de interés, este sería el caso si por ejemplo les explicaran que: “Esta organización recibe el apoyo de los productores de tornillos patentados de titanio o pastillas mágicas que curan la diabetes en unos pocos días”.

El segundo artículo de Dora Lin y sus colegas de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Johns Hopkins examina las organizaciones y personas que discuten las regulaciones de los Centers for Disease Control (CDC) sobre la prescripción de opiáceos para el dolor crónico [2]. A no ser que Ud. haya vivido en una cueva, probablemente habrá observado que las prescripciones para el dolor de una clase de medicamentos que se conoce como medicamentos opiáceos han aumentado dramáticamente en los últimos años y que eso ha ocasionado un aumento en el número de pacientes adictos y también de muertes por sobredosis.

En respuesta a este problema, los grupos asesores de atención médica han recomendado prescribir estos medicamentos menos frecuentemente, en dosis más pequeñas y que se descontinúan antes, al mismo tiempo que recomiendan que se ofrezcan opciones no opiáceas para el control del dolor, que son menos peligrosas y probablemente más efectivas. Cuando se dieron a conocer las recomendaciones de los CDCs, hubo críticas y se estableció un periodo para obtener comentarios de expertos antes de que se hiciera la publicación definitiva. Resulta que la mayoría de las críticas eran de las organizaciones con vínculos con los fabricantes de opiáceos y ninguna de ellas mencionaba esta relación en sus comentarios. Hay muchas causas que explican la epidemia de opiáceos en EE UU, y la desinformación que ofrece la industria farmacéutica es una de ellas.

El tercer artículo era todavía más preocupante desde un punto de vista económico [3]. En los últimos años, hemos visto cambios importantes en el tratamiento de la hepatitis C y en el de los niveles altos de colesterol. Las guías de tratamiento que la Asociación Americana de Corazón publicó en 2013 recomendaban que aumentáramos el número de personas que debían ser tratadas con estatinas a todos los que tuvieran un riesgo a 10 años de sufrir una enfermedad cardiovascular ateroesclerótica superior al 7,5%. Las guías publicadas en 2015 para el tratamiento de la hepatitis C, una enfermedad crónica causada por un virus en la sangre, sugería tratar a todos los enfermos de hepatitis C con medicamentos carísimos—hay que felicitar a los investigadores de las farmacéuticas—que pueden curar la enfermedad.

El alto precio de los medicamentos es la razón por la que este tercer artículo (de Akilah Jefferson y Steven Pearson del Instituto Nacional de Salud y de Instituto de Revisión Clínica y Económica) causa una gran preocupación. Para 2020, las ventas globales de estatinas, que son buenas para algunas personas, especialmente por quienes tienen una enfermedad cardíaca conocida, van a superra el billón de dólares. Las nuevas medicinas para la hepatitis C cuestan más de US$1.000 cada pastilla, o US$80.000 y más por tratamiento y las ventas en 2015 llegaron a más de US$10.000 millones. Resulta que un número significativo de los médicos que formaban parte de los dos grupos responsables de preparar las guías habían recibido dinero de los fabricantes de los medicamentos que ellos recomendaron usar tan extensivamente. El Instituto de Medicina hizo unas recomendaciones muy claras sobre los conflictos de interés en 2009; ninguna de las organizaciones responsables de preparar estas guías siguió estas recomendaciones.

Está bien que hablemos de estas cosas pero no es bueno que estén sucediendo. El problema con los conflictos de interés no es que lleven a malas decisiones, sino que probablemente lo hagan y que nosotros no lo sepamos. Nosotros, como médicos, intentamos tratar bien a los pacientes, y nos han dicho en estos últimos años que podemos hacerlo mejor si seguimos las guías. Estas guías, nos han hecho creer, están basadas en la mejor evidencia científica y, que sin el tiempo para leer toda la literatura y estar al día con la astronómica cantidad de datos que se publican cada año, podríamos hacer bien en seguirlas.

Pero si las personas que preparan las guías trabajan para compañías que se benefician económicamente de la implementación de estas guías, haríamos mejor cuestionándolas. A nivel poblacional, es muy diferente recomendar que todos los pacientes reciban un tratamiento que recomendarlo al pequeño grupo de pacientes con mayores probabilidades de beneficiarse. Nuestros presupuestos personales para la salud, así como el de la nación, tienen límites. La decisión de usar un medicamento costoso es también una decisión de eliminar otra cosa que nos puede beneficiar más.

Los conflictos de interés son frecuentes y son parte de nuestra condición humana. No es posible eliminarlos en cada situación. Deberíamos tener una sensibilidad especial con los grupos que preparan guías y los que apoyan a los pacientes, donde los pacientes son vulnerables a verse influenciados por quienes no tienen sus mejores intereses como objetivo principal. Los médicos deberían oponerse firmemente a participar en decisiones que son tan importantes cuando tienen conflictos de interés. Honestamente, debemos reconocer que imposibilita que seamos verdaderamente objetivos, es decir de evitar sesgos, si tenemos conexiones con la industria farmacéutica.

Janice Bughton es un médico que escribe blogs en Why is American health care so expensive?

Referencias

  1. Susannah L. Rose, Janelle Highland, Matthew T. Karafa et al. Advocacy Organizations, Industry Funding, and Conflicts of Interest. JAMA Intern Med. Published online January 17, 2017. doi:10.1001/jamainternmed.2016.8443
  2. Dora H. Lin, Eleanor Lucas, Irene B. Murimi et al. Financial Conflicts of Interest and the Centers for Disease Control and Prevention’s 2016 Guideline for Prescribing Opioids for Chronic Pain. JAMA Intern Med. Published online January 17, 2017. doi:10.1001/jamainternmed.2016.8471
  3. Akilah A. Jefferson y Steven D. Pearson. Conflict of Interest in Seminal Hepatitis C Virus and Cholesterol Management GuidelinesJAMA Intern Med. 2017;177(3):352-357. doi:10.1001/jamainternmed.2016.8439
creado el 4 de Diciembre de 2020