Un equipo canadiense ha estudiado la incidencia de eventos inmunomediados graves (síndrome de Stevens-Johnson, necrólisis epidérmica tóxica o anemia aplásica) en pacientes expuestos a un inhibidor de la anhidrasa carbónica. Compararon la incidencia observada cuando el fármaco se utilizó en forma de colirio ocular con la observada tras la administración oral [1].
A partir de una base de datos canadiense de seguros de salud para el período 1995-2020, se establecieron dos cohortes, emparejadas por edad, sexo y estado de diabetes, con un total de 128.942 pacientes mayores de 65 años. Estos pacientes habían recibido tratamiento, por primera vez durante al menos 4 meses, con un inhibidor de la anhidrasa carbónica, en forma de colirio en la mitad de los casos y por vía oral en la otra mitad. En el 71% de los casos, los colirios utilizados contenían dorzolamida, mientras que el resto de casos contenían brinzolamida (Azopt° u otras marcas). Para la administración oral se empleó acetazolamida en el 92% de los pacientes y metazolamida en el resto de los pacientes. Se registraron los eventos inmunomediados que tuvieron lugar en los 120 días posteriores a la exposición inicial [1].
El riesgo absoluto de aparición de estos efectos adversos graves fue de 1 por cada 481 pacientes a los que se les prescribió por primera vez un inhibidor de la anhidrasa carbónica en forma de colirio y de 1 por cada 345 pacientes a los que se les prescribió un inhibidor de la anhidrasa carbónica por vía oral. La diferencia es estadísticamente significativa, pero con un bajo nivel de significación [1].
En la práctica
Los inhibidores de la anhidrasa carbónica en forma de colirio son fármacos de tercera línea para el tratamiento de la hipertensión ocular, después de betabloqueantes como timolol y los análogos de la prostaglandina F2 alfa como latanoprost [2].
En ocasiones son la causa de efectos adversos graves con un mecanismo inmunomediado, que se puede producir incluso con la administración ocular tópica.
Referencias