El modelo basado en el riesgo de Parker y Bero para minimizar los conflictos de intereses en la elaboración de guías clínicas está lleno de buenas intenciones, pero el problema es sistémico [1].
En primer lugar, el principal conflicto de intereses es que somos proveedores de servicios de salud en una sociedad de mercado. Por tanto, promovemos la medicalización de la vida por encima de abordar los determinantes sociales de la salud, como la educación, la vivienda y el empleo justo. No se puede negar que hay un uso excesivo del sistema de salud [2]. Esta cuestión podría no estar vinculada predominantemente a intereses económicos, sino a experiencias y creencias personales, como ilustra el bazar de tratamientos contra el cáncer de próstata [3].
En segundo lugar, el problema innato de las guías es que se ocupan de ámbitos en los que la evidencia no es adecuada. Si todas las guías estuvieran sólidamente basadas en la evidencia, habría poco espacio para los conflictos de intereses. ¿Se necesitarían guías si los ensayos clínicos estuvieran bien diseñados, es decir, si los pacientes y el entorno fueran representativos de la práctica real, los resultados fueran clínicamente relevantes y el comparador fuera adecuado? Debemos confesar que las guías son opiniones de expertos, porque la confiabilidad de la investigación clínica es preocupante.
Hemos olvidado que el objetivo de las guías clínicas es promover las prácticas que más contribuyan a mejorar los resultados [4]. Las guías deben proporcionar herramientas que faciliten su utilización y hay que establecer indicadores para supervisar la aplicación de estas prácticas y documentar si alcanzan los objetivos. “Podría, debería…” son indicaciones generales, no guías. Publicar una guía es establecer un programa de salud pública cuyo requisito previo es tener la financiación para garantizar su calidad. Un marco de referencia basado en riesgo es sólo una de las herramientas de gestión, y el conflicto de intereses es sólo uno de los riesgos que hay que prevenir. Sin embargo ¿Quién se molestaría en utilizar herramientas de gestión para garantizar la calidad cuando no hay un proceso de rendición de cuentas?
Referencias