Una organización internacional sin ánimo de lucro para fomentar el acceso y el uso adecuado de medicamentos entre la población hispano-parlante
Una organización internacional sin ánimo de lucro para fomentar el acceso y el uso adecuado de medicamentos entre la población hispano-parlante
El Septuagésimo quinto aniversario de la OMS llega en un momento tenso. El apartheid en la distribución de vacunas que ha marcado la respuesta a la pandemia de COVID-19, ha vuelto a poner de relieve la influencia de las empresas y sus socios del Norte Global en la salud mundial. En medio de los eternos debates sobre la reforma y crecientes llamados a descolonizar la salud mundial y cuestionando a quien representa la OMS, destacamos una serie de oportunidades perdidas en el pasado y cómo la OMS podría forjar un camino propicio hacia su centenario de una manera más equitativa, representativa y contrahegemónica. Introducimos imaginarios que centran las necesidades, prioridades y agencia del Sur Global, de las organizaciones de la sociedad civil de interés público, de los movimientos sociales y de los pueblos indígenas en esta agenda. Los primeros años de la OMS estuvieron marcados por la perspectiva de integrar la medicina social -que aborda la salud como si esta fuera producida por condiciones sociales y relaciones de poder desiguales- y por las tensiones resultantes de la descolonización y la asimetría en la toma de decisiones.
El primer Director General de la OMS fue el psiquiatra canadiense Brock Chisholm, que favoreció un enfoque de medicina social en vez de la mirada vertical de las campañas técnicas de enfermedades, típicas de las actividades de la Fundación Rockefeller y respaldadas por el bloque liderado por EE UU. Sin embargo, Chisholm, opositor declarado a que las rivalidades de la Guerra Fría aparezcan en la OMS, se abstuvo de desafiar a EE UU o de movilizar a los Estados miembros del Sur Global, y dimitió tras un mandato. Posteriormente, las campañas contra las enfermedades, desde la lucha contra el pian y la tuberculosis, hasta las campañas contra la malaria y la viruela, las cuales se intensificaron durante los 20 años de dirección del médico brasileño Marcolino Candau, antiguo funcionario de la Rockefeller, y se convirtieron en el sello de la OMS. El hecho de que la OMS haya dejado de lado la medicina social, en toda su complejidad, fue una de las primeras oportunidades perdidas…
Reconociendo la mala salud como inextricablemente ligada a las asimetrías de poder y el saqueo de territorios capitalistas globales, podemos imaginar nuevos futuros radicales. ¿Por qué no pensar en una OMS que defienda los derechos de la naturaleza y el consentimiento informado previo de los pueblos y nacionalidades y del Sur Global? ¿Por qué no un órgano de gobernanza sanitaria encargado de alertar a la opinión pública de los daños para la salud de los programas de austeridad dirigidos por el Fondo Monetario, los términos injustos de las disputas sobre comercio o el capitalismo extractivo? ¿Y por qué no soñar con una OMS que defienda la salud como derecho de las personas, basada en la protección de la naturaleza y no cautiva de intereses corporativos? Re-imaginar una OMS para todos los pueblos, incluidos los que históricamente han sido excluidos, asesinados o sacrificados en zonas de extracción, es posible.
Nuestras ideas pretenden ser críticas constructivas y aspiraciones solidarias sobre cómo una OMS vigorizada podría avanzar hacia la salud de las personas y del planeta. Hemos identificado momentos cruciales en los que la OMS podría haber trazado un camino alternativo para la salud mundial confrontando la influencia imperial y corporativa y defendiendo los derechos colectivos a la salud de los grupos más marginados del mundo. Que este 75º aniversario sea el momento para replantear con valentía la forma de “hacer” salud mundial que se base en ontologías y enfoques más consensuados, diversos e inclusivos, que sin duda contarían el apoyo de la gente.