Resumen
Durante los últimos años, los precios que las empresas farmacéuticas cobran por los medicamentos nuevos se han disparado, y a menudo se describen como una tendencia económica natural. Las empresas alegan que los precios son justificados, ya sea por el “valor” que aportan los tratamientos nuevos o porque reflejan los elevados costes y riesgos asociados al proceso de investigación y desarrollo. También afirman que los ingresos generados por estos altos precios son necesarios para seguir innovando.
Este artículo sostiene que los precios elevados no son inevitables, sino el resultado de que la sociedad y los políticos hayan confiado en un modelo empresarial con ánimo de lucro para la innovación médica, vendiendo medicamentos al precio más alto posible. En lugar de centrarse en los avances terapéuticos, se prioriza maximizar los beneficios para los accionistas e inversores por encima de su impacto en la salud de las personas o el acceso equitativo. Consecuentemente, las personas y los sistemas de salud de todo el mundo tienen dificultades para pagar por los productos para la salud que son cada vez más caros, y el acceso – incluyendo a los tratamientos que salvan vidas- es cada vez más desigual, mientras que la industria biofarmacéutica y sus financiadores han pasado a ser los sectores empresariales más lucrativos.
Como la extrema desigualdad en el acceso a las vacunas covid puso de manifiesto, hay que reformar el contrato social entre los gobiernos, la industria biofarmacéutica y el público, y volver a centrarlo en su objetivo original: priorizar la salud. Los responsables políticos deben rediseñar las políticas y la financiación del ecosistema de investigación y desarrollo farmacéutico para que los sectores público y privado trabajen juntos hacia el objetivo compartido de responder a las necesidades de la salud pública y de los pacientes, y lograr la equidad en salud, en lugar de maximizar el rendimiento financiero. Porque los medicamentos no deben ser un lujo.