Tom Frieden, médico, presidente y director ejecutivo de Resolve to Save Lives, una iniciativa de la organización de salud pública global Vital Strategies, y ex director de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (2009-2017).
Las compañías farmacéuticas afirman tener un plan para producir un montón de vacunas contra el coronavirus en el 2022. No les crea. En este momento, no aumentar la producción podría costar vidas y prolongar la pandemia. La mejor forma de evitarlo es romper el duopolio que Moderna y Pfizer mantienen sobre las vacunas de ARNm.
En el mundo hay alrededor de 7.100 millones de personas mayores de 5 años; vacunar al 80% con dos dosis de vacuna requeriría más de 11.000 millones de dosis. Se han administrado más de 6.500 millones de dosis. La matemática simple sugiere que “sólo” se necesitan otros 4.500 millones de dosis y, si se producen 1.000 millones de dosis al mes, a principios del próximo año habría suficientes dosis de vacunas.
Hay al menos cinco razones por las que este cálculo está mal. Primero, las personas que recibieron vacunas menos efectivas o vacunas cuya protección va disminuyendo, especialmente contra variantes, necesitarán dosis de refuerzo. Aproximadamente la mitad de las más de 6.500 millones de dosis que se han administrado a nivel mundial han sido vacunas Sinopharm y Sinovac, que son chinas y relativamente menos efectivas. Esto puede aumentar la necesidad de dosis de vacunas efectivas en un mínimo de entre 3.000 millones y 6.000 millones, solo en 2022.
En segundo lugar, mientras continúa la propagación incontrolada del virus, podrían surgir nuevas variantes que evadan parcial o completamente las vacunas. Esto podría requerir más dosis de refuerzo o revacunación, potencialmente otros 11.000 millones de dosis.
En tercer lugar, los fabricantes han incumplido constantemente sus objetivos de producción. La compañía que se dedica a hacer análisis Airfinity informa que, en el 2020, excepto las empresas chinas, que en general han cumplido los objetivos que anunciaron, los otros fabricantes de vacunas fallaron en alcanzar el 96% de sus objetivos para el 2020 y solo están alcanzando la mitad de las metas trazadas para el 2021.
Cuarto, la producción de las vacunas de ARNm está atrasada. Estas vacunas son, en la actualidad, nuestra herramienta más poderosa para poner fin a la pandemia. Son más fáciles de modificar para las variantes que vayan surgiendo, más rápidas de producir y menos propensas a sufrir retrasos en la producción que las otras vacunas.
Moderna y Pfizer produjeron 347 millones de dosis en agosto. A este ritmo, les tomaría casi tres años producir 11.000 millones de dosis, y para entonces, es posible que se necesiten refuerzos adicionales o que haya que ajustar la vacuna.
Finalmente, las vacunas se siguen vendiendo a los países en función de la capacidad de pago, no de la necesidad. De los 1.000 millones de dosis que Pfizer y Moderna han distribuido, un porcentaje minúsculo se ha repartido a países de bajos ingresos. De las más de 6.500 millones de dosis administradas en todo el mundo, menos del 4% han sido para residentes en países de bajos ingresos. Esto no solo es moralmente indefendible, sino que también asegura que la pandemia se extenderá innecesariamente y que millones más podrían morir.
Ciertamente, es posible que las vacunas chinas, así como las de Johnson & Johnson, Novavax, AstraZeneca y otras, se produzcan en cantidades suficientes y ofrezcan una protección sólida contra las variantes actuales y futuras. También es posible que no surjan nuevas variantes resistentes a las vacunas. Pero estas apuestas son innecesarias y de alto riesgo. Desarrollar la capacidad para producir más vacunas de ARNm, más rápidamente, es nuestro seguro contra retrasos en la producción y la aparición de variantes.
Tanto Moderna como Pfizer merecen crédito por responder rápidamente, probar sus vacunas en grandes ensayos clínicos con decenas de miles de participantes y someter datos para su aprobación regulatoria. Pero, digan lo que digan, la pura verdad es que, a pesar de sus esfuerzos por aumentar la producción, no pueden producir la cantidad de vacunas necesarias de forma oportuna. La única forma responsable de avanzar es que transfieran su tecnología de vacunas a otras empresas que puedan aumentar rápidamente la producción.
Una estrategia con tres vertientes podría incrementar la producción. Primero, la empresa farmacéutica Lonza, que ya tiene alguna capacidad de producción en al menos 10 países, incluyendo EE UU, debería aumentar la producción de la vacuna Moderna. En segundo lugar, se debería establecer un centro de producción adicional en EE UU, a ser posible en un lugar con historial de producción farmacéutica en una zona que requiera un impulso económico. En tercer lugar, cabría que crear un nuevo centro de producción en otro país, como Corea del Sur, para fabricar rápidamente miles de millones de dosis. Posteriormente se podrían desarrollar otros centros en otras regiones del mundo.
Moderna afirma que tardará entre 12 y 18 meses en transferir su tecnología. Eso es falso. Se necesitaron unos seis meses para que las instalaciones de Lonza produjeran vacunas y ahora deberían tardar menos tiempo.
Los contribuyentes apoyaron estas vacunas en casi todas sus etapas de desarrollo. El dinero de los contribuyentes también compró y distribuyó millones de dosis. A cambio, el público tiene todo el derecho a esperar que las empresas se comporten de forma responsable. Como no lo han hecho, el gobierno federal debe usar todas sus herramientas, incluyendo acciones legales, para transferir esta tecnología que se necesita con urgencia.
La transferencia de tecnología no es caridad. La propiedad intelectual puede protegerse, las empresas pueden ser indemnizadas adecuadamente y pueden recibir regalías de miles de millones de dólares por las vacunas producidas bajo su licencia. Incluso podrían proteger sus mercados existentes. Pero deben dejar de ocultar los detalles de calidad y producción que otras empresas necesitan para aumentar la producción.
Esto podría ser beneficioso para todos. Al transferir esta tecnología, el mundo estará más seguro, se salvarán millones de vidas y ambas empresas obtendrán más ingresos. Si no lo hacen, Pfizer, Moderna y el gobierno de los EE UU serán responsables de las consecuencias.