Todo ser humano tiene derecho a la salud y a recibir atención médica utilizando las intervenciones más adecuadas. Es un derecho humano, consagrado en la Declaración Universal de Derechos Humanos (artículo 25) y en la Constitución de la Organización Mundial de la Salud (artículo 1). Si bien no se cumple, debería ser el objetivo de los formuladores de políticas públicas a nivel local, nacional e internacional.
Como respuesta a la pandemia se desplegó una enorme cantidad de recursos, y en muy poco tiempo tuvimos ocho vacunas que se considera que son suficientemente seguras y eficaces para ser aplicadas a un gran número de gente.
En este contexto, con la presencia de vacunas efectivas, ¿es ético seguir usando placebo en los ensayos de vacunas contra el SARS-CoV-2? Se acepta que los ensayos deben ser controlados y, si es posible, aleatorizados y ciegos. Sin embargo, al probar la eficacia y la seguridad de los medicamentos, el grupo control debe permitir comparar la eficacia y seguridad del nuevo producto con las de un producto establecido con valor terapéutico probado, y no con un placebo. Actualmente, se están haciendo ensayos clínicos fase III con 32 vacunas. Catorce de los 37 ensayos de fase 3 con vacunas covid-19 registrados en Clinical Trial.gov están activos y están reclutando personas para probar una vacuna contra placebo. Rediseñar los ensayos en curso para incluir una vacuna eficaz como comparador activo es difícil y, según algunos, no es necesario, aunque si se debe informar a los participantes sobre la posibilidad de abandonar el ensayo y obtener una vacuna eficaz fuera del estudio.
En el contexto actual, donde hay vacunas eficaces, el uso de placebo es injusto. Sin embargo, este parece ser un tema de reflexión solo para una parte del mundo donde el acceso a la vacunación está garantizado y la mayoría de la población está vacunada: los países de altos ingresos. Lamentablemente, solo el 1,2% del suministro mundial de vacunas se ha utilizado en países de bajos ingresos y solo el 14% en los países de ingresos medianos bajos, que representan casi el 40% de la población mundial. Para ser justos y cumplir con el artículo 15 de la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos de la UNESCO que aborda la distribución de beneficios, “en particular con los países en desarrollo” se deben compartir las vacunas con todos los habitantes del mundo. Ofrecer la posibilidad de participar en ensayos de vacunas controladas con placebo no debe ser la oportunidad para recibir la vacuna. Solo se debe pensar en hacer ensayos clínicos con grupos placebo cuando los participantes no serían elegibles para recibir la vacuna fuera del ensayo (es decir, actualmente en los niños).