La pandemia ha mostrado las debilidades de nuestros sistemas de salud y profundas limitaciones para producir tecnologías sanitarias. Los países del sur global emprendimos una carrera nacionalista de crecimiento económico, unos con mayor apertura comercial que otros, vinculándonos a bloques económicos como EE UU, Asia o Europa, manteniendo una fuerte dependencia en la disponibilidad de tecnologías de salud.
Las políticas seguidas en nuestros países han descuidado diferentes iniciativas de integración regional, subregional y de trabajo articulado, situación que se agrava cuando los países – frecuentemente con un mensaje político más que técnico – expresan interés por tener, por ejemplo, su propia planta de vacunas para responder a la pandemia. Un anhelo que no toma en cuenta las complejidades de la producción y los estándares que se deben cumplir para este tipo de tecnologías, y que en su momento motivaron el cierre de plantas de producción de vacunas que existían en algunos países como Perú y Colombia. La situación se torna más compleja si nos referimos a la producción de vacunas ARN mensajero. Si estas iniciativas no se integran a un plan regional, podrían convertirse en una pesadilla más que en una solución.
Es oportuno reflexionar sobre cómo responder con autosuficiencia desde las capacidades operativas y de desarrollo tecnológico existente en los países de la región.
A la fecha, diagnósticos desarrollados como el de PROSUR en la lógica de abastecer sostenidamente las necesidades de inmunización y responder a emergencias, recomienda establecer centros específicos de producción a gran escala; renegociar los derechos comerciales vinculados con la transferencia de tecnología; y la expansión y/o fortalecimiento de la capacidad disponible para garantizar el suministro de vacunas y otras tecnologías para responder apropiadamente a las demandas de nuestros perfiles epidemiológicos. Con o sin pandemias.
Una de las barreras para el desarrollo tecnológico de las nuevas vacunas es la transferencia de tecnología. La OMS ha respondido instalando un centro de transferencia tecnológica para ARN mensajero en Sudáfrica. En América Latina, productores en Brasil y Argentina también forman parte de dicha iniciativa, que debe vincularse a un plan estratégico regional que complemente la demanda de inmunización de la región y ponga las bases para un escalamiento científico y tecnológico en una perspectiva de ciencia abierta y de beneficio universal.
Hoy en día, se cuenta con estimaciones de la demanda de vacunas rutinarias para la región y lineamientos para responder con una oferta regional, así como la identificación de productores con capacidades tecnológicas que utilizan las diferentes tecnologías, incluyendo ARN mensajero, productores ubicados en Brasil, Argentina y Cuba, por lo pronto.
La autosuficiencia regional y su sostenibilidad exige el compromiso articulado de los países para lograr el financiamiento necesario, la capacitación de recursos humanos, adecuación de los aspectos regulatorios y de investigación clínica, así como el trabajo colaborativo para el abastecimiento de insumos necesarios, que garanticen eficientemente el cumplimiento de las diferentes fases de la producción hasta tener el producto final.
Si no se articulan los esfuerzos regionales estaremos destinados a la dependencia y a la aceptación de negociaciones poco transparentes, imposición de altos precios, otorgando indemnidad a las farmacéuticas, tal como lo hemos visto para acceder a las vacunas del covid-19. Lo inhumano, es que la preservación de la salud y la vida, seguirá dependiendo de la capacidad de pago de los países e individuos.
El dinero decide quienes mueren y quienes sobreviven.