En octubre de 2021, Pfizer solicitó permiso a la FDA para modificar la formulación de su vacuna covid-19 para los niños de 5 a 11 años.
Pfizer quería cambiar la “solución salina tamponada con fosfato” que había utilizado en las formulaciones para adultos, por un “tampón de trometamina (Tris)” y excluir el cloruro de sodio y el cloruro de potasio, alegando que “mejoraba el perfil de estabilidad de la vacuna”.
Un portavoz de Pfizer dijo: “Esto permite que el ARNm resista la degradación durante un período de tiempo más largo antes de su administración – lo que significa que la vacuna pediátrica se puede almacenar hasta durante 10 semanas a 2-8°C, es decir en refrigeradores que suelen estar disponibles” [1].
La FDA accedió a la petición de Pfizer afirmando que el tampón Tris era “un tampón que se utilizaba con frecuencia en otras vacunas aprobadas por la FDA”[2].
Pero había un problema. No había estudios clínicos con la nueva fórmula en niños [3]. La FDA sólo se fijó en la “comparabilidad analítica” y no solicitó ningún estudio de seguridad o eficacia de la vacuna recién re formulada antes de distribuirla a millones de niños.Los expertos, atónitos
“Es extraordinario”, dijo Nikolai Petrovsky, presidente y director de investigación de Vaxine Pty Ltd, una empresa de biotecnología con sede en Adelaida que se dedica al desarrollo de vacunas, incluyendo una vacuna contra el covid-19.
“Llevo mucho tiempo trabajando en el desarrollo de vacunas y, normalmente, los organismos reguladores dicen que cuando se cambia algo en una formulación que puede modificar su comportamiento de forma sustancial, hay que remitirse al principio y volver a establecer su seguridad, para demostrar que el cambio no tendrá consecuencias adversas. Al parecer, en este caso, la FDA no lo hizo”, dijo.
El silencio de la comunidad médica es ensordecedor, dijo Petrovsky. “¿Por qué nadie cuestiona esto? El trabajo del regulador es decantarse por el lado de la precaución y asumir que cualquier cambio podría tener efectos dañinos hasta que se demuestre lo contrario”.
Como vacunólogo, Petrovsky dijo que alterar la fórmula de una vacuna, especialmente en el caso de una tecnología nueva como el ARNm, tiene demasiadas incógnitas.
“Pfizer ha dicho que ha cambiado la fórmula por motivos de estabilidad; bien, ¿significa eso que el ARNm de la nueva formulación pediátrica estabilizada es más potente o va a durar más tiempo en el organismo? Si es así, se podrían observar grandes diferencias en los resultados biológicos. ¿Y qué más puede hacer el cambio de tampón a esas complejas nanopartículas lipídicas en las formulaciones de ARNm?”, se pregunta Petrovsky.
La FDA defendió su decisión diciendo que el tampón Tris se ha utilizado en otras vacunas (incluyendo la de Moderna) y se ha demostrado que es seguro, pero Petrovsky dice que eso no tiene sentido. “Nadie cuestiona la seguridad del tampón; se trata de cómo podría cambiar las propiedades de esta vacuna de ARNm, en particular en sus nanopartículas lipídicas”, dijo.
“Si tienes un biológico que es estable durante dos semanas, y le cambias el tampón para que sea estable durante 10 semanas, no tienes el mismo biológico porque no tienen la misma vida media. Has hecho algo que ha cambiado completamente la forma en que este biológico se comporta. ¿Cómo sabemos que ese biológico no se va a comportar de manera diferente en el cuerpo? ¿Cómo sabemos que no ha cambiado su seguridad?”, añadió Petrovsky.
Tom Jefferson, tutor asociado de la Universidad de Oxford, está de acuerdo. “No es aceptable. Lo que ha hecho el fabricante es tomar medidas que, en mi opinión, no tienen una base científica y acarrean un reto ético. Una vacuna se hace en cubas como una gran sopa. Si se cambia el tampón de fosfato, entonces se cambia la formulación y, por tanto, hay que probarla suficientemente. Fabricar una vacuna es muy diferente a fabricar un medicamento”.
La mayoría de los fármacos son pequeñas moléculas químicas muy estables que se pueden analizar fácilmente con un espectrómetro de masas, pero los productos biológicos -como las vacunas- están en otro nivel.
“Los biológicos son un trillón de veces más complejos que los fármacos de moléculas pequeñas, los biológicos pueden presentar propiedades completamente diferentes, dependiendo de cómo se pliegue la proteína, o en este caso, la cadena de ARNm. Por eso están regulados por departamentos diferentes de la FDA, porque las cosas que van mal con los biológicos son mucho más complejas que las que van mal con los medicamentos de moléculas pequeñas”, dijo Petrovsky.
Ahora, sin tener datos clínicos, la FDA está dispuesta a dar luz verde a más cambios en la vacuna covid-19. El 28 de junio de 2022, el panel asesor de la FDA [4] votó a favor de recomendar que los fabricantes actualicen el diseño de sus vacunas de refuerzo para incluir componentes adaptados para combatir las variantes omicrón BA.4 y BA.5, que son las que actualmente dominan.
Es interesante notar que, Peter Marks, director del Centro de Evaluación e Investigación Biológica de la FDA, dijo a Reuters que la agencia “no exigiría que las empresas presentaran datos de ensayos clínicos sobre las vacunas modificadas”. En su lugar, la agencia se basaría en los datos de los ensayos clínicos de las vacunas diseñadas para combatir la variante BA.1.
¿Se repetirá la historia?
Jefferson dice que no estamos aprendiendo de los errores del pasado, señalando el escándalo de Pandemrix [5]. La vacuna Pandemrix se desarrolló inicialmente como un “simulacro” de vacuna pandémica que utilizaba la cepa H5N1 con el objetivo de poderla modificar en caso de pandemia.
En 2009, cuando se produjo el brote de “gripe porcina”, se modificó la formulación de la vacuna para adaptarla a la cepa H1N1 en circulación.
No se realizaron suficientes pruebas de la vacuna recién formulada en poblaciones pediátricas y, al año siguiente, los investigadores escandinavos observaron un aumento de los casos de narcolepsia en niños, una enfermedad neurológica incurable que altera los ciclos de sueño y vigilia y puede provocar falta de control muscular.
A pesar de que el regulador europeo y el fabricante de la vacuna lo desmintieron, múltiples estudios académicos y gubernamentales juzgaron posteriormente que la relación entre Pandemrix y la narcolepsia era probablemente “causal” [5].
Otro ejemplo de cómo el ajuste de una vacuna puede tener un impacto clínico dramático, es la experiencia con la vacuna MMRV de Merck, que combinaba la vacuna contra el sarampión/paperas/rubéola con la vacuna contra la varicela.
Las autoridades observaron que cuando se combinaban las dos vacunas, se producían mayores tasas de convulsiones febriles en niños de 1 año, en comparación con la administración de las dos vacunas por separado.
A pesar de basarse en dos vacunas existentes, el simple hecho de mezclar las dos en una sola inyección, fue suficiente cambio para marcar una gran diferencia en los daños que produjeron a los que la utilizaron. La vacuna triple vírica se suspendió pronto para ese grupo de edad y ahora se administra como dos inyecciones separadas.
Todavía no está claro el impacto en la seguridad, si es que hay alguno, del cambio en la formulación de la vacuna covid-19 para los niños de 5 a 11 años, pero desde entonces, Pfizer también ha cambiado los tampones en la vacuna para adultos (Comirnaty).
Referencias