Se calcula que en EE UU murieron más de 107.000 personas por sobredosis de opioides en 2021 [1]. Scott Higham, periodista del Washington Post, señala que “equivale a la caída de un Boeing-737 lleno cada día”.
Higham y Sari Horwitz afirman en su nuevo libro “American Cartel” que la industria farmacéutica funcionaba como un cártel del narcotráfico: los fabricantes en la cima, los mayoristas al centro y las farmacias como “vendedores ambulantes”. Es más, según Higham, aunque competían por la cuota de mercado, las empresas colaboraban entre sí -y con abogados y cabilderos- para crear una legislación que protegiera su industria.
“La mayoría piensa que los partidos políticos o la Casa Blanca son quienes lo manejan todo, pero realmente son las empresas”, dice Higham. “miles morían mientras estas empresas presionaban a congresistas para que aprobaran leyes y al Departamento de Justicia para frenar los esfuerzos de la DEA (Administración de Control de Drogas o Drug Enforcement Administration)”.
Según Higham, las grandes farmacéuticas batallaron para aprobar una legislación que limitara la capacidad de la DEA para perseguir a los mayoristas de medicamentos. Los esfuerzos fueron efectivos; durante el apogeo de la epidemia de opioides (2006-2014) se fabricaron, distribuyeron y dispensaron más de 100.000 millones de pastillas [2]. Mientras tanto, los agentes de la DEA, tanto federales como estatales, están frustrados por las restricciones que se pusieron a sus esfuerzos para aplicar la ley.
“Si hablas con ellos te dirán que esto no tenía por qué ocurrir”, afirma Higham. “Los controles existían y se podía evitar una epidemia de opioides, pero la industria farmacéutica, junto con sus grupos de presión y aliados en el Congreso y en el Departamento de Justicia los fueron quitando.”
Higham dice que un agente de la DEA lo expresó con crudeza: “No fuimos derrotados por los cárteles del narcotráfico sino por el cártel de K. Street (Nota de SyF: K Street es una calle en Washington D.C, conocida porque es donde se ubican las sedes de muchos grupos de presión).
Sobre como la DEA investigó a la industria farmacéutica como si se tratara de un cártel del narcotráfico
Comenzaron haciendo lo que cualquier investigador haría, investigando los niveles más bajos de la organización, en este caso los médicos. Había muchos médicos corruptos dispuestos a prescribir medicamentos por dinero, por sexo, por todo tipo de cosas, pero sobre todo por dinero.
Se dieron cuenta de que si seguían deteniendo a médicos no acabarían nunca, cada vez que detenían a uno aparecía otro. Entonces decidieron pasar a las productoras de píldoras [3], que no eran más que frentes criminales para los traficantes de drogas y también se dieron cuenta de que nunca acabarían de destruirlos
Muchas de estas [productoras de píldoras] estaban en centros comerciales, sobre todo en el sur de Florida, donde las regulaciones eran laxas. Gente de todo el país viajaba a estas productoras del sur de Florida. El médico les hacía algunas preguntas superficiales, respondían “tengo dolor de espalda” y les recetaban oxicodona o hidrocodona. Rápidamente se corrió la voz por todo el país de que allí se conseguía la prescripción, y después las recetas se surtían en cualquier farmacia del país.
Estos “puestos de avanzada” parecían el “Oeste Salvaje” de EE UU (the Wild West), los estacionamientos se llenaban de consumidores y traficantes de drogas. Fue una época loca, loca. La DEA supo que no podría controlarlos porque investigarlos y procesarlos tomaría mucho tiempo. Mientras investigaban uno se abrirían cinco o diez sitios más, era como un cáncer. Tenían que llegar hasta los distribuidores y fabricantes de medicamentos.
Sobre como los distribuidores farmacéuticos se unieron para crear leyes que favorecieran a su industria
Healthcare Distribution Alliance es una de las organizaciones comerciales que está en el centro de la industria de los opioides. Es un grupo comercial poco conocido, pero increíblemente poderoso con sede en Washington, representa a los tres mayores distribuidores de medicamentos de EE UU: McKesson, Cardinal Health y AmerisourceBergen, junto a otras organizaciones regionales más pequeñas.
Como la mayoría de las cámaras de comercio son un grupo de cabildeo que retribuye considerablemente a los congresistas, y en este caso ayudaron a que la industria evadiera su responsabilidad.
Mucha gente cree que los únicos responsables de la epidemia son Sackler [4] y su empresa Purdue [Pharma].Nosotros nos dimos cuenta de que muchas otras empresas conocidas se involucraron en este mercado emergente: CVS, Walgreens, Walmart, Johnson & Johnson, y otras que ni sabíamos que existían, como Mallinckrodt, una empresa centenaria.
Estas farmacéuticas producen 30 veces la cantidad de píldoras que produjo Purdue Pharma y la DEA las calificó como “capos de la droga” por su conducta atroz.
Sobre la Ley para Garantizar el Acceso de los Pacientes y Aplicar la Ley (Ensuring Patient Access and Effective Law Enforcement Act) de 2016 [5] limitó a la DEA para perseguir a los distribuidores de medicamentos
El cambio de un par de palabras en la ley que había estado vigente desde 1970 le quitó a la DEA, en el peor momento de la epidemia, la “orden de suspensión inmediata”, una de sus armas más potentes. Una orden de suspensión inmediata puede clausurar un depósito de medicamentos o una empresa farmacéutica inmediatamente, impidiendo que comercialicen narcóticos hasta que haya una audiencia judicial.
Con la antigua ley, había que demostrar que el comportamiento de una empresa era un peligro inminente para la comunidad. “Inminente” es la palabra clave, por eso la industria la cambió a “inmediato”. Antes, la DEA podía demostrar fácilmente que una empresa farmacéutica estaba causando un peligro inminente a un barrio o a una comunidad, pero demostrar que una empresa con sede en el norte del estado de Nueva York, en Ohio o en Arizona causa un peligro inmediato a una comunidad a 1.000 o 2.000 millas de distancia es más difícil.
La industria farmacéutica sabía que la DEA nunca podría demostrarlo. Desde que se aprobó la ley, la DEA no emitió ninguna orden de suspensión inmediata, simplemente no puede probarlo.
Sobre la demanda de una coalición de abogados e investigadores en nombre de miles de condados, ciudades y tribus nativas americanas contra las grandes farmacéuticas en 2018
A Paul Farrell, un joven abogado de Huntington, Virginia Occidental se le ocurrió que estas empresas podrían estar violando los estatutos de perjuicio público (en inglés public nuisance) porque estaban inundando a las comunidades con muchos medicamentos. Y reunió a un grupo de abogados, porque librar este tipo de batallas requiere de muchos abogados y mucho dinero. Así llegó a algunos de los mayores bufetes de abogados de EE UU, por ejemplo, el bufete que dirige Joe Rice, que representó a los estados contra la industria del tabaco.
Los abogados de los grandes bufetes notaron que esta teoría legal podía tener valor y que podían demandar a las empresas farmacéuticas por alterar el orden público. Farrell estaba apasionado con el tema porque había visto morir gente de su comunidad. También se sumó el bufete de Mark Lanier, probablemente uno de los abogados litigantes más exitosos de EE UU, que ha ganado juicios en los que las empresas arriesgaban grandes cantidades de dinero, incluyendo uno de US$2.000 millones contra Johnson & Johnson por los polvos de talco [6].
Sobre las multas que han pagado las empresas farmacéuticas y los distribuidores
Johnson & Johnson y los tres grandes distribuidores de medicamentos mencionados han llegado a un acuerdo por US$26.000 millones, que se destinarán, entre otras cosas, a programas de tratamiento de la drogadicción en algunas de estas comunidades. Parece mucho dinero, pero el día en que se anunció el acuerdo, las acciones de esas empresas subieron en promedio un 3%, lo que nos dice que las multas y estos acuerdos no las afectan demasiado.
Cuando hablas con las familias [de personas que han muerto] dicen: ¿Así se castiga la culpabilidad por matar? ¿Dónde está la justicia? Este dinero, es para ellos parte del gasto de su negocio, no les afecta, no se han disculpado, no han admitido haber hecho nada malo. Actualmente 40.000 estadounidenses están presos por marihuana y no se ha acusado siquiera a un solo ejecutivo de las empresas del Fortune 500 involucradas en el comercio de opioides.
Sobre cómo ha cambiado la industria del opio y por qué el mercado se desplazó al fentanilo
Ahora es muy difícil conseguir medicamentos para el dolor y casi imposible encontrarlos en el mercado negro. Todo esto ha creado un enorme mercado para los cárteles de la droga mexicanos que han visto un negocio al norte de la frontera de millones de personas adictas al opio. Al principio, los cárteles comenzaron a enviar heroína a EE UU, pero no se puso de moda.
A mucha gente no le gustan las drogas inyectables, entonces los cárteles descubrieron que el fentanilo es mucho más barato y fácil de fabricar. Es más fácil de vender y los consumidores lo prefieren. Tiene exactamente el mismo efecto que la heroína, pero es 50 veces más potente, te mantiene drogado por más tiempo. Y es mucho más barato. Cuando se pierde el efecto, no es tan desagradable.
Los cárteles comenzaron a fabricar píldoras falsificadas azules de oxy 30 con una “M” en un lado y un 30 en el otro [Nota de SyF: oxy 30 refiere a píldoras de oxicodona 30 mg.]. Se parecen a las píldoras de Mallinckrodt de fentanilo, y están entrando por millones a través de la frontera sur. Se está convirtiendo en la píldora más predominante en la calle, pero no es Mallinckrodt, no es oxicodona, es fentanilo y está matando más gente que los opioides.
La gran mayoría de las muertes por sobredosis en 2021 se debieron al fentanilo, especialmente en la comunidad negra y la comunidad nativa americana, donde no tiene precedentes, especialmente en los barrios pobres de Filadelfia, Baltimore, Nueva York, Los Ángeles, Chicago. Éstas solían ser las ciudades de la heroína, que ahora ha sido reemplazada por el fentanilo y las sobredosis se cuentan de a miles.
Lauren Krenzel y Seth Kelley produjeron y editaron esta entrevista para su difusión. Bridget Bentz, Molly Seavy-Nesper y Laurel Dalrymple la adaptaron para la web.
Referencias