Al comienzo de la década de 2000, la empresa Lundbeck firmó acuerdos con cuatro empresas que, como resultado, se comprometieron a no comercializar medicamentos genéricos a base de citalopram en Europa. Anteriormente, Lundbeck las había amenazado con acciones legales por la violación de la patente. El acuerdo incluyó grandes pagos compensatorios por parte de Lundbeck a los fabricantes de genéricos [1].
La Comisión Europea, después de haber sido informada por la autoridad antimonopolio danesa sobre estos acuerdos en 2003 y después de haber realizado las inspecciones, en 2008 abrió una investigación, y en 2013 llegó a la conclusión de que hubo prácticas anticompetitivas. Las patentes de Lundbeck sobre el proceso de fabricación no justificaban la exclusión de toda la competencia. La Comisión multó a Lundbeck con €93,7 millones, y a los fabricantes de genéricos involucrados con €52,2 millones. Desde su punto de vista, la base para estos acuerdos fue que “las partes compartían el interés comercial de no entrar en competencia” [1,2]. En 2021, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea rechazó las apelaciones de las cinco empresas [2].
Según la Comisión, al retrasar la comercialización de las versiones genéricas del citalopram, Lundbeck estaba facilitando otra estrategia contra los genéricos: el lanzamiento de un isómero del citalopram, el escitalopram [1]. Hasta el 2004, la comercialización de isómeros había provocado que se prescribieran muchos medicamentos de marca que no eran verdaderamente innovadores, porque como los isómeros estaban patentados no se podían comercializar las versiones genéricas [3]. Aplicar estas estrategias contra los genéricos (la multiplicidad de patentes, los acuerdos ilegales y el lanzamiento de isómeros) perjudica directamente a los presupuestos de salud pública.
Referencias