Si bien la pandemia de covid-19 promovió estrategias de investigación más rápidas y abiertas, también reveló que sigue habiendo investigación que se desperdicia y se duplican los esfuerzos de investigación. Till Bruckner aporta evidencia sobre cómo el desperdicio en investigación continúa impactando la medicina y otros campos, y destaca los avances que varios financiadores han realizado para promover la publicación responsable y el uso de los hallazgos negativos.
Los investigadores clínicos se ganaron un merecido respeto durante la pandemia, pero los titulares de prensa solo cuentan una parte de lo sucedido. Si bien las vacunas se desarrollaron y comercializaron de manera eficiente y a una velocidad récord, el proceso de búsqueda de tratamientos efectivos para covid fue desastroso.
Durante los primeros meses de la pandemia, en todo el mundo, los equipos académicos de investigación se apresuraron a establecer cientos de ensayos clínicos. Decenas de miles de pacientes hospitalizados fueron aleatorizados para recibir placebo o un fármaco. Sin embargo, pocos de esos pequeños ensayos aportaron evidencia útil, y los resultados de muchos de ellos aún no se han divulgado. Prácticamente todo el conocimiento útil proviene de un puñado de ensayos grandes y eficientes que rápidamente reclutaron pacientes y publicaron sus resultados.
Al final, la mayoría de los ensayos de medicamentos covid se desecharon [1], un fenómeno persistente que le cuesta al mundo aproximadamente US$17.000 millones cada año, principalmente porque muchos resultados nunca se divulgan.
La no publicación y la publicación incompleta de los resultados de los ensayos clínicos es un fenómeno generalizado en medicina. Cuando se establece que un tratamiento que parecía prometedor no ayuda a los pacientes, los científicos se sienten tentados a seguir adelante y lanzar el siguiente ensayo en lugar de “perder” su tiempo publicando resultados decepcionantes en una revista médica poco conocida.
Si bien esto tiene mucho sentido desde la perspectiva del equipo que realizó el ensayo, el impacto que la acumulación de estos eventos ha tenido en la medicina es desastroso. Diferentes equipos de investigación tropiezan repetidamente en los mismos callejones sin salida.
Peor aún, como es más probable que se acepte la publicación de los ensayos con resultados “positivos”, toda la base de evidencia médica está muy distorsionada. La literatura científica exagera sistemáticamente los beneficios y minimiza los daños de los tratamientos, como muestra un ejemplo que involucra una cohorte de ensayos con antidepresivos: de 15 estudios con resultados positivos y 15 estudios con resultados negativos, se publicaron 17 estudios con resultados positivos y siete con resultados negativos [2].
Este problema no se limita a los ensayos clínicos. Se han documentado patrones similares en psicología y, más ampliamente, en todas las ciencias sociales, incluyendo la economía, lo que podría socavar la formulación de políticas basadas en evidencia [Nota SyF: y también provocar la repetición innecesaria de estudios].
El principal impulsor de la falta de publicación de resultados son los incentivos académicos, que recompensan la divulgación de resultados espectaculares en revistas prestigiosas, al tiempo que castigan a los investigadores que ‘pierden’ su tiempo publicando hallazgos menos emocionantes, pero igualmente valiosos desde el punto de vista científico. Por lo tanto, año tras año, la costosa montaña de investigación desechada sigue creciendo.
Pero ¿por qué los contribuyentes deberían pagar por una investigación invisible que no beneficia a la ciencia, y mucho menos a la sociedad en general? Los financiadores de investigación médica se hacen cada vez más esta pregunta. En 2017, algunos de los financiadores más grandes del mundo se comprometieron formalmente a exigir que todos los beneficiarios registraran previamente sus ensayos clínicos antes de que empezar a reclutar (para desalentar que posteriormente solo informaran sobre una selección de variables) y a publicar un resumen de sus resultados en los registros de ensayos en un plazo de 12 meses tras su conclusión (para garantizar su publicación rápida independientemente de si las revistas académicas aceptan un artículo científico).
Mientras tanto, las revistas médicas se han comprometido a no considerar los resultados que se informan en los registros como “publicación previa”, por lo que los investigadores no deben temer que sus artículos sean rechazados por haber divulgado los resultados en otro lugar. Es importante destacar que las revistas han cumplido esta promesa.
Recientemente, un equipo del que formé parte comprobó si los financiadores de investigación en Europa se estaban tomando en serio la lucha contra el desperdicio en la investigación. Descubrimos que los financiadores del Reino Unido se desempeñan mejor que el resto, con diferencia (Nota SyF: los interesados pueden ver el gráfico en el artículo original).
Hoy, si recibe una subvención del Instituto Nacional de Investigación en Salud o del Consejo de Investigación Médica (National Institute of Health Research or the Medical Research Council) para realizar un ensayo clínico, no solo verificarán si hizo públicos los resultados según lo requerido, sino que también se negarán a otorgarle más subvenciones si usted no les entrega los resultados de la investigación.
Otros financiadores incluían menos salvaguardas, pero muchos nos prometieron que abordarían las brechas restantes en un futuro cercano. En general, los comentarios que recibimos de los financiadores europeos fueron sorprendentemente positivos.
Mientras tanto, al otro lado del Atlántico, abordar el desperdicio en la investigación también está ocupando un lugar destacado en la agenda de los financiadores. A principios de agosto, una auditoría descubrió que los resultados de más de un tercio de los ensayos clínicos financiados por los Institutos Nacionales de Salud no se habían hecho públicos [3]. En respuesta, el financiador de investigación médica más grande del mundo prometió tomar las medidas necesarias para rectificar la situación.
Entonces, ¿qué pueden hacer los financiadores en otros campos para frenar el desperdicio en investigación que ellos financian?
En primer lugar, los financiadores deberían dejar de hablar de “cambiar la cultura de la investigación”.
El discurso del cambio cultural sugiere que si capacitamos a suficientes investigadores jóvenes en los principios de la ciencia abierta, todo mejorará mágicamente, una vez que la vieja guardia haya dejado los viejos vicios.
En realidad, mientras los financiadores sigan castigando a los que hacen lo correcto, nada cambiará. Por ejemplo, el uso de reglas de publicación para informar la concesión de becas perpetúa activamente una cultura que desincentiva la publicación de resultados ‘negativos’. Por muchas declaraciones magnánimas o sesiones de capacitación para estudiantes de doctorado que se hagan, eso no cambiará. Solo cuando los financiadores cambien los incentivos, cambiará la cultura de la investigación.
En segundo lugar, los financiadores deben establecer reglas claras y comunicarlas claramente.
Un tercio de los financiadores de la investigación médica que incluimos en nuestra cohorte europea ahora requiere explícitamente que los investigadores hagan públicos sus resultados clínicos, en un registro de ensayos, dentro de un plazo de 12 meses, punto final. Esa es una regla clara. (Sugerencia: “alentamos a X e Y” no es una regla clara, y “requerimos que toda la investigación se realice de acuerdo con este documento de 200 páginas con hipervínculo” no califica como comunicación clara).
En tercer lugar, los financiadores deben controlar si sus beneficiarios están siguiendo las reglas.
Los Institutos Nacionales de Salud habían comunicado claramente durante mucho tiempo que sus beneficiarios tenían que hacer públicos los resultados de los ensayos en un registro dentro de los 12 meses, pero más de un tercio no lo hicieron, y su financiador nunca hizo nada al respecto. Si los financiadores no dan seguimiento al incumplimiento, el resultado es que penalizan a los investigadores concienzudos que invierten tiempo en divulgar los resultados en el registro (sin agradecérselo), mientras que sus pares pueden utilizar ese tiempo para redactar su próxima propuesta.
Monitorear que se informen los resultados no equivale a “vigilar” a los investigadores. En la mayoría de los casos, un recordatorio amistoso por correo electrónico es todo lo que se necesita para garantizar que los resultados se divulguen a tiempo; el problema suele ser simplemente el olvido, no malas intenciones. Varios financiadores de investigaciones clínicas han demostrado que se puede monitorear la divulgación de resultados de forma centralizada sin que los beneficiarios tengan que llenar formularios adicionales [4]. De igual manera, la innovadora estrategia nacional de transparencia #MakeItPublic del Reino Unido se diseñó deliberadamente para que ayudar a los investigadores y, por lo tanto, ha recibido una cálida bienvenida por parte de la comunidad de investigación médica del Reino Unido [5].
Finalmente, los financiadores deben lograr que hacer públicos los resultados de las investigaciones sea la norma en las publicaciones académicas.
En este modelo, las revistas deciden publicar o no un estudio en función de la calidad del protocolo de investigación antes de que se conozcan los resultados. De esa manera, se recompensa a los investigadores por hacer excelente ciencia, en lugar de promover que seleccionen datos y hagan otras acrobacias estadísticas cuestionables para generar los resultados espectaculares que les ayudarán a avanzar sus carreras.
Hasta la fecha, solo unos pocos cientos de revistas académicas ofrecen este formato [6]. Los financiadores podrían impulsar fácilmente el registro de los informes en más revistas lanzando programas de financiación especiales y proclamando en voz alta que a partir de 2030 requerirán que todas las investigaciones aplicables se publiquen en ese formato. Si bien no todos los tipos de investigación encajan en un marco de Registro de Informes, este simple paso podría reducir significativamente el desperdicio de investigación para los muchos de los estudios.
Entonces, queridos patrocinadores, dejen de hablar sobre el cambio cultural y comiencen a hacerlo realidad.
Referencias
Nota de Salud y Fármacos. Un artículo de Reshma Ramachandran y Andre Goldman [1] analiza la necesidad de hacer cambios en la forma en que los NIH abordan el acceso equitativo global a las tecnologías médicas financiadas con fondos públicos, dado el papel de la agencia como el mayor financiador público de la investigación biomédica, así como la necesidad global persistente y las limitaciones inherentes de otros remedios que se puedan adoptar más adelante. El articulo afirma que la Administración Biden tiene la oportunidad y la responsabilidad de nombrar un nuevo director de los NIH que se comprometa a adoptar cambios que integren estas preocupaciones en las licencias y los acuerdos de financiación de los NIH. Específicamente, el artículo propone que los NIH involucren de manera transparente a partes interesadas dispares (sociedad civil, industria, academia y otros) para discutir problemas de acceso equitativo global y buscar consenso para adoptar acercamientos prácticos, y que uno de esos acercamientos debería ser obligar a que los países de ingresos bajos y medios puedan tener acceso asequible a las licencias y los acuerdos de financiación de los NIH. El artículo hace referencia y describe un ejemplo exitoso de un enfoque de este tipo que se negoció en UCLA entre el Grupo de Desarrollo de Tecnología de la Universidad, las Universidades Aliadas para Medicamentos Esenciales y el Fondo de Patentes de Medicamentos, y se ha incorporado a las licencias de la universidad sin problemas desde 2020.
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