El 21 de septiembre de este año, Más Colombia [1] publicó una breve reseña de las conclusiones a las que llegamos en la investigación sobre los Comités de Ética en Investigación (CEI) de Colombia [2]. Más Colombia presentan ocho aspectos detallados las conclusiones a las que llegamos en nuestro estudio. Además de agradecer el trabajo de Más Colombia, nos gustaría plantear algunas precisiones:
Dado que toda la información que hay disponible sobre las nuevas moléculas que se prueban en seres humanos está en poder de la industria farmacéutica, y es ella también la que controla los diseños de los ensayos clínicos, su ejecución y la forma como se informan los resultados, es prácticamente imposible que los CEIs institucionales tengan información suficiente para evaluar el balance riesgo-beneficio al que se exponen los candidatos que participan en la experimentación de las nuevas moléculas.
Esta situación no es solo específica de los CEI colombianos, sino de cualquier CEI, incluyendo los ubicados en países de altos ingresos. Por otra parte, según datos de la misma industria, solo entre el 5 y el 15%, dependiendo de la especialidad de las moléculas que se prueban en humanos terminan siendo aprobadas por las agencias reguladoras para consumo humano. Eso quiere decir que las posibilidades de que un participante en un ensayo clínico (como la industria ha preferido llamar a los experimentos en humanos) se beneficie, son muy reducidas. Nuestro estudio no recomienda que se sigan haciendo ensayos clínicos.
Colombia debería verificar que los intereses en I+D de la industria farmacéutica coinciden con sus planes de desarrollo científico, y en caso afirmativo establecer una estrategia de control para evitar que se hagan ensayos clínicos que no responden a las prioridades de desarrollo científico del país y mecanismos eficaces para asegurar que los participantes en los ensayos clínicos no se someten a riesgos innecesarios.
Por otra parte, la industria farmacéutica tiene la obligación fiduciaria de responder a los intereses de los inversionistas, por lo que prioriza el desarrollo de moléculas que pueden vender a precios elevados en los países de altos ingresos, dejando las patologías que afectan a mercados menos lucrativos desatendidas. Colombia, junto con otros países Latinoamericanos, debería destinar fondos públicos para desarrollar tratamientos para las patologías propias de la región.
Referencias