Farmacéuticos afiliados a la Universidad de Florida llevan décadas solicitando a la agencia que retire un descongestionante de la lista de medicamentos de venta libre.
Cuando Bill Clinton acababa de llegar a la presidencia, el Dr. Leslie Hendeles empezó a pedir a la FDA que rechazara un anticongestivo o descongestionante que se incluye entre los medicamentos para el resfriado. Y cuando la oposición al fármaco ya había cuajado, el Dr. Hendeles se presentó, a sus 80 años, como experto para testificar ante los asesores de la agencia, con una visión general del ingrediente que había ido acumulando durante 50 años.
Su defensa culminó con el voto unánime del comité asesor el martes, en el que se concluyó que el descongestionante —un ingrediente habitual en los remedios para el resfriado y la gripe— es ineficaz.
Ante esta noticia, los consumidores abrieron sus botiquines cuando se dieron cuenta de que la fenilefrina, figuraba en más de 250 de los medicamentos más utilizados contra la congestión, como algunas versiones de DayQuil, Sudafed, Tylenol y Theraflu. Y la decisión ha causado cierta confusión, pues, según los expertos, el ingrediente sigue siendo eficaz en los aerosoles nasales, pero no cuando se toma por vía oral en forma de pastilla o solución líquida.
Dado que el fármaco se considera seguro, los expertos afirman que no hay necesidad de desechar los productos, que contienen otros ingredientes que sí funcionan.
Nada cambiará de forma inmediata. Los funcionarios de la FDA tienen que revisar la decisión del comité, solicitar comentarios públicos y, muy probablemente, dar a los fabricantes de medicamentos algún tiempo para ajustar o cambiar ingredientes, en lugar de enfrentarse a la decisión de retirar de las estanterías de las tiendas tantos productos básicos de consumo. Se podrían producir otros retrasos si las empresas impugnan estas medidas ante los tribunales. Y algunos expertos, en particular el Dr. Scott Gottlieb, excomisionado de la FDA [1], sostienen desde hace tiempo que la fenilefrina funciona en cierta medida. Algunos defensores del medicamento podrían intentar oponerse a cualquier medida que prohíba por completo el descongestionante.
Pero la pregunta ¿cómo es que la fenilefrina ha permanecido tanto tiempo en el mercado, a pesar de décadas de estudios y cuestionamientos? Se responde con una historia enmarañada en la que intervienen viejas normas de medicamentos —que se remontan a una ley firmada por el presidente Kennedy—, la proliferación de laboratorios de metanfetamina que utilizaban remedios cotidianos para el resfriado en la década de 1990, e incluso la pandemia.
Al igual que otras agencias federales, la FDA suele avanzar con lentitud, a veces obstaculizada por normas anticuadas y una gran cantidad de procedimientos reguladores.
“No cabe duda de que la regulación de medicamentos de venta libre ha sido deficiente durante muchos años”, afirmó el Dr. Joshua Sharfstein, antiguo funcionario de la agencia y vicedecano de la Escuela Bloomberg de Salud Pública de Johns Hopkins. Las últimas decisiones, dijo, indican que la “agencia apenas se está quitando las esposas”.
Se podría decir que el proceso de análisis de la fenilefrina —un fármaco que se utiliza para dilatar los ojos y calmar las hemorroides— duró aproximadamente seis décadas. La era de Kennedy había introducido una nueva ley que obligaba a la FDA a evaluar la eficacia de los medicamentos, además de las normas de seguridad existentes.
No fue hasta 1976 cuando la FDA empezó a evaluar los medicamentos de venta libre para el resfriado (como la fenilefrina), como una clase de fármacos.
Pero a principios de la década de 1990, el anticongestivo aún no había recibido la aprobación completa, y los largos retrasos habían atraído la atención del Dr. Hendeles y de un grupo de profesores de farmacia de la Universidad de Florida.
Ellos se convertirían en la única constante de la historia de la fenilefrina en los últimos 30 años, al presionar a la FDA para que hiciera algo.
El Dr. Hendeles publicó su primera crítica del fármaco en 1993, señalando que la agencia había supervisado otros dos anticongestivos populares que eran eficaces y un tercero que no lo era: la fenilefrina. Se pretendía que este medicamento contrajera los vasos sanguíneos y descongestionara la nariz. Pero se deshacía en el estómago, según escribió en una revista médica [2]. Eso significaba que la mayor parte del medicamento no llegaba al torrente sanguíneo —y mucho menos a la nariz—.
En la década del 2000, surgió lo que parecía un problema sin ninguna relación: los laboratorios ilegales de metanfetamina en zonas rurales de la costa oeste iban en aumento, al igual que el consumo de esta droga ilícita.
El ingrediente preferido de los “cocineros” de metanfetamina era uno de los descongestionantes más comunes del mercado de aquella época, la pseudoefedrina, que se podía encontrar en cualquier farmacia.
En aquel entonces, era uno de los dos descongestionantes disponibles para aliviar la congestión; un tercero había sido retirado en el 2000, después de que varios estudios lo relacionaran con los accidentes cerebrovasculares.
La crisis de la metanfetamina hizo que se aprobaran leyes estatales y federales para restringir la venta de productos con pseudoefedrina, y los consumidores tenían que mostrar una identificación y firmar un libro de registro para comprarla —la cual se encontraba detrás del mostrador o en un armario cerrado con llave— en una farmacia.
Preocupadas por la pérdida de ventas, las empresas que disponían de medicamentos que contenían el popular aditivo de la metanfetamina recurrieron a la última opción autorizada por la FDA: la fenilefrina.
El Dr. Hendeles dijo que le consternaba ver el ingrediente en los medicamentos que abarrotaban las estanterías de las farmacias, sabiendo que los pacientes se quejaban de que el sustituto no les ayudaba en absoluto.
Se unió a un colega, el Dr. Randall Hatton, y profundizaron en los datos utilizados en la década de 1970 para la aprobación inicial del fármaco.
El Dr. Hatton sacó a la luz varios memorandos a la FDA de los años sesenta y setenta, que no habían sido revisados por expertos. Él y sus colegas analizaron los datos utilizando programas de análisis modernos y llegaron a la conclusión de que el fármaco [3] no era mejor que el placebo.
A medida que avanzaba su investigación, el Dr. Hendeles intentó contactar a la FDA, donde alguna vez estuvo como científico visitante. No lo consiguió, así que se dirigió a la oficina del Representante de EE UU, Henry Waxman —un legislador de California—, en busca de ayuda.
El Sr. Waxman envió cuatro cartas citando las conclusiones de los profesores e implorando a la agencia que tomara las medidas oportunas. “La FDA tiene el deber de proporcionar a los estadounidenses la información necesaria para que no malgasten el dinero, que tanto les cuesta ganar, en medicamentos que no funcionan”, escribió en una carta [4] de 2006.
La FDA respondió [5] ese mismo año, reiterando las conclusiones de su decisión de 1976. La carta sugería que, si un consumidor no obtenía alivio con la fenilefrina, “tenía la opción de no comprarla”.
Según la carta, el Dr. Hendeles era libre de solicitarlo a la agencia.
Y así lo hizo. El Dr. Hendeles solicitó una revisión de la dosificación y un estudio del uso del fármaco en niños. Esto condujo a una audiencia pública consultiva de la FDA en 2007. Allí, la Consumer Healthcare Products Association (Asociación de Productos de Salud para el Consumidor) —el grupo de comercio empresarial que representa a los fabricantes de medicamentos de venta libre— sostuvo que el fármaco sí funcionaba.
El Dr. Hendeles recordó lo que consideró un testimonio determinante. Los representantes de Schering Plough, en aquel entonces fabricante de Claritin-D —el cual contenía el descongestionante restringido, pseuodoefedrina—, dijeron a los asesores que habían estudiado a su competidor, la fenilefrina, y habían descubierto que no tenía ningún efecto. Los anuncios de la empresa en los periódicos promocionaron su “audaz decisión” de mantener la “potente fórmula” de Claritin-D, señaló el Sr. Waxman en una carta.
Aun así, el comité asesor votó 11 a 1 que “la evidencia respaldaba” que la fenilefrina “podía ser eficaz”, y pidió que se realizaran más investigaciones al respecto.
Transcurrieron ocho años.
Entonces, el Dr. Hendeles y sus colegas aprovecharon un estudio realizado por Merck, que había adquirido Schering Plough. La empresa analizó el fármaco en la dosis autorizada, y en una dosis cuatro veces superior, y de nuevo descubrió que no aliviaba los síntomas. Merck también financió [6] un estudio sobre una fórmula de liberación lenta.
Pero esa obstinada molestia en la cabeza —la congestión— no cedía.
(En 2014, Merck vendió Claritin-D [7] —el cual sigue conteniendo pseudoefedrina—, a Bayer).
Los farmacéuticos de Florida solicitaron que la agencia lo prohibiera, utilizando el último estudio como información de respaldo. Pero sus esfuerzos se vieron obstaculizados por lo que muchos exfuncionarios de la agencia describieron como una división de venta libre en dificultades, la cual contaba con 31 empleados [8] en 2018.
El personal tuvo que seguir “un proceso secreto que maniató a la agencia y proporcionó recursos insuficientes para resolver un rezago”, dijo el Dr. Peter Lurie, quien fue comisionado asociado de la agencia hasta 2017.
El equipo de Florida se topó con otros obstáculos a lo largo de los años.
Después de la votación de esta semana, el Dr. Gottlieb —quien fue comisionado de la agencia desde 2017 hasta principios de 2019—, calificó la decisión del comité como una “vergüenza” en publicaciones en X [9] (antes conocido como Twitter). Recordó que la fenilefrina “se consideró débilmente activa cuando se analizó esta cuestión alrededor de 2005/06. Ahora puede que no haya opciones buenas, baratas y accesibles para que los consumidores obtengan un mayor alivio”.
En una entrevista efectuada el viernes, el Dr. Gottlieb dijo que pensaba que era necesario estudiar más el ingrediente. “Creo que es prematuro decir que no funciona”, afirmó.
El interés por el descongestionante se renovó después de que la legislación sobre la pandemia ampliara el personal de la agencia y revisara los procedimientos de la FDA para los medicamentos de venta libre, de modo que las decisiones estuvieran más alineadas con las de su categoría de medicamentos de venta con receta.
Poco después, el equipo de la FDA retomó los antiguos problemas del descongestionante y elaboró un minucioso estudio de 89 páginas [10] sobre la fenilefrina, que el comité asesor analizó como base para su decisión. (El informe de la agencia confirmó los hallazgos del Dr. Hendeles y sus colegas, y también señaló aparentes sesgos en algunos de los datos de la década de 1970 que llevaron a la aceptación inicial del fármaco).
“Fue un placer leerlo”, dijo el Dr. Hendeles.
Cuando testificó ante el comité a principios de esta semana, el Dr. Hendeles habló de un estudio de 1971 en el que se utilizaban máscaras de buceo modificadas para medir la congestión nasal —el primero en el que se descubrió que la fenilefrina era un fracaso—.
Otras organizaciones, como Public Citizen, el American College of Clinical Pharmacy (Colegio Americano de Farmacia Clínica) y el National Center for Health Research (Centro Nacional para la Investigación de la Salud), también instaron al comité a descartar el ingrediente. La asociación industrial argumentó que el ingrediente era eficaz y que los bajos niveles en sangre no anulaban su efecto. En una declaración de Kenvue, una empresa derivada de Johnson & Johnson, se afirmó que los productos con fenilefrina constituían una pequeña parte de su negocio y que vendía productos para el resfriado sin esta sustancia.
Cuando los asesores de la agencia emitieron su voto por 16 a 0, el Dr. Hendeles se entusiasmó. “Nada fue tan emocionante y estimulante como la votación”, afirmó.
Los abogados que representan a las personas que compraron medicamentos con fenilefrina para el resfriado y la gripe ya están anunciando demandas contra los fabricantes de medicamentos, alegando que las empresas sabían que el descongestionante era inútil.
Por ahora, los productos siguen en las estanterías. “Nos sentimos reivindicados por algo en lo que trabajamos durante mucho tiempo”, afirma el Dr. Hatton. “Pero esto aún no termina”.
Referencias