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Ética

Integridad de la Ciencia

Para evitar fraudes, la investigación médica debería ser una profesión: Reseña de un libro

(To guard against fraud, medical research should be a profession: A book excerpt)
Warwick Anderson
Retraction Watch, 4 de octubre de 2023
https://retractionwatch.com/2023/10/04/to-guard-against-fraud-medical-research-should-be-a-profession-a-book-excerpt/
Traducido por Salud y Fármacos, publicado en Boletín Fármacos: Agencias Reguladoras 2023;26 (4)

Tags: credenciales de los investigadores, fraude en la investigación biomédica, requisitos para ser investigador, formación de investigadores en ciencias biomédicas, formación continuada de investigadores, malas prácticas en investigación biomédica

Nos complace presentar una reseña del libro “Trust in Medical Research” (“Confianza en la investigación médica”), un nuevo libro de libre acceso escrito por Warwick P. Anderson, profesor emérito de fisiología y ciencias biomédicas de la Universidad de Monash en Victoria, Australia.

Siempre me ha resultado difícil admitir que tenemos un verdadero y grave problema de fraude y ciencia basura en la investigación médica. Sospecho que lo mismo le sucede a la mayoría de los científicos. Queremos pensar que la ciencia está libre de medias verdades y noticias falsas. Esperamos que el propósito moral de la investigación médica nos protegerá de las malas prácticas y que pesará tanto en nuestras conciencias que todos tendremos cuidado de trabajar y publicar de forma honesta y competente.

Sabemos que en ocasiones los científicos cometen errores por ignorancia, pero también sabemos que algunos son tan ambiciosos que traspasan los límites de la ciencia, manipulan la verdad y toman atajos. También sabemos que algunos van más allá y se dejan llevar por la perspectiva de obtener recompensas científicas y financieras, por lo que engañan, cometen fraudes y mienten en las publicaciones. Esto es lo que hacen algunos seres humanos en todos los sectores sociales.

Sabemos todo esto, pero es justo reconocer que en general no queremos afrontarlo. Jennifer Byrne, de la Universidad de Sydney, lo expresó muy bien cuando escribió que tendemos a pasar por alto el problema del fraude en la investigación “porque la comunidad científica no ha estado dispuesta a mantener debates francos y abiertos al respecto”:

El fraude se sale de las normas de la comunidad, por lo que los científicos no quieren pensar sobre el tema, y mucho menos hablar de él… Esto se convierte en un círculo vicioso: como no se habla del fraude, la gente no se entera, por lo que no lo tienen en cuenta, o piensan que es tan poco común que es improbable que les afecte, por lo que es menos probable que los trabajos se sometan a escrutinio. Pensar y hablar sobre el fraude sistemático es esencial para resolver este problema.

Muchos científicos tienden a adoptar posturas defensivas cuando se les cuestiona la incidencia del fraude en la investigación médica. Podríamos afirmar que los métodos autocorrectivos habituales de la ciencia, la reproducción de los experimentos y la revisión por pares resolverán el problema. Pero sabemos que la revisión por pares no está perfeccionada para detectar el fraude de forma fiable (aunque puede hacerlo), que la reproducción de experimentos es algo que a la mayoría de nosotros no nos interesa mucho hacer (y que, de todos modos, rara vez recibe el apoyo de los financiadores) y que un resultado negativo en la reproducción de un estudio no será fácil de publicar. Todos los investigadores médicos deberíamos hablar más de la falta de ética en la investigación porque somos nosotros quienes más tenemos en juego: nuestra reputación, la reputación de la investigación médica y nuestro tiempo y recursos cuando dedicamos meses o años a un proyecto basado en lo que resultó ser una investigación fraudulenta.

Entonces, ¿qué debemos hacer como científicos para hacernos cargo del problema y proteger la investigación médica? En mi opinión, una forma de hacerlo es que la investigación médica se convierta en una verdadera profesión.

La investigación médica no es una profesión, aunque exige un alto nivel de profesionalidad. Cualquiera puede decir que es investigador médico. No hay procesos que afirmen que una persona ha alcanzado un nivel acordado de experiencia, dominio y fiabilidad. No hay una formación específica ni un programa de acreditación. No hay ningún requisito que exija tener una serie de habilidades y conocimientos, como el uso adecuado de las estadísticas, las buenas prácticas de investigación o las obligaciones éticas. No existe un equivalente de la Australian Health Practitioner Regulation Agency (AHPRA o Agencia Australiana de Regulación de la Práctica Médica) ni de las juntas médicas nacionales y estatales que regulan la profesión. No es necesario registrarse ni demostrar tu formación. Ni siquiera existe un conjunto de principios establecidos que esperaríamos que todos los investigadores médicos compartieran.

Otros grupos de personas que se forman para ser expertos —cuyos trabajos acarrean responsabilidades específicas y pueden ser peligrosos para los demás— tienen organismos profesionales que gestionan la acreditación o están acreditados por el gobierno. Para trabajar en estos campos hay requisitos de formación y competencia, y se suelen exigir formación y educación continuas. Disponen de procedimientos formales para retirar el reconocimiento y la acreditación a los trabajadores cuando perjudican a sus clientes o pacientes y manchan la reputación de la propia profesión. ¿Por qué la investigación médica debe ser diferente a los médicos, dentistas, fisioterapeutas y veterinarios? ¿Por qué no tenemos un sistema de certificación profesional en investigación médica que exija alcanzar y mantener ciertos niveles de competencia y ética, y que se pueda retirar la acreditación cuando se demuestre una mala praxis?

He escrito este capítulo con cierta aprehensión. Algunos de mis colegas temen que los críticos, sobre todo los políticos, aprovechen cualquier crítica interna a los métodos y procedimientos de la investigación médica para atacar a los científicos y a la propia investigación médica, y que incluso puedan tomar el control de la financiación.

Comprendo esta preocupación, pero el mayor riesgo a medio y largo plazo es que nosotros mismos no abordemos el problema. Al fin y al cabo, si algo nos enseña la formación científica es que hay que analizarlo todo de forma crítica —la metodología, los resultados, las solicitudes de financiación, las propuestas de publicación, las tesis doctorales, los seminarios y las presentaciones en conferencias— para luego encontrar soluciones.

Las señales de peligro ya están parpadeando. Richard Smith, antiguo editor de la revista médica The BMJ, escribió recientemente sobre los ensayos clínicos: “Hemos llegado a un punto en el que quienes hacen revisiones sistemáticas deben empezar por asumir que un estudio es fraudulento hasta que puedan tener alguna evidencia que demuestre lo contrario”. Cuando alguien tan experimentado como Smith hace semejante afirmación, ya es hora de que pongamos las cosas en orden.

Puede descargar el libro gratuitamente en este enlace https://bridges.monash.edu/articles/monograph/Trust_in_Medical_Research_What_Scientists_Must_Do_to_Enhance_It/23827920/2

creado el 21 de Diciembre de 2023