La hepatitis C es una infección viral del hígado que puede provocar cirrosis (cicatrización del hígado), cáncer, trasplante de hígado y muerte [1]. Los tratamientos farmacológicos orales de duración limitada pueden curar la hepatitis C en más del 90% de los casos [2]. Entre los regímenes de tratamiento más recientes, que la FDA ha aprobado para la hepatitis C crónica, se encuentra el sofosbuvir solo (Sovaldi), o en combinación con otros antivirales (Epclusa, Harvoni, Vosevi)
Antecedentes de la hepatitis C
La hepatitis (inflamación del hígado) puede dañar el funcionamiento de este órgano [3, 4]. El consumo excesivo de alcohol y la exposición a otras toxinas (por ejemplo, el solvente de limpieza en seco tetracloruro de carbono) [5], incluyendo algunos medicamentos (por ejemplo, el paracetamol [Tylenol] o los antibióticos), pueden causar hepatitis. Los virus más comunes que causan estas enfermedades del hígado son la hepatitis A, la hepatitis B y la hepatitis C.
La enfermedad de la hepatitis C puede ser de leve a grave; puede durar desde unas pocas semanas hasta varios años. Según una estimación de 2016, entre 2,7 y 3,9 millones de personas en EE UU tienen hepatitis C crónica, y muchas ignoran que están infectadas. La hepatitis C es la razón más común para el trasplante de hígado en EE UU, y en 2018 los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades estimaron que la enfermedad estaba relacionada con casi 16.000 muertes. A nivel mundial, solo el 20% de los casos de hepatitis crónica se diagnostican, y solo en el 7% de ellos se inicia el tratamiento [6].
La hepatitis C se suele transmitir cuando alguien entra en contacto con la sangre de una persona infectada [7]. Los trabajadores en el sector de la salud, las personas que se han sometido a transfusiones de sangre (antes de que rutinariamente se analizara la sangre de los donantes para detectar la hepatitis C) y los usuarios de drogas inyectadas que comparten las agujas corren un mayor riesgo de contagio. Aunque el contacto sexual y compartir artículos de higiene personal como cepillos de dientes y máquinas de afeitar también aumentan el riesgo de transmisión, el riesgo de transmisión sexual cuando las relaciones son monógamas es bajo. La hepatitis C no se transmite por compartir alimentos, ni tampoco por besar o estornudar [8].
Detectar y tratar a tiempo la hepatitis C puede prevenir el daño hepático. Aunque no existen vacunas preventivas, hay medicamentos orales eficaces que suelen requerir entre ocho y 24 semanas de tratamiento. Los antivirales de acción directa, que la FDA aprobó por primera vez en 2013, inhiben la capacidad de la hepatitis C para controlar la maquinaria de expresión genética de las células de una persona, con lo que impiden que el virus se reproduzca e invada más células [9].
Muchos de los tratamientos farmacológicos contra la hepatitis C emplean sofosbuvir. Colectivamente, los tratamientos que incluyen sofosbuvir pueden tratar las seis principales variantes genéticas del virus de la hepatitis C [10]. Por ejemplo, la combinación antiviral de sofosbuvir y ledipasvir (Harvoni) se dirige específicamente a dos de las seis variantes de la hepatitis C, mediante un régimen de tratamiento diario durante ocho a doce semanas para los pacientes sin cirrosis y durante doce semanas para aquellos con cirrosis compensada (cirrosis que no ha dado lugar a una disfunción hepática grave) [11].
Eficacia y seguridad del sofosbuvir
La infección crónica por hepatitis C se puede tratar eficazmente con un tratamiento antiviral. Según un resumen fiable (de UpToDate), “la terapia antiviral es el pilar del tratamiento… Con los tratamientos antivirales actuales, [el virus de la hepatitis C] se trata con relativa facilidad y se puede eliminar en todos los pacientes” [12]. Asimismo, en un artículo de revisión reciente sobre el control de la cirrosis y sus complicaciones se afirmaba que “la hepatitis C ya era curable con los antivirales de acción directa” [13].
Una revisión sistemática de 2019 que respaldaba la eficacia del sofosbuvir también reveló que los ensayos clínicos disponibles eran, en general, de “baja calidad” [14]. Aun así, en los subconjuntos de datos de 28 ensayos clínicos aleatorizados en los que participaron más de 7.000 pacientes con hepatitis C, los investigadores calcularon que, por cada 1.000 pacientes tratados, la eliminación del virus se lograba aproximadamente 240 veces más con un tratamiento de 12 a 24 semanas con antivirales de acción directa (incluyendo sofosbuvir), en comparación con el placebo. Calculado de otra forma, se observó que la eliminación del virus era aproximadamente un 45% más probable con el uso de antivirales de acción directa que con el placebo.
Cuando el sofosbuvir se utiliza sin otros medicamentos, la información para la prescripción hace referencia a siete ensayos clínicos que evaluaron la seguridad y eficacia del medicamento como tratamiento de la hepatitis C [15]. En los siete ensayos se combinó el sofosbuvir con otros fármacos; en tres ensayos se utilizaron comparadores sin sofosbuvir. Uno de los dos ensayos en los que la información de prescripción incluía los resultados fue una comparación aleatorizada y abierta (no cegada) de 12 semanas de sofosbuvir y ribavirina con 24 semanas de peginterferón alfa y ribavirina. Las tasas de eliminación del virus al final de cada período de tratamiento fueron del 95% y del 78%, respectivamente. Las tasas solo se notificaron para una de las dos variantes genéticas de la hepatitis C (genotipo 2) analizadas, porque los resultados para la otra fueron “insuficientes”. El segundo ensayo fue un ensayo clínico aleatorizado de doble ciego que comparó sofosbuvir y ribavirina con placebo; las tasas de eliminación del virus fueron del 93% y el 0%, respectivamente, pero los resultados se limitaron una vez más al genotipo 2 de la hepatitis C.
Entre los riesgos importantes del sofosbuvir se incluyen la reactivación de la infección por hepatitis B (en la etiqueta del fármaco se incluye una advertencia de caja negra sobre este riesgo), bradicardia (frecuencia cardíaca lenta) con el uso concomitante del fármaco para las arritmias amiodarona (Pacerone), fatiga y dolores de cabeza [16]. Dado que el sofosbuvir se prescribe a menudo con otros antivirales, también se deben tener en cuenta los riesgos de esos medicamentos [17]. Así, por ejemplo, pueden aparecer náuseas, insomnio (con la ribavirina), anemia (menos frecuente) y síntomas similares a los de una gripe grave cuando el sofosbuvir se combina con la ribavirina o el interferón.
Qué hacer
Los análisis de laboratorio para detectar la hepatitis C pueden requerir dos pruebas: una para identificar la exposición previa y otra para determinar si la infección está activa [18]. A partir de 2020, la Comisión de Servicios Preventivos de los Estados Unidos recomienda el análisis para detectar la infección por el virus de la hepatitis C en adultos de 18 a 79 años [19]. La recomendación se aplica a los adultos sin síntomas (incluyendo a las embarazadas) y sin enfermedad hepática confirmada. Para la mayoría de las personas, un único análisis es suficiente. Se exceptúan las personas con riesgo continuo de infección por el virus de la hepatitis C, como las que han usado o usan drogas inyectadas. Si tiene entre 18 y 79 años y no se ha sometido a un examen de detección, debería consultarlo con su médico. Dado que los antivirales de acción directa pueden curar la hepatitis C en más del 95% de las personas infectadas y que la infección temprana se puede detectar fácilmente con un análisis de sangre, la administración Biden-Harris (respaldada por algunos de los científicos más destacados del país) ha propuesto un programa nacional de eliminación de la hepatitis C de cinco años de duración [20].
Referencias