La lucha contra el dolor en Colombia revela una realidad preocupante: la automedicación y los remedios caseros son opciones comunes. Según la última encuesta de la Asociación Colombiana del Estudio del Dolor, las personas buscan alivio acudiendo a los medicamentos de venta libre, los remedios caseros y también el cannabis. Existe la necesidad de equilibrar la accesibilidad, la seguridad y la eficacia en el manejo del dolor.
Más del 50% de la población colombiana ha sufrido un dolor físico por más de tres meses durante el último año. La cifra, se decía con insistencia en la Asociación Colombiana del Estudio del Dolor (ACED), es inquietante: “Padecer un dolor por más de tres meses se volvió normal para los colombianos, y ahí es donde necesitamos que se cambie la perspectiva” le decía a El Espectador Felipe Andrés Mejía, anestesiólogo, especialista en cuidado paliativo y presidente de la ACED.
Nos duele la rodilla (el 25% de los colombianos que reconocieron sentir dolor general durante el último año), nos duele la cabeza (el 19%), nos duele la espalda baja (el 18%), nos duele el hombro (el11%), nos duele la espalda alta (el 9%) y también nos duele el pie (8%), la mano (8%) e incluso zonas como el tobillo (7%), el codo (4%) o la cara, que se entiende como dolor de ojos (1%). “Somos un país adolorido”, quizá fue el mejor resumen que Mejía pudo dar. Todas son cifras de la última encuesta de la ACED sobre el dolor, publicada en las últimas horas y que constituye, hasta hoy, el escaneo más grande sobre el tema hecho en Colombia.
Para calmar esos dolores, los colombianos están acudiendo en masa a los medicamentos. Más del 70% reconoció hacerlo, pero solo el 49% lo hizo siguiendo las recomendaciones de un médico. El resto, lo hizo automedicándose o siguiendo los consejos de un familiar, de un amigo o un farmaceuta, del dependiente de tiendas naturistas, de internet o de la publicidad. “La automedicación normalmente sucede con los AINE”, explica Diana Pérez Moreno, médica y miembro de la junta de la ACED. AINE significa “medicamentos antiinflamatorios no esteroideos”, entre los que están la aspirina, el ibuprofeno y el naproxeno, por solo poner un ejemplo.
Se tratan, todos, de medicamentos de venta libre “y que no están diseñados para que nadie los tome de forma crónica porque tienen muchos efectos secundarios en los pacientes, que van desde infartos, hemorragias gastrointestinales, dolores estomacales o fallas renales”, agrega Pérez. El consumo indiscriminado y abusivo del diclofenaco, por ejemplo, puede provocar afectaciones como el síndrome de Nicolau o la fascitis necrotizante, alertaba el INVIMA el pasado 24 de abril de 2023.
El síndrome de Nicolau es una complicación que, aunque de prevalencia muy rara, puede aparecer después de la aplicación de medicamentos usados para tratar la inflamación o la infección a través de una inyección en un músculo (como el glúteo), una articulación (en el caso de las infiltraciones), o debajo de la piel (en el abdomen). Este síndrome puede manifestarse a través de un dolor intenso e inmediato, cambios en la piel como palidez inicial, seguida de cianosis (coloración azulada) y livedo reticularis (un patrón marmóreo en la piel) e incluso necrosis (muerte celular) en la zona de la inyección, lo que lleva a úlceras, ampollas y tejido muerto.
“Es fundamental conocer los posibles riesgos asociados al uso inadecuado de medicamentos como el diclofenaco y la dexametasona (un antiinflamatorio esteroideo) para evitar reacciones adversas graves que puedan causar incluso la muerte”, pedía el INVIMA. No es la única entidad que alerta sobre la automedicación. La Organización Mundial de la Salud también la desaconseja y promueve un enfoque responsable y seguro para el uso de medicamentos.
La OMS enfatiza que la selección, prescripción y administración adecuada de medicamentos deben realizarse por profesionales de la salud capacitados, como médicos, enfermeras y farmacéuticos, que deben tener en cuenta la historia clínica y la evaluación del paciente. “Si el médico le formula a una persona un acetaminofén, es porque esa persona estaba necesitándolo, porque es la indicación, porque para hacer una fórmula de acetaminofén el médico tiene que pensar si el paciente tendrá una falla renal o si tendrá una afectación hepática. Entonces, la recomendación siempre es seguir esa ruta”, agregaba Mejía.
Una reflexión similar cobija a los remedios caseros, que son el segundo tratamiento más usado por los colombianos para tratar el dolor (el 25% lo respondió así). Estos remedios hacen parte de lo que la OMS reconoce como medicina tradicional. A menudo se basan en prácticas y conocimientos transmitidos de generación en generación y pueden involucrar el uso de hierbas, plantas, alimentos, técnicas manuales y otros métodos naturales para tratar enfermedades y mantener la salud.
Hace unas semanas, de hecho, la organización adelantó su primera cumbre de medicina tradicional, advirtiendo que estos tratamientos alternativos solo son efectivos si se basan en evidencias científicas. Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, declaró en la apertura de la cumbre que esa agencia “está trabajando para crear datos y pruebas que sirvan de base a las políticas, normas y reglamentos para un uso seguro, rentable y equitativo de la medicina tradicional”. Reconoció, sin embargo, que estas prácticas pueden aliviar las “deficiencias de acceso” a la atención sanitaria si se basan en evidencia científica.
La encuesta de la ACED también preguntó sobre el uso del cannabis para aliviar el dolor. El 5% de los consultados respondió que lo usa. Los colombianos lo utilizaron sobre todo para los dolores de cadera o pelvis, tobillo y cuello, donde el 7% de los consultados manifestaron que acudieron a él. “Esto merece una apreciación y es que el cannabis medicinal no tiene evidencia para el manejo del dolor agudo. Y hay personas con dolor agudo que lo están usando”, explican desde la ACED.
La historia del cannabis y sus propiedades médicas está aún escribiéndose y su uso parece ir más rápido de lo que va la evidencia de que funciona. Solo hasta hace poco, 2020, la ONU reconoció oficialmente que el cannabis puede tener propiedades medicinales, retirando esa planta de la lista IV de la Convención sobre drogas de 1961, un espacio reservado para las sustancias más perjudiciales y sin potencial médico reconocido. Fue un paso para agilizar las investigaciones médicas.
La FDA, la agencia de regulación y estudio de medicamentos de EE. UU., explica que el cannabis es una planta de la familia Cannabaceae que contiene más de ochenta compuestos químicos biológicamente activos. Los compuestos más comúnmente conocidos son delta-9-tetrahidrocannabinol (THC) y cannabidiol (CBD). El THC es el componente asociado con el consumo de marihuana. El otro compuesto, el CBD, es el que ha despertado mayor interés, por lo menos, en Estados Unidos, porque ha demostrado un potencial para generar beneficios a la salud. De hecho, la FDA ya aprobó para su uso y venta comercial un producto de CBD recetado para tratar dos formas poco comunes y graves de epilepsia.
Pero justamente esa diversidad de compuestos biológicos y lo que aún desconocemos de ellos hace difícil y aún incierto su uso generalizado. “El cannabis no es el medicamento que va a servir para todo y lo que deseamos que se pueda llegar a concluir o a finalizar es que se haga un adecuado manejo de las patologías que son susceptibles de responder a este tipo de tratamiento”, finaliza Mejía.