En 2015, seis psiquiatras del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Oxford, Reino Unido, publicaron el estudio “ Depresión y violencia: un estudio de población sueca” (https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4520382/) [1] en Lancet Psychiatry .
Se trató de un estudio de población que incluyó a 47.158 personas con diagnóstico de depresión, emparejadas por edad y sexo con 898.454 controles de la población general.
Los autores descubrieron que “después del ajuste por factores de confusión sociodemográficos, la razón de probabilidades de un acto violento entre los consumidores de antidepresicos fue de 3,0 (IC del 95 %: 2,8-3,3) en comparación con los controles de la población general”.
Concluyeron que el riesgo de actos violentos aumentaba en individuos con depresión después del ajuste por factores familiares, sociodemográficos e individuales, y que las directrices clínicas deberían considerar incluir la recomendación de evaluar el riesgo de violencia en ciertos subgrupos de pacientes con depresión.
También concluyeron que la asociación entre un diagnóstico de depresión y un acto violento era independiente de posibles factores de confusión. Esta conclusión no es válida porque no consideraron el factor de confusión más importante en sus análisis, el uso de medicamentos para la depresión. En la psiquiatría convencional es tabú incluso considerar que los medicamentos psiquiátricos pueden causar violencia hacia uno mismo y hacia los demás.
Cuando revisamos los informes de los estudios clínicos de los ensayos controlados con placebo, descubrimos que el riesgo de agresión se duplicaba (https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4729837/) con los antidepresivos (odds ratio 1,93, intervalo de confianza del 95% 1,26 a 2,95) [2]. Las descripciones de los pacientes incluían amenazas homicidas, ideación homicida, agresión, abuso sexual, amenaza de llevar un arma a la escuela, daños a la propiedad, golpes a objetos del hogar, agresión, conducta agresiva, amenazas verbales abusivas y agresivas, y beligerancia.
En estos ensayos, los eventos suicidas suelen omitirse omitirse o codificarse incorrectamente. Cuando el psiquiatra David Healy y yo revisamos los dos ensayos que llevaron a la aprobación de la fluoxtina en niños en EE UU, descubrimos que los evento suicidas no solo faltaban en las publicaciones, sino también en los informes internos de los estudios presentados ante la FDA. Los precursores de la conducta suicida o la violencia se dieron con mayor frecuencia con la fluoxetina que con el placebo [3].
Mi grupo de investigación también realizó un metaanálisis de ensayos controlados con placebo en voluntarios (adultos sanos) utilizando eventos precursores definidos por la FDA.
Descubrimos que los ISRS y los IRSN duplican el riesgo de daños (https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC5066537/) relacionados con el suicidio y la violencia, y el número necesario para tratar a una persona sana era solo 16 (intervalo de confianza del 95%: 8 a 100) [4].
En nuestra investigación no hubo factores de confusión, ya que la basamos en ensayos aleatorizados en los que solo un grupo recibió antidepresivos. Por lo tanto, está clarísimo que los antidepresivos aumentan el riesgo de violencia, pero los autores no citaron un análisis de 2010 de 1.937 casos de violencia (https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3002271/) presentados ante la FDA, de los cuales 387 fueron homicidios [5]. El análisis demostró que la violencia se notificó con frecuencia con las pastillas para la depresión, los sedantes/hipnóticos, los fármacos para el TDAH y un fármaco para dejar de fumar que también afecta a la función cerebral.
Entonces, ¿qué dijeron los seis psiquiatras sobre la confusión? Escribieron: “Una posible implicación importante de nuestros hallazgos se relaciona con la interpretación de los datos de seguridad de los medicamentos antidepresivos. De manera anecdótica, los antidepresivos se han asociado con la autolesión y la violencia grave, lo que atrajo gran atención del público y de los medios de comunicación hace una década. (https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4520382/#bib44) [6]. La reducción de la prescripción de antidepresivos a los jóvenes que siguió no logró reducir las tasas de autolesión, y la evidencia reciente sugiere que, en EE UU, las tasas de autolesión en realidad aumentaron. (https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4520382/#bib45) [7]. Aunque nuestro estudio no se relaciona directamente con la asociación entre los antidepresivos y la violencia, sugiere que un diagnóstico de depresión confundirá la interpretación de los efectos del tratamiento para la depresión sobre la violencia (y la autolesión). Por lo tanto, los datos de farmacovigilancia para los antidepresivos deben interpretarse con gran cautela”.
Los autores hablan de “evidencia anecdótica”, lo cual es una grave deshonestidad. La FDA ya informó en 2006 que las pastillas contra la depresión duplicaban el riesgo de suicidio, intentos de suicidio o preparación para el suicidio en personas menores de 25 años, basándose en ensayos controlados con placebo, y emitió una advertencia de recuadro negro.
El estudio al que hacen referencia los autores cuando afirman que una reducción del uso de antidepresivos condujo a un aumento de las autolesiones es totalmente poco fiable. No tenía sentido que los intentos de suicidio entre los jóvenes aumentaran después de que la FDA advirtiera que los fármacos antidepresivos pueden aumentar la conducta suicida. Observé (https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/25300434/) que los autores utilizaban estadísticas complicadas con términos cuadráticos para demostrar su punto de vista, y que deberíamos fijarnos en los gráficos, que eran reveladores [8]. Los envenenamientos y los suicidios aumentaron notablemente entre los adolescentes cuando el uso de las pastillas comenzó a aumentar de nuevo.
Los autores escribieron que las intervenciones psicológicas podrían “potencialmente” ser beneficiosas para las personas con alto riesgo de suicidio. Esto no es sólo un beneficio potencial, es real. Los ensayos aleatorios han demostrado que la psicoterapia para pacientes que han intentado suicidarse reduce a la mitad el riesgo (https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC5650127/) de otro intento de suicidio [9].
Referencias