Vacunas irracionales. Respuesta al artículo: Irracionalismo y vacunas
Carlos Agustín Páez
La Nación (Costa Rica), 1 de marzo
El Dr. Luis Diego Herrera se alinea disciplinadamente con quienes, por ellos mismos o por mano interpósita, mediante publicaciones pagadas o gratuitas, defienden el uso para la población costarricense, de la vacuna PANENZA, en su variante multidosis con Timerosal.
Renunciando por completo al análisis objetivo tanto de las ventajas o desventajas de la vacuna, cuanto de la conveniencia y oportunidad de una campaña de vacunación masiva obligatoria impuesta mediante decreto por las autoridades costarricenses de salud, enfila sus baterías contra quienes cuestionamos vacuna y campaña, recurriendo a tres ardides tácticos y un acto de fe.
Primer ardid: La descalificación. Quienes nos oponemos, somos un grupo “minoritario”, alejado del “ámbito académico”. ¿Cómo osan disentir de la Organización Mundial de la Salud y sus ungidos, y poner en entredicho su independencia de criterio? Pero resulta que los disidentes no estamos solos: Tanto el Consejo de Europa, como el Parlamento francés y el Consejo Médico General inglés han iniciado sus investigaciones para esclarecer mitos y realidades de esta “pandemia” y sentar las responsabilidades correspondientes. Claro como agua de roca es el hecho de que varios miembros del Comité Asesor de la OMS —cuya independencia debería ser incuestionable— tienen relaciones económicas con compañías farmacéuticas; que la Asociación Americana de Pediatría recomendó, en su momento, eliminar el Timerosal de las vacunas, y que el 64% de los miembros del Centro de Control de Enfermedades de Atlanta (CDC), según Daniel Levinson, del Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos, tenían conflictos de interés no declarados o ignorados por el CDC, y algunos habían tomado decisiones y participado en reuniones que les eran prohibidas.
Asegura el Dr. Fukuda, gurú de la gripe de la OMS, según la transcripción de sus declaraciones en sendos campos pagados de la OMS, de página entera, aparecidos en La Nación y la Extra, que no hay “influencia indebida” de las farmacéuticas en este asunto de la “pandemia”. ¿Será que sólo existió la “debida”?
Segundo ardid: La personalización. Los disidentes no solamente somos pocos, sino trasnochados ideológicos del TLC. No hay duda de que para extraer esta deducción, el Dr. Herrera no recurrió al método científico. Más apropiado para un investigador de tanto fuste hubiera sido leerse, por lo menos para empezar, el instructivo de PANENZA y la evaluación hecha de esa vacuna por la afssaps, la agencia reguladora francesa que la aprobó en Francia.
Tercer ardid: La generalización. Nos llama “anti vacunas” y nuevamente lo ofusca su necesidad imperiosa –¿o la de otros? – de callarnos la boca. Nos hemos referido a PANENZA —una vacuna en específico, y no a todas las vacunas— y reiteramos hasta la saciedad lo incontrovertible: no se conoce si esta vacuna, PANENZA, es efectiva para prevenir la AH1N1, y el Timerosal que contiene se sabe potencialmente tóxico, particularmente en niños menores y mujeres embarazadas. Con base en ese hecho, las vacunas que contienen Timerosal no se usan en Europa en niños o mujeres embarazadas, y están prohibidas en varios países, y en seis estados de los Estados Unidos, en el resto está prohibido que se utilicen en los grupos de niños y mujeres mencionados. En el año 2008 el Gobierno de los Estados Unidos concedió en una Corte Federal el primer caso donde se estableció y reconoció, con base en análisis científicos, la relación vacuna-autismo.
Finalmente el acto de fe. El Dr. Herrera lo hace ante las autoridades sanitarias mundiales, como única alternativa a la ingrata tarea de defender lo indefendible. Dice además que nuestro discurso es el de un grupo marginal de mal informados, que cree en la “conspiración capitalista”. A los de buena fe, les recomendamos leer un informe de la Oficina de Presupuesto del Congreso de los Estados Unidos titulado: “Política de los Estados Unidos en relación a las vacunas de influenza”, de setiembre de 2008. Una vez que lo hagan, estamos seguros de que su visión de lo que puede significar una vacunación masiva contra influenza, no volverá a ser la misma.
Concluimos advirtiendo que no es el Dr. Herrera, ni ningún “científico”, quien va a determinar –como lo pretende en su artículo– la manera y contenido de lo que se publica en los medios de prensa. Y menos convertirse en arrogador para decidir él, y sólo él, quién debe opinar, al mejor estilo de Hitler y Stalin. Vivimos en una democracia y contamos, por mérito ciudadano y de nuestra prensa hablada y escrita, de foros abiertos para la libre expresión de ideas y opiniones. Las ínfulas del Dr. Herrera son inoportunas, carentes del sentido común, la tolerancia y la prudencia propias de un verdadero investigador. La tiranía académica y el silencio, le han costado a la “ciencia” venerada por el Dr. Herrera, a lo largo de la historia, muchos rezagos y vicisitudes, y a las personas, horrores indecibles.
Hernán Collado Martínez, cédula # 1-0181-0191
Edith López Fallas, cédula # 2-0195-0264
María Elena López Núñez, cédula # 1-0341-0135
Guido Miranda Gutiérrez, cédula # 1-0167-0288
Agustín Páez Montalbán, cédula #1-0339-0139
Rafaela Sierra Ramos, cédula # 8-0046-00989
Carlos Zamora Zamora, cédula # 4-0105-0835