Salud y Fármacos is an international non-profit organization that promotes access and the appropriate use of pharmaceuticals among the Spanish-speaking population.

Politicas

Políticas Globales

El mundo necesita muchas más vacunas contra el coronavirus. Las naciones ricas tienen que ayudar

(The world needs many more coronavirus vaccines. Wealthy nations have to step up)
El Consejo Editorial
The New York Times, April 24, 2021
https://www.nytimes.com/2021/04/24/opinion/covid-vaccines-poor-countries.html
Traducido por Salud y Fármacos, y publicado en Boletín Fármacos: Agencias Reguladoras y Políticas 2021; 24(3)

Tags: EE UU, equidad en la distribución de vacunas, acaparar vacunas, exención de patentes, Covid, pandemia, suspensión de patentes, contratos abusivos

El Consejo Editorial del New York Times está constituido por grupo de periodistas seleccionados por sus opiniones, que se basan en la experiencia, la investigación, el debate y ciertos valores de larga data. No tiene nada que ver con la sala de redacción.

Las naciones de ingresos bajos y medianos se enfrentan a una escasez inconcebible de vacunas contra el coronavirus que amenaza con acabar con los avances contra la pandemia.

Hasta ahora, esta escasez global se ha visto ensombrecida por focos de abundancia de vacunas en los países más ricos, como EE UU. Pero si la escasez no se aborda pronto, el problema se volverá demasiado evidente. Cientos de miles, sino millones, de personas seguirán enfermando y muriendo, incluso mientras la pandemia vaya retrocediendo en las naciones más ricas. Las economías más frágiles seguirán tambaleándose y los avances logrados en otros lugares eventualmente se verán en peligro: cuanto más se propague el virus, mayor será la probabilidad de que mute en algo aún más contagioso, mortal o resistente a las vacunas.

Es tentador relacionar esta disparidad con las preguntas que recientemente se han planteado sobre algunas de las vacunas. Los coágulos de sangre raros pero mortales se han relacionado con las vacunas fabricadas por AstraZeneca y Johnson & Johnson. La primera no se ha aprobado y no se puede usar en EE UU, y los funcionarios estadounidenses detuvieron la administración de la segunda mientras un comité asesor formulaba recomendaciones sobre cómo proceder de manera segura.

Es cierto que tales precauciones son un lujo de las naciones ricas que tienen otras opciones a las que recurrir, y que corren el riesgo de dañar la percepción pública de las pocas vacunas que los países de bajos ingresos han podido obtener. Pero los problemas subyacentes, tanto las dudas respecto a las vacunas como su escasez son mucho más profundos que cualquier otro problema.

Casi tan pronto como las vacunas se empezaron a usar en los ensayos clínicos, los países ricos comenzaron a acumular dosis, asegurando que en lugar de que se vacunara a las personas más vulnerables de todo el mundo, sus residentes fueran los primeros en recibirlas.

Profundiza en el momento
Luego, cuando las vacunas llegaron al mercado, algunos de sus fabricantes insistieron en que su responsabilidad estuviera ampliamente protegida, poniendo todavía más en peligro el acceso de los países más pobres. EE UU, por ejemplo, tiene prohibido vender o donar sus dosis no utilizadas, como ha informado Vanity Fair, porque las fuertes protecciones de responsabilidad de las que disfrutan los fabricantes de medicamentos en ese país no se extienden a otros países. (La administración Biden recientemente eludió esta restricción cuando clasificó a las vacunas que dio a México y Canadá como “préstamos”, pero esa es una solución engorrosa que crea más confusión y demoras).

En otros países, según los informes, Pfizer no solo ha buscado protección de responsabilidad contra todos los reclamos civiles, incluso aquellos que podrían resultar de la propia negligencia de la empresa, sino que ha pedido a los gobiernos que aporten activos soberanos, incluyendo sus reservas bancarias, edificios de embajadas y bases militares, como garantía contra juicios. Es comprensible que algunos países se hayan resistido a tales requisitos, según la Oficina de Periodismo de Investigación sin fines de lucro (Bureau of Investigative Journalism), y que el ritmo de los acuerdos de compra se haya desacelerado.

Esas mismas naciones, a medida que se ven excluidas de la adquisición de vacunas, también han descubierto que no tienen capacidad para hacer las vacunas por sí mismas. Las empresas y los países están acumulando materias primas y experiencia técnica, y han impedido que las naciones más pobres suspendan las patentes, a pesar de los tratados internacionales que permiten la adopción de tales medidas en situaciones de emergencia.

No hay escasez de soluciones a estos problemas, pero los países con poder, influencia y exceso de oferta, como EE UU, deben actuar ahora, de la siguiente manera:

Dejando de acumular dosis
Las naciones más ricas representan el 16% de la población mundial, pero poseen el 53% de todas las dosis de coronavirus que se han comprado, según el Centro de Políticas de Salud de Duke-Margolis. Se proyecta que EE UU a finales de julio tendrá un excedente de 300 millones de vacunas, incluso teniendo en cuenta el suministro necesario para vacunar a los millones de niños que se espera que a fines de año sean elegibles.

La administración Biden ya ha hecho arreglos para enviar cuatro millones de vacunas que no se han utilizado a México y Canadá. Ese es un cambio que nos alegra, pero la nación puede y debe dar más. En informes separados, el Centro Duke-Margolis y el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales han presentado una lista de opciones para hacerlo sin poner en peligro los esfuerzos para vacunar a la nación. Sus sugerencias incluyen retrasar algunos pedidos durante el tiempo suficiente para que otros países pasen primero; donar más dosis sobrantes a Covax, el mecanismo mundial que recaba vacunas; y el uso de las redes de salud existentes a nivel mundial, como el Plan de Emergencia del Presidente para el Alivio del SIDA, conocido como PEPFAR, para acelerar los envíos a los países que enfrentan las mayores necesidades.

La administración Biden debería considerar la posibilidad de utilizar todas estas medidas y también debería renegociar sus contratos con los fabricantes de vacunas para que dichas transferencias de dosis ya no tengan que enmascararse como préstamos. La administración tiene varias estrategias de negociación con las que realizar dichos cambios, incluyendo una patente de propiedad federal sobre un componente crucial de las vacunas de ARNm de Pfizer y Moderna, por las que el gobierno aún no ha exigido regalías.

Suspender patentes
Casi 60 países han solicitado a la Organización Mundial del Comercio que les permita anular temporalmente los derechos de propiedad intelectual de los medicamentos y vacunas relacionadas con el coronavirus, pero hasta ahora la medida está languideciendo. La administración de Biden debe apoyar esta exención, impulsar a los fabricantes de vacunas para que otorguen acuerdos de licencia voluntaria y ayudar a construir las asociaciones público-privadas necesarias para llevar esos acuerdos a buen término. También debería presionar a las empresas para que ofrezcan mejores ofertas a los países que intentan acceder a las dosis, no más cláusulas de indemnización absurdas que protegen las ganancias de las empresas por encima de las vidas humanas.

Compartir la tecnología y recursos
Hace más de ocho meses, la Organización Mundial de la Salud estableció un banco de acceso a la tecnología (C-TAP) donde las empresas y los países podían compartir su tecnología y experiencia con los gobiernos que intentan ampliar la fabricación de vacunas. La administración Biden señaló su voluntad de participar en este esfuerzo en enero, pero hasta ahora, los Institutos Nacionales de Salud no se han sumado, ni tampoco los principales fabricantes de vacunas. Esto tiene que cambiar rápidamente.

La administración también debe levantar cualquier embargo que resulte de la implementación de la Ley de Producción de Defensa. El presidente Biden hizo bien en utilizar esta ley para impulsar la producción nacional de vacunas, pero esa medida también ha impedido que las empresas exporten materias primas. Como resultado, las líneas de producción de la India y las que hay en otros lugares corren el riesgo de tenerse que cerrar por falta de ingredientes clave que están disponibles en EE UU. La administración podría ayudar a mantener esas instalaciones en funcionamiento quitando esas restricciones.

Desarrollar más capacidad. Los expertos dicen que prácticamente no se fabrican vacunas en África y muy pocas en América Latina. Las razones de esta deficiencia son complejas: falta de inversión desde hace tiempo en la capacidad regional de producción en combinación con una dependencia excesiva de las corporaciones multinacionales. Pero las soluciones son claras. Gran Bretaña ha logrado aumentar su capacidad de fabricación, al comienzo de la pandemia tenía solo dos plantas, ahora tiene cuatro y hay dos más en construcción. No hay ninguna razón por la que no se pueda hacer lo mismo en otros países donde la necesidad es aún mayor. Poner todo su peso detrás de tal esfuerzo podría ser uno de los legados más perdurables de Biden.

Otro buen paso sería apoyar el tratado de preparación para una pandemia global que la WHO está liderando, que, entre otras cosas, tiene como objetivo fortalecer la capacidad de fabricación en todo el mundo.

Invertir en alternativas
Por milagrosas que sean las vacunas actuales contra el coronavirus, tienen desventajas. Los requisitos de almacenamiento de las vacunas de ARNm son complicados. Las que dependen de la tecnología de vectores de adenovirus, las fabricadas por AstraZeneca y Johnson & Johnson, se han relacionado con efectos secundarios raros, pero potencialmente mortales. Es más, no hay suficientes de estas, o de todos ellas en conjunto para satisfacer las necesidades del mundo. Solo África subsahariana y América Latina necesitarán casi cuatro mil millones de dosis de cualquier vacuna de dos dosis. Hasta ahora, teniendo en cuenta todo tipo de vacunas, solo se han elaborado 1.300 millones de vacunas contra el coronavirus.

Afortunadamente, hay otras alternativas prometedoras a la vista. Una de ellas se basa en la misma tecnología utilizada para fabricar la vacuna contra la hepatitis B que se ha utilizado durante casi 40 años. Esta vacuna contra el coronavirus es barata y fácil de fabricar, sus primeros datos clínicos se ven bien y sus creadores, el Dr. Peter Hotez y Maria Bottazzi del Baylor College of Medicine, no tienen planes de patentarla. Si EE UU diera la mitad del apoyo a esta tecnología simple que el que otorga a las vacunas de ARNm, los fabricantes podrían producir miles de millones de dosis en un plazo bastante corto.

Ningún país ha superado todos los obstáculos para vacunar a toda su población. Tanto en EE UU como en cualquier otro lugar, las dudas sobre las vacunas persisten y algunas poblaciones especialmente vulnerables, como las personas confinadas y sin hogar, siguen siendo difíciles de alcanzar, incluso a medida que aumenta la oferta. Pero el mundo no puede darse el lujo de esperar a que todos estos problemas se resuelvan en un solo país antes de trabajar para que las vacunas contra el coronavirus estén más disponibles en todos los países. La brecha mundial de vacunas es una cuestión de vida o muerte, y todas las naciones deberían trabajar para cerrarla lo más rápidamente posible.

creado el 23 de Septiembre de 2021