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Ética

Integridad de la ciencia y de las publicaciones

Lo que estas revistas médicas esconden: las relaciones de los médicos más famosos con las farmacéuticas (What These Medical Journals Don’t Reveal: Top Doctors’ Ties to Industry)
Charles Ornstein, Katie Thomas
The New York Times, 8 de diciembre de 2018
https://www.nytimes.com/2018/12/08/health/medical-journals-conflicts-of-interest.html
Traducido por Salud y Farmacos

Uno es el decano de la escuela de medicina de Yale. Otro es el director de un centro de cáncer en Texas. Un tercero es el próximo presidente de la sociedad más prominente de los médicos especializados en cáncer.

Estos líderes se encuentran entre docenas de médicos que en años receintes no han informado sus relaciones financieras con compañías farmacéuticas y de atención médica al publicar sus estudios en revistas médicas, según una revisión de The New York Times y ProPublica y datos de otra investigación reciente.

El Dr. Howard A. “Skip” Burris III, el presidente electo de la Sociedad Americana de Oncología Clínica, por ejemplo, en los últimos años declaró que no tenía conflictos de interés en más de 50 artículos de revistas, incluyendo en la prestigiosa New Ingland Journal of Medicine.

Sin embargo, las compañías farmacéuticas han pagado a la organización para la que trabaja casi US$114.000 por consultorías y conferencias, y casi US$8 millones para investigación, durante el período para el que se requería dar a conocer esta información. Sus omisiones se extienden al Journal of Clinical Oncology, que publica la sociedad que va a dirigir.

Además de los lapsos generalizados por parte de los médicos, la revisión de The Times y ProPublica encontró que las mismas revistas a menudo daban información confusa sobre como declarar los conflictos y no revisaban las declaraciones de los investigadores, aunque muchos conflictos podrían haberse detectado fácilmente en una base de datos federal.

Las revistas médicas, que son el principal conducto para comunicar los últimos descubrimientos científicos al público, a menudo tienen una relación interdependiente con los investigadores que publican en sus páginas. Informar sobre un estudio en una revista líder puede aumentar su fama, así como promocionar el medicamento u otro producto que se está probando. Y las revistas mejoran su prestigio publicando estudios exclusivos e innovadores de investigadores reconocidos.

En general, el sistema de información todavía parece tener muchos de los mismos defectos que el Instituto de Medicina identificó hace casi una década cuando recomendó cambios fundamentales en la forma en que se reportan los conflictos de interés. Los cambios siguen sin hacerse.

“El sistema no funciona”, dijo la Dra. Mehraneh Dorna Jafari, profesora asistente de cirugía de la Escuela de Medicina de la Universidad de California en Irvine. Ella y sus colegas publicaron un estudio en agosto que encontró que, de los 100 médicos que recibieron la mayor compensación de los fabricantes de dispositivos en 2015, solo se dieron a conocer conflictos en el 37% de los artículos publicados el año siguiente. “Las revistas no están revisando y las reglas son diferentes para cada cosa”.

Los pedidos de transparencia surgen de la preocupación de que los lazos de los investigadores con las industrias de la salud y medicamentos aumenten las probabilidades de que, conscientemente o no, se distorsionen los resultados para favorecer a las compañías con las que tienen relaciones finacieras. Los estudios han encontrado que la investigación patrocinada por la industria tiende a favorecer más el producto en investigación que la financiada por otras fuentes. Y eso, también, puede influir en los tratamientos que se prescriben a los pacientes. No hay indicios de que las investigaciones del Dr. Burris y los otros médicos con información incompleta de los conflictos de intererés se hayan manipulado o falsificado.

Los editores de revistas dicen que están introduciendo cambios que estandarizarán mejor la información de conflictos de interés y reducirán los errores. Pero algunos también mantienen que dado que la mayoría de los investigadores siguen las reglas, los nuevos requisitos más estrictos serían costosos e innecesarios.

Se está prestando más atención al problema desde septiembre, cuando el Dr. José Baselga, director médico del Memorial Sloan Kettering Cancer Center de Nueva York, renunció después de que The Times y ProPublica informaron que no había revelado sus vínculos con la industria en docenas de artículos publicados en revistas.

El Dr. Burris, presidente de operaciones clínicas y director médico del Instituto de Investigación Sarah Cannon de Nashville, refirió las preguntas sobre los pagos a su institución. El Instituto le defendió y dijo que los pagos se habían hecho a la institución, aunque The New England Journal of Medicine requiere la divulgación de todos esos pagos.

Otros investigadores destacados que no han dado a conocer todos sus conflictos de interés incluyen al Dr. Robert J. Alpern, decano de la Escuela de Medicina de Yale, por ejemplo, en un artículo publicado en 2017 sobre un tratamiento experimental desarrollado por Tricida. El Dr. Alpern era miembro de la junta directiva de la compañía y poseía acciones de la misma. Tricida, que está desarrollando terapias para la enfermedad renal crónica, financió el ensayo clínico del que hablaba el artículo.

El Dr. Alpern dijo en un correo electrónico que inicialmente creía que era suficiente haber informado que había sido consultor de Tricida. Sin embargo, “debido a las preocupaciones recientemente planteadas sobre la divulgación de conflictos”, dijo que en octubre notificó a la revista The Clinical Journal de la American Society of Nephrology, que también formó parte de la junta directiva de Tricida y tenía acciones de la empresa.

La revista inicialmente le dijo al Dr. Alpern que la información que había dado era suficiente. Pero luego de que The Times y ProPublica se contactaron con la publicación en noviembre, dijo que corregiría el artículo.

El Dr. Rajnish Mehrotra, el editor jefe de la revista dijo en un email: “El no dar a conocer esta información cuando se hace la revisión por pares es una violación de nuestra política editorial.”

Más tarde, dijo que una investigación adicional descubrió que ninguno de los 12 autores del artículo había dado a conocer todos sus conflictos de interés y que la revista planeaba remitir el asunto al comité de ética de la Sociedad Americana de Nefrología. El Dr. Mehrotra también dijo que la revista había decidido realizar una auditoría de algunos artículos recientes para hacer una evaluación más amplia del tema.

El Dr. Carlos L. Arteaga, director del Harold C. Simmons Cancer Center de Dallas, dijo que no tenía “nada que revelar” como autor de un estudio de 2016 publicado en The New England Journal of Medicine sobre el medicamento de Novartis, Kisqali para el cáncer de mama. Pero el Dr. Arteaga, recibió más de US$50.000 de las compañías farmacéuticas, incluyendo más de US$14,000 de Novartis, durante los tres años que cubre el período de divulgación de los conflictos de interés.

En un e-mail, el Dr. Artega describió la omisión como un “descuido inexcusable y un error de mi parte,” y después envió una corrección.

El Dr. Jeffrey R. Botkin, vicepresidente asociado de investigación de la Universidad de Utah, argumentó recientemente en JAMA, que los investigadores deben enfrentar cargos por mala conducta cuando no revelan sus relaciones con las empresas interesadas. “Realmente están falsificando la información en la que otros confían para evaluar esa investigación”, dijo. “El dinero es un factor de influencia muy poderoso, y las opiniones de la gente se vuelven sutilmente sesgadas por esa relación financiera”.

Pero el Dr. Howard C. Bauchner, el editor jefe de JAMA, dijo que verificar las declaraciones de cada autor no valía la pena, ni el tiempo, ni el esfuerzo. “La gran mayoría de los autores son honestos y quieren cumplir con sus obligaciones de dar a conocer sus conflictos de interés a los lectores y editores”, dijo en una entrevista.

A medida que el debate continúa, un grupo influyente, el Comité Internacional de Editores de Revistas Médicas, está considerando referir a los investigadores que cometan errores importantes en la divulgación de conflictos de interés a sus instituciones por posibles cargos de mala conducta en la investigación.

Hace varias décadas que preocupa la influencia de las compañías farmacéuticas en la investigación médica. La senadora Estes Kefauver celebró audiencias sobre el tema en 1959, y de nuevo en la década de 2000 se reavivó la preocupación después de una serie de escándalos de médicos prominentes que no revelaron sus relaciones con la industria.

Revistas médicas y sociedades profesionales fortalecieron sus requisitos. La industria farmacéutica restringió la forma en que compensa a los médicos, prohibiendo regalos como entradas para eventos deportivos o viajes de lujo, aunque las pruebas de sobornos y corrupción continúan apareciendo en los juicios. Una ley federal de 2010 requiere que los fabricantes de dispositivos y productos farmacéuticos hagan públicos sus pagos a médicos.

Al preguntarle sobre las omisiones en sus formas de divulgación de conflictos de interés que acompañan a los artículos de investigación, el Dr. Burris presentó nuevas revelaciones al New England Journal of Medicine que muestran sus vínculos con muchas compañías farmacéuticas y de atención médica.

A pesar de estos cambios, el sistema para revelar conflictos sigue estando fragmentado y débilmente aplicado. Las revistas médicas y las sociedades profesionales tienen una variedad de pautas sobre qué tipos de relaciones deben informarse, a menudo dejando que el investigador decida qué es relevante. Para aquellos que no siguen las reglas hay pocas repercusiones, más allá de una corrección.

Por ejemplo, la Asociación Americana para la Investigación en Oncología ha advertido que si se descubre que los autores han omitido un posible conflicto se enfrentan a la prohibición de publicar durante tres años. Pero la política de la Asociación sobre conflictos de interés no contiene ninguna mención de tal pena, y dice que a ningún autor se le ha prohibido publicar. El Dr. Baselga es uno de los dos editores jefes de la revista de la Asociación, Cancer Discovery y tampoco ha dado a conocer en la revista sus relaciones con la industria. La Asociación dijo que está investigando las acciones del Dr. Baselga.

La mayoría de los autores parecen revelar sus vínculos con los intereses corporativos. Alrededor de dos tercios de los autores del estudio Kisqali, por ejemplo, informaron relaciones con empresas, incluyendo Novartis. Pero entre los que no lo hicieron están los Drs. Arteaga, Burris y Denise A. Yardley, una investigadora senior que trabaja con el Dr. Burris en Sarah Cannon.

Este centro de investigación en Tennesee recibió más de US$105.000 en honorarios por consultorías, conferencias y otros servicios que realizó la Dra. Yardley durante los tres años en que declaró no tener conflictos.

El Instituto Sarah Cannon dijo que hace un adoptó la práctica de “divulgación universal” promovida por la American Society of Clinical Oncology ASCO, el grupo de cáncer que dirigirá el Dr. Burris. Eso requiere que los médicos revelen todos los pagos, incluyendo los realizados a sus instituciones.

“Creemos que nos adherimos a los estándares éticos más altos de la industria al no permitir que se pague una compensación personal a nuestros médicos líderes”, dijo el centro.

ASCO dijo que publicaría correcciones a las revelaciones del Dr. Burris en The Journal of Clinical Oncology durante los últimos cuatro años. El grupo dijo que, en otoño de 2017, cuando el Dr. Burris se postulaba para un papel de liderazgo en la organización, ASCO comenzó a trabajar con él para revelar todas las relaciones que con compañías, incluyendo los pagos indirectos. El Dr. Burris asumirá la presidencia en junio de 2019.

“Los sistemas y procesos de declaración de conflictos en medicina aún no son perfectos, y los de ASCO tampoco lo son”, dijo la Sociedad en un correo electrónico.

El Dr. Burris, la Dra. Yardley y el Dr. Arteaga presentaron información actualizada sobre sus conflictos a The New England Journal of Medicine, que las publicó el jueves.

Las nuevas correcciones del Dr. Burris publicadas por el New England Journal of Medicine muestran los pagos que Novartis hizo a su empleador por su trabajo, entre otras compañías.

La divulgación actualizada del Dr. Burris enumera las relaciones con 30 compañías, incluyendo el hecho de proporcionar testimonio como experto para Novartis.

Otros estudios publicados recientemente en el New England Journal of Medicine también omitieron divulgaciones, incluyendo un conflicto en 2018 relacionado con un tratamiento para la enfermedad de células falciformes y otro sobre el medicamento contra el cáncer Vitravki, recientemente aprobado, que venderá Bayer y Loxo Oncology.

Jennifer Zeis, portavoz de la revista, dijo que se estaba comunicando con los autores de esos estudios y que ahora les pedía a los investigadores que certificaran que habían verificado sus declaraciones de conflictos con la base de datos federal.

Algunas instituciones se han negado, argumentando que las reglas de las revistas son inconsistentes, lo que dificulta a que incluso los investigadores bien intencionados hagan lo correcto.

El Memorial Sloan Kettering, en una carta el mes pasado al New England Journal of Medicine, se quejó por el tratamiento que habían dado a uno de sus mejores investigadores, el Dr. Jedd Wolchok. El Memorial Sloan Center citando las comunicaciones con la revista dijo que cuando el Dr. Wolchok intentó corregir sus declaraciones de conflictos, el NEJM cambió su posición, había dicho que sus editores estaban satisfechos con sus declaraciones y pasó a decir que no había cumplido con las normas.

El Dr. Wolchok, pionero en la inmunoterapia del cáncer, corrigió 13 artículos y cartas al editor.

Para aclarar los requisitos de presentación de informes, solo ahora varias publicaciones están intentando hacer lo que recomendó el Instituto de Medicina en 2009. The New England Journal con la Asociación Americana de Colegios de Médicos están probando un nuevo sistema que serviría de depósito central para informar los conflictos de interés económicos.

Este año, JAMA comenzó a exigir a los autores que confirmaran varias veces que no tenían nada que revelar. ASCO tiene un sistema centralizado para reportar conflictos a todas sus revistas y presentaciones en confereciantes.

El Dr. Bernard Lo, presidente del comité del Instituto de Medicina eb 2009, dijo que las revistas solo han comenzado a enfrentar algunas de las fallas sistémicas. “Ciertamente no están al frente, tratando de ser pioneros, permítanme expresarlo de esa manera. El hecho de que no se haya hecho significa que nadie lo tiene en su lista de prioridades”.

creado el 4 de Diciembre de 2020