QUÉ LE HACE FALTA A LA SALUD EN LA ARGENTINA Corriente 20 de Diciembre grupo argentino de la Asociación Latino Americana de Medicina Social (ALAMES) El viernes 9 de junio por la noche hemos asistido perplejos al triste espectáculo de una nueva claudicación ética del principal responsable de la salud del país. Nos referimos a la caída en la ignominia del Ministro de Salud Ginés González García, que ante las imágenes reales del estado sanitario de la nación, acusó a los mensajeros de ser los creadores de ellas, motivados por oscuros intereses políticos, en el programa “La Cornisa”, en canal 2. Luego de negar los documentos exhibidos, acusó al programa de haberle hecho una cama, y a la CICOP de “organización trotskista”. Únicamente gente sin ningún escrúpulo puede refugiarse en el macarthismo para eludir su responsabilidad. Una vieja frase estipula que quienes piensan que la educación es un gasto excesivo, podrían probar con la ignorancia, para ver si es más barato. Se aplica a la salud: a quienes piensan que la salud es un gasto sobre el que debe ahorrarse, podría recomendarse que intenten probar con la enfermedad. González García ha tomado esta ironía en forma literal. No teníamos muchas expectativas cuando González García asumió sus funciones en enero, dado que ese mismo día declaraba que el problema con los medicamentos era un mero asunto de financiación (reportaje en Página/12, jueves 12 de enero) ya que Argentina tenía una excelente calidad de producción de medicamentos (sic). Es notable que si de algo sabe González García, y algo podría esperarse que hiciera, era sobre medicamentos. No ha hecho nada trascendente. Salvo inducir a la población a la confusión entre “nombre genérico” de los medicamentos y “medicamentos genéricos”. No avanzó nada en ninguna de las recomendaciones mínimas de la Organización Mundial de la Salud: jerarquizar medicamentos esenciales, no utilizar medicamentos que no sirvan para nada. Bueno, salvo para inducir gasto innecesario al Estado o al paciente, o enriquecer a los laboratorios. González García ha dicho que el costo de los medicamentos (la parte del precio que corresponde específicamente a la droga) es menos de un 10% del precio. Sin embargo ha consentido aumentos de entre un 100% y un 300% sin tomar ninguna medida. Seguramente lo explicará deslindando responsabilidades con la Secretaría de Comercio. Sin embargo el precio de los medicamentos era regulado por el Ministerio hasta la gestión de Pereyra de Olazábal, durante el primer gobierno de Menem. Va de suyo que una de las cosas mínimas e inmediatas que un Ministro debe hacer es recuperar funciones que tienen una incidencia dramática sobre la salud de la población, y cuya cesión no tiene ningún sustento que no sea la protección de las ganancias siderales de los laboratorios. Resignar tal potestad hace inútil el Ministerio a su cargo. Pero si esto es grave, lo es aun más el espectáculo macabro de ser un país que produce alimentos para más de 300 millones de personas y ver el avance devastador de la desnutrición, incluyendo la que produce efectos irreversibles entre menores de tres años. Increíblemente, el Ministro de Salud no acierta a tomar ninguna iniciativa para resolver el tema que golpea con imágenes desoladoras de niños que pesan la mitad de lo que deberían pesar, de vacas carneadas en la vía pública, etc. Ante eso, el gobierno –ni siquiera González García- ha respondido que el caso de Rocío (tapa de los diarios hace un mes) es un caso antiguo, y que la niña “ya está mejor”. Si esta respuesta no indigna al Ministro y no lo hace tomar ninguna medida con respecto al hambre, es que nada puede esperarse de su gestión. Mientras tanto el sistema de salud se queda inexorablemente sin insumos, y la respuesta del Ministerio y de las autoridades sanitarias en general es suspender las operaciones programadas, rebajar la PMO, restringir el acceso de la población a la atención. Como cualquiera puede deducir, esto conduce a recibir como urgencias lo que primero no se previno, y luego no se asistió en forma precoz. En un contexto de empobrecimiento vertiginoso de la población, la fábrica de pobres hoy mantiene a 18 millones de personas en esa categoría. La respuesta del Ministerio equivale a querer limitar la cantidad de pobres apostando a su desaparición física. Pero si la mayoría de los insumos ha aumentado en forma geométrica, ya sea justificándose artificialmente por la devaluación, o refugiándose en la especulación, hay un insumo que –lamentablemente- se encuentra congelado y pesificado. Contra lo que dice este gobierno, lo que nos se puede hacer es no hablar de un aumento de salarios. Continuar con los sueldos congelados además de imposibilitar la reactivación que declaman, echa todos los días trabajadores en la pobreza y restringe la posibilidad de acceder a la salud y al alimento. Proponemos, claro, que el salario deje de estar congelado, pero también que se eche mano a ese recurso humano, en la forma de los trabajadores de la salud. Hay un verdadero ejército de reserva de agentes idóneos para actuar en la defensa de la salud. Hay que actuar ya, reorganizando la salud en la Argentina, brindando un sistema unificado basado en la Atención Primaria de la Salud, con énfasis en la prevención, y provisión de medicamentos esenciales. La OMS demostró –por ejemplo en la Conferencia de Alma-Ata, en 1978- que esto no solo es posible, sino necesario, no es tan dificultoso, y no es una inversión desmedida. Y en todo caso, deja solo dos alternativas. O bien se llega más tarde a resolver, mal, una hecatombe que ya se desató, y para asistirla se deberá gastar mucho más dinero; o se deja a la población a “que sea lo que Dios quiera”, sin asistencia, sin destino, que sobreviva el que pueda. La experiencia ya está establecida. Si el medicamento es una mercancía, hace que sea inaccesible o que llegue al tratamiento cuando ya es tarde. Si el alimento es una mercancía produce desnutrición y retraso de crecimiento y de maduración en un país donde sobran 1os alimentos. Si la medicina es un negocio produce exceso de gasto entre los ricos y enfermedad y muerte entre los pobres, que cada vez son más. Para resolver este asunto ya se dijo que se sabe – desde hace tiempo- como hay que actuar. Pero hace falta el coraje para enfrentar esa situación. Fundamentalmente coraje. Graciela Biagini: dobalbiagini@arnet.com.ar; José Miguel Bisso: Machingobisso@aol.com; José Carlos Escudero: mayoral_escudero@yahoo.com; Liliana Mayoral: mayoral_escudero@yahoo.com; Gonzalo Moyano: gmoyano@intramed.net.ar; Marisa Nan: marisanan@arnet.com.ar; Marita Sánchez: maritasanchez@uolsinectis.com.ar; Débora Tajer; dtajer@psi.uba.ar.
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