Ética
Conducta de la industria
Big Pharma se prepara para beneficiarse del coronavirus (Big Pharma prepares to profit from the coronavirus)
Sharon Lerner
Intercept, 13 de marzo de 2020
https://theintercept.com/2020/03/13/big-pharma-drug-pricing-coronavirus-profits/
Traducido por Salud y Fármacos
A medida que el nuevo coronavirus propaga enfermedad, muerte y catástrofe en todo el mundo, prácticamente todos los sectores de la economía se han visto afectados. Sin embargo, en medio del caos de la pandemia mundial, una industria no solo está sobreviviendo, sino que se está beneficiando enormemente.
“Las compañías farmacéuticas ven al Covid-19 como una oportunidad para los negocios que solo se presenta una vez en la vida”, dijo Gerald Posner, autor de “Pharma: Greed, Lies, and the Poisoning of America” [1]. El mundo necesita productos farmacéuticos, por supuesto. Específicamente, para el nuevo brote de coronavirus necesitamos tratamientos y vacunas y, en EE UU pruebas diagnósticas. Docenas de compañías están compitiendo para hacerlas.
“Todas están en esa carrera”, dijo Posner, quién dijo que los posibles beneficios de ganar la carrera son enormes. La crisis global “podría representar un gran éxito para la industria, en términos de ventas y ganancias” dijo, y agregó que “cuanto peor sea la pandemia, mayores son sus eventuales ganancias”.
En EE UU, la capacidad de ganar dinero con los productos farmacéuticos ya es excepcionalmente alta, porque el gobierno no controla los precios como lo hacen otros países. Durante la crisis actual, los fabricantes de productos farmacéuticos podrían tener aún más margen de lo habitual por la influencia que los cabilderos de la industria han tenido en la formulación de los gastos de los US$8.300 millones para el coronavirus que se aprobó la semana pasada, lo cual les permitirá maximizar sus ganancias por la pandemia.
Inicialmente, algunos legisladores intentaron asegurarse de que el gobierno federal limitaría el monto de beneficios que las compañías farmacéuticas podrían obtener a partir de las vacunas y de los tratamientos contra el nuevo coronavirus que se desarrollen con fondos públicos. En febrero, el representante Jan Schakowsky, D-Ill., y otros miembros de la Cámara de Respresentantes escribieron a Trump pidiéndole que “se asegurara de que cualquier vacuna o tratamiento desarrollado con dólares de los contribuyentes sería accesible y estaría disponible a precios asequibles”, un objetivo que dijeron que no se podría cumplir “si las corporaciones farmacéuticas tienen autoridad para establecer precios y determinar la distribución de los productos, poniendo sus intereses lucrativos por encima de las prioridades de salud”.
Cuando se negoció la financiación por el coronavirus, Schakowsky lo intentó de nuevo; el 2 de marzo escribió al Secretario de Salud y Servicios Humanos, Alex Azar, diciendo que sería “inaceptable que los derechos para producir y comercializar esa vacuna se entregaran posteriormente a una empresa farmacéutica a través de una licencia exclusiva sin condiciones de fijación de precios o acceso, permitiendo que la compañía cobre lo que quiera y esencialmente venda la vacuna al público que pagó por su desarrollo”.
Pero muchos republicanos se opusieron a agregar en el proyecto de ley un lenguaje que restringiría la capacidad de ganancias de la industria, argumentando que sofocaría la investigación y la innovación. Y aunque Azar, quien se desempeñó como el principal cabildero y jefe de operaciones para el gigante farmacéutico Eli Lilly en EE UU antes de unirse a la administración Trump, aseguró a Schakowsky que compartía su preocupación, el proyecto de ley consagró la capacidad de las compañías farmacéuticas para establecer precios potencialmente exorbitantes para las vacunas y medicamentos que se desarrollen con dólares de los contribuyentes.
El paquete final de ayuda no solo omitió el lenguaje que habría limitado los derechos de propiedad intelectual de los fabricantes de medicamentos, sino que específicamente prohibió que el gobierno federal tome cualquier tipo de acción si le preocupa que los tratamientos o vacunas desarrolladas con fondos públicos son demasiado caras.
“Estos cabilderos merecen una medella de las empresas farmacéuticas por haber acabado con esa disposición de propiedad intelectual”, dijo Posner, quien agregó que el lenguaje que prohíbe que el gobierno responda a la manipulación de precios fue aún peor. “Otorgarles este poder durante una pandemia es indignante”.
La verdad es que sacar provecho de la inversión pública también es un negocio habitual de la industria farmacéutica. Desde la década de 1930, los Institutos Nacionales de Salud han gastado unos US$900.000 millones en investigaciones que después las compañías farmacéuticas han utilizado para patentar sus medicamentos, según cálculos de Posner. Cada medicamento aprobado por la FDA entre 2010 y 2016 involucró investigación que los NIH habían llevado a cabo con financiación pública, según el grupo de defensa de los pacientes Pacientes a Favor de los Medicamentos Asequibles (Patients for Affordable Drugs). Los contribuyentes gastaron más de US$100.000 millones en esas investigaciones.
Entre los medicamentos que se desarrollaron con algunos fondos públicos y se convirtieron en medicamentos que aportaron grandes beneficios a las empresas privadas se encuentran el AZT, contra el VIH y el antineoplásico Kymriah, que Novartis ahora vende por US$475.000.
En su libro “Pharma”, Posner señala otro ejemplo de compañías privadas que obtienen ganancias exorbitantes de medicamentos producidos con fondos públicos. El antiviral sofosbuvir, que se usa para tratar la hepatitis C, surgió de una investigación clave financiada por los Institutos Nacionales de Salud. Ese medicamento ahora es propiedad de Gilead Sciences. La empresa empezó cobrando US$1.000 por píldora, más de lo que muchas personas con hepatitis C podían pagar. Gilead obtuvo US$44.000 millones por las ventas de ese medicamento durante los primeros tres años.
“¿No sería genial que algunas de las ganancias por las ventas de esos medicamentos revirtieran en la investigación pública de los NIH?” preguntó Posner.
En cambio, las ganancias han financiado enormes bonos para los ejecutivos de las compañías farmacéuticas y el marketing agresivo de los medicamentos a los consumidores. También se han utilizado para impulsar aún más la rentabilidad del sector farmacéutico. Según los cálculos de Axios, las compañías farmacéuticas obtienen el 63% de sus ganancias totales de atención médica en EE UU. Esto se debe en parte al éxito de sus actividades de cabildeo. En 2019, la industria farmacéutica gastó US$295 millones en cabildeo en EE UU, mucho más que cualquier otro sector. Eso es casi el doble que lo que gasta el sector que le sigue – el sector de la electrónica, manufactura y equipos – y mucho más del doble de lo que las empresas de gas y petróleo invierten en cabildeo. La industria también gasta generosamente en contribuciones para las campañas de legisladores demócratas y republicanos. A lo largo de la primaria demócrata, Joe Biden fue el que más contribuciones recibió de las industrias farmacéuticas y de atención médica.
La inversión de las grandes farmacéuticas ha posicionado bien a la industria para la pandemia actual. Si bien los mercados bursátiles se han desplomado por la desastro manejo de la crisis que ha llevado a cabo la administración Trump a la crisis, en gran medida, más de 20 empresas que trabajan en una vacuna y otros productos relacionados con el nuevo virus SARS-CoV-2 se han librado de las grandes pérdidas que ha sufrido la bolsa. El valor de las acciones de la empresa de biotecnología Moderna, que hace dos semanas comenzó a reclutar participantes para un ensayo clínico de su nuevo candidato para una vacuna contra el coronavirus, se han disparado.
El jueves, un día horrible para los mercados bursátiles, las acciones de Eli Lilly también subieron después de que la compañía anunciara que se iba a unir al esfuerzo de investigar una terapia para el nuevo coronavirus. Y Gilead Sciences, que está trabajando en un posible tratamiento, también va subiendo. El precio de las acciones de Gilead ya había subido desde la noticia de que su medicamento antiviral remdesivir, creado para tratar el Ébola, se estaba administrando a pacientes con Covid-19. Hoy, después de que Wall Street Journal informara que el medicamento tuvo un efecto positivo en un pequeño número de pasajeros infectados en los cruceros, el precio subió aún más.
Varias compañías, incluyendo Johnson & Johnson, DiaSorin Molecular y QIAGEN han dejado claro que están recibiendo fondos del Departamento de Salud y Servicios Humanos para luchar contra la pandemia, pero no está claro si Eli Lilly y Gilead Sciences están utilizando dinero del gobierno para su trabajo contra el virus. Hasta la fecha, el HHS no ha emitido la lista de beneficiarios de sus subvenciones. Y según Reuters, la administración Trump ha dicho a sus altos funcionarios de salud que traten sus discusiones sobre el coronavirus como confidenciales, y excluóo a los que no tienen autorización para tratar temas de seguridad de las discusiones sobre el virus.
Los ex cabilderos principales de Eli Lilly y Gilead ahora forman parte del Grupo de Trabajo de la Casa Blanca contra el Coronavirus. Azar se desempeñó como director de operaciones de Eli Lilly en EE UU y cabildeó a favor de la empresa, mientras que Joe Grogan, que ahora se desempeña como director del Consejo de Política Nacional, fue el principal cabildero de Gilead Sciences.