Hace más de 20 años, Sudáfrica, frustrada por el alto costo de los medicamentos contra el SIDA, aprobó una ley que otorgaba al Estado el derecho a importar versiones genéricas más económicas sin el permiso de los titulares de las patentes.
El origen
La idea que ha propuesto el presidente Biden de anular las patentes de las vacunas covid-19 para que los países más pobres puedan acceder a ellas puede parecer radical, pero ya se ha hecho antes. En la década de 1990, durante el peor momento de la crisis del SIDA, Sudáfrica fue uno de los países más afectados. El gobierno, frustrado porque los medicamentos contra el VIH/SIDA eran demasiado costosos para sus ciudadanos, aprobó en 1997 una ley que le otorgaba al Estado el derecho a importar versiones genéricas más económicas, sin obtener el permiso de las compañías farmacéuticas que poseían las patentes.
La demanda judicial
Furiosas por este asalto a la propiedad intelectual, 39 compañías farmacéuticas presentaron demandas, lo que impidió que la ley sudafricana entrara en vigor. La administración de Bill Clinton se puso del lado de la industria, y su vicepresidente Al Gore incluso viajó a Sudáfrica para debatir en su nombre. En la demanda, la industria afirmaba que la nueva ley violaba la constitución sudafricana. La opinión pública destacaba que el respeto a las patentes permitió generar los fondos necesarios para descubrir esos medicamentos.
El juicio
No se pareció mucho a un juicio. Desde el momento en que se presentó la demanda a principios de 1998, la publicidad empezó a ser una pesadilla para las grandes farmacéuticas, los activistas del SIDA y otras personas salían a las calles para manifestarse contra la industria. El 6 de marzo de 2001, el primer día del juicio, miles de manifestantes se concentraron frente al tribunal y marcharon hacia la Embajada de EE UU, a modo de repudio. Los abogados de las grandes farmacéuticas pidieron al juez un tiempo para reconsiderar su posición.
El acuerdo
Seis semanas más tarde, después de prolongadas negociaciones con el gobierno, la industria claudicó. Según The Guardian, se habría dado cuenta no solo de que su postura era desastrosa en términos de imagen, sino también de que sus argumentos legales casi no tenían posibilidades de éxito. Un funcionario del gobierno dijo al periódico que equivalía a una “rendición incondicional” de la industria, que había sido “avergonzada y humillada”. Lo que demuestra que a veces la opinión pública puede ser más importante que los litigios, algo que los fabricantes de vacunas de hoy deberían tener en cuenta.